Primera Parte: Semidiosa.

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Cassandra tiene frío.

Dioses, tiene tanto frío, ni siquiera sabía que era posible que alguien tuviera tanto frío.

Escucha ecos, voces lejanas que hacen que sus oídos duelan y su cuerpo se sienta cada vez más pesado.

Su cuerpo pesa, duele, está frío y está agotada. Pareciera que lleva una eternidad intentando que su rostro se hundiera en el frío que parecían miles de agujas a su alrededor.

Tiene sueño. 

Sus ojos pesan mucho, y está cansada.

Es demasiado vieja para estar peleando por un vida que ya ha durado demasiado.

Cierra los ojos, y deja de pelear con el agua.

Cuatro meses antes.

—Hola,— Perséfone estaba en la puerta del dormitorio de Nico, que estaba empacando unas cosas desde su dormitorio del Inframundo para luego irse al campamento mestizo,— ¿Ya te vas?

—Si,— Responde él, sin voltear a mirar a su madrastra,— Ya casi.

El silencio incómodo se instala entre los dos, y no es sino hasta que Nico se echa el bolso al hombro que Perséfone vuelve a hablar.

—Nico, —Se acerca a él,— necesito hablar contigo.

—¿Qué pasa?

—¿Puedo?— La mano pálida de Perséfone se extiende en dirección a Nico, que la mira con algo de desconfianza,— Por favor.

El hijo de Hades, y su antigua amante, extiende su brazo en dirección a ella, que suavemente sostiene el brazo cubierto por la manga de una playera, colocando su mano más arriba del codo. Desliza la tela lentamente, hasta el codo. Ante ella ahora está el brazo desnudo de Nico, con la manga hasta el codo, la piel pálida está cubierta de cortes echos ha diestra y siniestra, algunos más profundos que otros y ninguno realmente cicatrizado. La diosa coloca lentamente la palma de la mano sobre el brazo lleno de cortes rojizos. 

—Nico,— Murmura ella, mirándolo fijamente,— Tengo una pregunta.

—¿Qué?— Responde él, sin mirarla.

—¿Cómo haces que un monstruo deje de sentirse tan monstruoso?

Él no responde en un principio, pero ella tampoco habla ni parece tener intenciones de hacerlo.

—¿Cómo?

—Le das algo que pueda sostener en la palma de su mano sin destrozarlo,— Responde ella, mirándolo con ojos casi soñadores,— Le das algo dulce, y le dices que lo conserve.

—¿De qué estás hablando?— Limpia una lágrima de su rostro antes de que caiga por completo.

—Lavas la sangre de sus manos. Dices su nombre, una y otra vez, como si fuera algo absoluto,— Ella entonces deja ir su brazo, donde ya no hay cicatriz. Nico pasa de forma mecánica su otro brazo, y ella repite el proceso algo lento, pero efectivo,— Lo perdonas.

Se quedan allí unos segundos, hasta que Nico murmura una agradecimiento.

—Quiero que dejes de hacerte daño, Nico,— Responde ella, con voz calmada,— No voy a volver a curar tus heridas.

Nunca va a curarlas, no del todo. No las más profundas.

No dice nada más. El hijo de Hades, en silencio, se marcha por las sombras.

Perséfone sale del dormitorio. Mira hacia arriba, y piensa que probablemente Cass debe estar alistándose para irse al campamento mestizo.

Probablemente se conocerían, su hija e hijastro. Ojalá se vayan a llevar bien.

Granada | Fruta Prohibida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora