Hydra Lerna vive en un mundo muy diferente al tuyo.
En la nueva sociedad los humanos se extinguieron y su lugar fue ocupado por licántropos: personas que mutaron y adquirieron nuevas habilidades, similares a las antiguas leyendas de hombres lobo. P...
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Pasamos todo el día allí. Primero jugamos a las cartas y mientras lo hacía vi que había muchas fotografías en la cueva. Algunas del abuelo de Max, de personas que no conocía y en particular de un chico de cabellos rojizos, ojos marrones y mirada soñadora.
Ese chico estaba abrazado de Max e incluso estaba colgado de su abuelo, también cargaba a Deby en sus brazos como si se fueran a casar y había otras imágenes donde Kat y él estaba riendo a carcajadas. No había fotografías mías, pero ni me molesté en preguntarles por qué, sabía su respuesta, de seguro yo siempre había estado detrás del lente de la cámara, capturando los momentos felices. Me interesé más por el chico pelirrojo.
—¿Quién es él?
Todos guardaron silencio como si la fiesta se hubiera terminado. Kath tenía mirada llorosa, Deby se veía alarmada y Max parecía que presentaba un funeral. Se aclaró la garganta, dio un paso hacia mí y dijo:
—Él se llamaba... este... —Se la aclaró nuevamente, colocó las manos en su cadera, miró el cielo y parpadeó como si quisiera evitar lágrimas, luego cerró los párpados y los presionó con sus dedos—. Lo siento, ya va —suspiró cuando volvió a mirarme tenía la mirada tan húmeda como ellas—. Le decíamos Kamikaze, pero se llamaba Frederic Fernsby.
—¿Qué le pasó?
—Se mató —contestó Max con voz melancólica.
—¿Se mató?
—Se suicidó, supongo que siempre fue un poco kamikaze. Era muy amigo nuestro.
Kat se dirigió a la salida.
—No sabía que tenías eso Max. Debes sacarlo —sugirió Deby, bastante molesta, apretando el labio en una fina línea.
Max sacó todas las fotografías de Frederic Fernsby y las cargó en sus brazos con fastidio, tenía las orejas rojas, la nariz colorada y los ojos húmedos. Parecía que se estaba aguantando un llanto muy abundante, de esos que te barren hasta la memoria. Sus músculos se tensionaron.
—Sí, bueno, quería ver la cara de Kamikaze por última vez. Y creí que a Dan este lugar le refrescaría la memoria.
Yo estaba en silencio rememorando las fotografías que había memorizado mi cabeza. Max metió con aire derrotado las fotografías en una caja, las sonrisas de Frederic Fersby fueron selladas con una tapa de cartón. Alzó la caja con él y la ocultó en otra recamara.
Me quedé en silencio con más dudas que nunca porque no había ninguna fotos mías con Frederic Fersby. Al parecer no éramos amigos o el chico de las fotografías era el verdadero Dan Carnegie y estaba ante el primer desliz del plan de los humanos para engañarme. La primera falla que ni el gobierno había pensado en que pudiera ocurrir porque nadie más que Max y Dan conocían el paradero de la cueva. Es más, en la caverna no había ninguna foto de mi cara o la de Víctor.