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Querido Hydra Lerna:

Le rogamos que reconsidere nuestra invitación y que no se lo comente a nadie más allá de lo estrictamente necesario. No podremos enviar más mensajeros y este será nuestro último intento de contacto.

Lo esperamos esperanzados.

Con aprecio.

Los humanos de la Ciudad de Plata.

—No inventes —susurró Mirlo—. Primero tu madre nos coloca un detective y ni siquiera lo notamos y ahora esto ¿Tan tontos somos? Digo, me sorprende que no nos hayan pasado por alto más veces en la vida ¡Un humano en el mismo restaurante!

 Yo estaba mudo del asombro, sosteniendo la carta en mis manos, los árboles goteaban los últimos regueros de la lluvia y la calle mojada hacía resplandecer la correspondencia. Se oían los grillos y algunos animales nocturnos ululando entre la maleza. Mirlo estaba callada, meditando.

 —Cuando salimos al receso, debe haber sido allí cuando metieron la carta —dedujo ella—. Sólo había tres personas en Gornis a esa hora, el anciano, el detective y la montaraz loca.

 —¿Tú crees que sea la mujer? Dijiste que olía raro.

 Mirlo negó con la cabeza.

 —No, lo dudo, escuché que hablaba sola y decía tonterías.

 —¿El anciano? —pregunté.

 —No creo.

 —¿Estás diciendo que el detective de mi mamá es un humano? —pregunté.

 Ella lo pensó y negó con la cabeza.

 —No pero el detective de tu madre habrá visto a alguien acercarse ¿O no? Si alguien vio a la persona que entró a Gornis y se coló por la cocina entonces él fue. Se supone que su trabajo es ser observador. Sólo debemos preguntarle mañana.

 Asentí.

 —Qué lista eres.

 Ella sonrió con suficiencia y luego se mordió el labio como si pensara en más cosas. No se le iba a olvidar fácil que un humano había estado a menos de diez metros esa noche y ni siquiera se había percatado. Iba a tirar el sobre en la cuneta que delineaba la carretera, pero ella colocó una mano sobre mi muñeca y negó nuevamente con la cabeza.

 —Guarda toda la plata que puedas. La necesitarás de ahora en adelante si estarás rodeado de tantos problemas.

 No había palabras más ciertas.

La ciudad de plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora