Capítulo 50

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Narra Vanesa

- ¡Hoy es el día hermanita! - Dijo Antonio a la par que entraba en la habitación sonriente.

Por fin me dejaban irme a casa después de estar dos semanas ingresada, y la verdad es que me moría de ganas, las paredes blancas de esta habitación ya comenzaban a asfixiarme y me sentía bastante agobiada.

- ¿Tienes ganas? - Me preguntó haciéndose un hueco en la cama junto a mí.

Suspiré.

- No sabes cuantas. - Sonreí por un momento y después agaché la cabeza un poco seria.

- ¿Y qué es lo que te pasa entonces? con esa cara cualquiera diría que no quieres irte - se incorporó para mirarme de frente - ¡No me digas que te has fijado en alguna enfermera! - Sonrió de medio lado y yo no pude evitar soltar una carcajada tras su comentario - ¿Es eso pillina? - rió también.

- No, no es eso idiota.

Tragué saliva, Antonio poco a poco dejaba de reír y me agarró de la mano. Le miré y suspiré.

- Es que tengo miedo. - Dije casi susurrando y cogí aire para continuar. - Miedo a enfrentarme a todo lo que vendrá una vez salga de aquí, a no ser capaz de recordar nada más.

- Escucha Vane - Me agarró de la barbilla para que le mirase. - En una semana has recordado muchísimas cosas, vas a recordar todo, y a todos, no lo dudes y estate tranquila, que no estás sola en esto, ni en nada. - Le sonreí y me abrazó.

La puerta de la habitación se abrió interrumpiendo nuestro abrazo, eran el doctor, Ana y mi madre, que entraban con una silla de ruedas.

No me hacía nada de gracia tener que usarla, pero dadas las circunstancias no me quedaba otra opción.

El doctor me dió todas las instrucciones a seguir para la curación tanto del brazo como de la pierna, además de decirme que días tenía que ir con el fisioterapeuta.

Con ayuda de Antonio me senté en la silla y bajamos hasta la entrada.

- Vanesa prepárate - Dijo Ana.

- ¿Qué? ¿Para qué? - la miré desconcertada.

- La prensa está fuera, no sabemos cómo, pero se ha infiltrado la noticia sobre tu accidente y están esperando a que salgas. - Abrí los ojos como platos.

- Yo... - me empecé a poner nerviosa, Ana se acercó a mi y me dió la mano sonriendome.

- Tranquila, será rápido, además, recuerda; siempre juntas. - Me guiñó el ojo y cogí aire antes de perderme entre todo aquél barullo de gente.

- ¡Vanesa! ¡Vanesa!

- ¿Que puedes decirnos sobre tu accidente?

- ¿Cómo te encuentras?

Los flashes me cegaban, habían luces por todos lados, de no ser por los de seguridad no sé cómo habríamos pasado.

-¡Vanesa!

Aún escuchaba mi nombre a lo lejos, me giré en la silla como pude para mirar hacia atrás, me dió la sensación de tener un dejavú al ver a todos los periodistas ahí parados frente a la puerta del hospital, pero no conseguía recordar ningún momento similar.

Llegamos por fin al coche de Ana, me ayudaron a sentarme de copiloto y me pusieron el cinturón, el coche estaba aparcado en zona privada por lo cual la prensa no se podía acercar, de repente noté como se me comenzó a acelerar el corazón, miré hacia los asientos de atrás, donde estaban mi madre y Antonio colocándose el cinturón y hablando entre ellos, me recosté sobre mi asiento y miré a Ana que estaba a mi lado, a la par que notaba cómo una lágrima caía por mi mejilla.

Yo, más yo que nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora