FINAL.

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>POCHÉ<

Su voz retumbaba en mi cabeza una y otra vez mientras el pulso se me detuvo, Calle seguía detrás mío aguardando una respuesta mientras los textos y su voz ronca amenazante estaba impregnada en mi mente.

La decisión que tomes llevará a una consecuencia diferente. Si algo malo sucede será tu culpa, María José.

El recuerdo de su voz me hizo estremecer.

Las lágrimas seguían corriendo por mi rostro, pero no eran de alegría, mis manos comenzaron a temblar sin mi consentimiento mientras el nudo en mi garganta fue apretado con fuerza y pareciera ahorcarme.
No tenía el valor para darme la vuelta y mirarle directo a los ojos.

No...- Susurré. Cerré mis ojos con fuerza como si eso me fuera a hacer desaparecer.

¿Poché?- La voz de Calle ahora sonaba al frente mío, no abrí los ojos y me lleve las manos a la cara.- Gorda ¿Qué sucede?

Se notaba preocupada, de pronto más voces se hicieron presentes al rededor mío.

Poché ¿te encuentras bien?- Las palabras de Vale me hicieron saber que se encontraba a mi lado izquierdo.

Abrí los ojos lentamente mientras enfocaba la mirada, las lágrimas habían cubierto mis ojos haciéndome imposible distinguir de inmediato, comencé a llorar con más desenfreno.- No...- Repetí esta vez más audible que la anterior.- Perdón.

Miré a Calle, estaba justo frente a mi, sus ojos comenzaban a ser cubiertos con una fina capa de lágrimas mientras notaba su cuerpo temblar, tragué con dificultad. Tomé la mano de Valentina y comencé a correr fuera de ahí siendo seguida por mi hermana menor que yo continuaba sosteniendo.
Las lágrimas rodaban por mis mejillas sin control, un dolor en mi pecho comenzaba a hacerse presente causándome asfixia, corría sin detenerme a pesar de escuchar los gritos de Vale, yo tan solo la sujetaba con firmeza y continuaba moviendo mis pies a un ritmo desesperado con el objetivo de llegar a cualquier otro lugar.
Cuando llegamos a una gasolinera me detuve y recargué la espalda contra un muro de la misma mientras soltaba mi agarre de Valentina.

¿Puedo saber qué haces?- Su tono de voz sonaba confundido, apenas lograba hablar debido a la falta de aire.- ¡Responde Poché!

Me deslicé por el muro hasta caer sentada, llevé las manos a mi rostro y comencé a llorar, gritar y maldecir sin límites. Los ojos me ardían por tantas lágrimas, los pulmones me quemaban debido a la falta de oxígeno y el puto dolor en el pecho estaba matándome.
Mi garganta estaba siendo desgarrada por cada grito incontrolable que salía a causa de mi dolor.

Poché.- Vale se sentó a mi lado y me tomó en sus brazos.- Todo está bien...- Susurró mientras acariciaba mi espalda.

Decidí quedarme más tiempo en sus brazos sin importar la hora, el lugar o las condiciones, necesitaba dejar salir todo lo que estaba sintiendo por dentro.
Ese momento bastó para dejar de ser fuerte ante Vale. Luego de la pérdida de mamá siempre me mantuve de pie, me negaba a derrumbarme o a tan siquiera llorar porque sabía que ella me necesitaba, no podía consolarla cuando ni siquiera yo tenía consuelo. Millones de veces me tragué el dolor estando frente a ella, aguanté y sentí las lágrimas arder en mis ojos a causa del sufrimiento, pero ni una vez me permití lucir débil. Hasta cuando la noche llegaba, todo estaba oscuro, Vale y papá dormían mientras los recuerdos de mamá me abrumaban, su voz, su letra, sus caricias, su amor, su sobreprotección, todo llegaba a mi cabeza y entonces el llanto se volvía incontrolable, me aferraba a una almohada con el fin de silenciar mis gritos mientras el llanto se intensificaba.

Luego de cierto tiempo me puse de pie, limpié las lágrimas restantes en mi rostro con las manos y le indiqué a Vale que debíamos irnos.

¿Y ya?- Cuestionó mirándome molesta.- Poché acabas de dejarla allá. Destruida.

¿Acaso no me viste romperme hace unos segundos?- La miré directo a los ojos.- Debemos irnos de aquí.

Respiré pesadamente tragándome las inmensas ganas de tirarme a llorar nuevamente, pedí un taxi el cual nos llevó al hotel enseguida, Vale le envió un texto a Karla para pedirle que bajara nuestras maletas y cosas mientras aguardábamos en el estacionamiento del mismo.
Era de esperarse que Calle se encontrara ahí y justo ahora me sentía demasiado frágil para mirarle a esos ojos avellana que tanto amaba, sabía que si la tenía frente a mi nuevamente no soportaría el incesante dolor y decidiría correr a sus brazos buscando consuelo.

Mientras permanecíamos en el estacionamiento saqué mi celular y envié un texto rápido, la confirmación del vuelo había llegado así que en cuanto Karla apareció con nuestras maletas ambas nos dirigimos de prisa al aeropuerto.
Mientras despegábamos sentía mis ojos arder, las lágrimas no se habían detenido ni un solo segundo, corrían por mis mejillas con menos abundancia pero permanecían saliendo.
Miré la hora en mi celular, las 12:00 am, coloqué mis audífonos y miré a Vale a un lado mío.

No comprendo tus razones, pero espero algún día me lo expliques.- Dijo y tomó mi mano, planté un beso sobre su frente mientras el llanto comenzaba a hacerse presente de nuevo.

Desvié la mirada hacia la ventanilla logrando ver como el avión despegaba tomando rumbo hacia el cielo, llevé una de mis manos a mi pecho con la intención de calmar un poco el dolor y de pronto lo sentí.
Aquel accesorio metálico colgando de mi pecho, bajé la vista y me encontré con ese planeta que tanto significado había dado a la noche, tragué con dificultad nuevamente intentando que el nudo en mi garganta se deshiciera pero parecía imposible.
Miré nuevamente por la ventanilla y cerré los ojos esperando que todo se desvaneciera, que el viento se llevase este horrible día para que pudiese abrir los ojos nuevamente y encontrarme con su sonrisa.

Ciertamente, el enamorarse trae consecuencias, abrir tu vida a alguien siempre parece un hecho aterrador, tal vez para algunas personas más que para otras.
Permitir que alguien conozca tus miedos, tus inseguridades, los puntos más débiles de tu existencia y aun así tener la confianza suficiente de entregárselos, mirar a esa persona y pensar...

Tú jamás me harías daño.

Y sin duda ese calor en el pecho, la energía que recorre tu espina dorsal haciéndote estremecer, los nervios que aturden tus sentidos, el revoloteo de las mariposas en el estómago en conjunto se vuelven la mayor de las adicciones, verla sonreír y que todo esto te provoque volar se vuelve hermosamente adictivo.
Sientes de pronto ese miedo, te sientes vulnerable, desprotegido, abierto ante esa persona, pero no te aterras, permaneces feliz. Porque ella te hace feliz y, aunque sabes que terminarás con un corazón roto te aferras a ese amor, a esa felicidad, te aferras a sentir aquel calor en tu pecho cada mañana.
¿Por qué?
Porque... ¿Qué importa si te rompe el corazón la persona que te lo arregló?

Luego de toda esta reflexión acerca del amor, me detuve un segundo a pensar en Daniela, recordar su hermosa sonrisa la primera vez que la vi, la seguridad que desprendía al caminar logrando cautivar a todos en su entorno, sus cálidos labios, la manera en que sus manos siempre se encontraban tibias a diferencia de las mías que permanecían frías.
Y tal vez fue por eso que encajamos tan bien... un poco de su luz resplandeciente siempre permanecería dentro de mi inmensa oscuridad, mientras que una parte de mi frialdad se quedaría a acompañar todo el calor en su interior.

Yo estaba destrozada luego de la partida de mi madre, mi corazón estaba dañado por abandonar a mi familia en Colombia, todo a mi al rededor parecía destruirse y llegué a ese plantel esperando reconstruirme.
Daniela Calle curó mi corazón... y fue un placer que fuese destruido en su nombre...



Fin.

Amores pasajeros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora