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Cuando desperté estaba acostado de espaldas en una mesa con herramientas

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Cuando desperté estaba acostado de espaldas en una mesa con herramientas. La cabeza me dolía tremendamente, todo giraba alrededor. Me habían sacado la remera y podía ver un moretón negro, violáceo y amarillo que se esparcía por el costado derecho de mis costillas.

No importaba si había estado acostado y durmiendo, me desperté cansado de estar consciente como si tan solo un segundo en el mundo real me bastara para agotarme.

—¡Despertó! —chilló la voz de Papel.

Yun y Cet, ya vestidos, gracias al cielo, se precipitaron hacia mí, todos me rodearon, había varias versiones de ellos girando por la habitación. Parpadeé y las imágenes se ajustaron a una sola, Papel estaba sentado en el borde de la arrugada placa de madera, sus muletas estaban colgadas de un gancho que había en el canto.

—No tienes nada roto, creo que solo son magulladuras internas o tal vez una fisura —Me chequeó Yun—. Pero si quieres podemos ir hosp...

—Olvídalo —mascullé sentándome sobre la mesa y agarrándome la cabeza con las manos, podía lidiar con algo roto, sólo debía tener menos movimiento que el de antes.

—¡Eso fue sensacional! ¡Jamás había visto que alguien derrotara a miembros de la manada Olimpo, y mucho menos un humano! —Papel arrojaba chispas de alegría por los ojos—. ¡Y con plata! No veo la hora de contárselo a mis amigos.

—Mmm —dudó Yun—. No sé si sea buena idea contarlo —Abrió la boca y sin separar los dientes susurró—. Hay un asunto ilegal de por medio.

—Por parte de Neso créeme que nadie lo sabrá —comentó Cet un poco alicaído porque él y nuestra prima solían ser muy amigos antes—. Seguramente la tratarán los médicos de la manada, ni siquiera la llevarán a alguna clínica porque tendrán que explicar lo que pasó.

Yun estaba acariciándose su única oreja como si temiera haberla perdido sin darse cuenta.

Pensé en el rostro deformado de Neso y me estremecí, era cierto que no sentía culpa alguna de lo que había hecho, de tener una segunda oportunidad lo repetiría, pero no le daría oportunidad de atacarme.

Aunque mi hermano se mostraba un poco afligido yo no podía estarlo. De mi antigua vida la única que persona que realmente había podido querer era a Ceto, a ninguno de mis otros familiares podía cogerle cariño, ni siquiera cuando vivía con ellos. Y al principio tampoco estimaba mucho a Ceto, sólo comprendí que de verdad lo quería el día del hielo.

—¿No les parece extraño que el señor Onza haya desaparecido la misma noche que el humano se metió en el restaurante? —preguntó Yun, cruzándose de brazos.

—¿Tú crees que los humanos lo hayan matado? —inquirió Cet.

Negué con la cabeza.

—Ya ves lo que me hizo Neso —dije señalando mi pecho—. ¿Cómo fue? ¿Uso el puño?

La ciudad de plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora