4.|| Tres golpes, una pausa

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La semana había sido una verdadera tortura

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La semana había sido una verdadera tortura. Desde la impotencia de no poder hablar con nadie más y del inmenso aburrimiento en clase por no poder participar ni poder distraerse con el resto de sus compañeros, hasta la desesperación por ser incapaz de articular palabra y expresarse. En verdad McGonagall se había ingeniado un muy buen castigo, dando en uno de los puntos más débiles de los chicos quienes definitivamente se lo pensarían dos veces antes de cometer alguna estupidez, aunque el verdadero asunto era que los problemas no siempre los ocasionaban ellos, estos solían seguirlos.

Además de las múltiples fotografías que los cotillas habían tomado para inmortalizar el castigo, de los vociferadores que Draco había enviado carcajeándose por su hija o los puntos que perdieron sus casas por no responder preguntas en clase no mejoraban su estado de ánimo; por si fuera poco, el mal humor que los había invadido constantemente la última semana los había llevado a "discutir" más de la cuenta. Por fortuna, sus "enojos" no duraban mucho más de dos horas, porque 120 minutos separados era mucho para ellos.

Lo único positivo de todo su alboroto había sido que inventaron un lenguaje muy sencillo a base de golpes y señas. Cada uno agregó una seña indispensable en su vocabulario, como los insultos de Maddie, por ejemplo, que sustituyó un '¡excelente, idiota!', con dos palmaditas seguidas de mostrar el dedo del corazón. era un golpe, No eran dos. Lysander ingenió un 'tengo hambre', James un 'estoy harto' y Mackenzie un 'tengo sueño'; asimismo, como Minerva les había prohibido pasar demasiado tiempo juntos durante el día mientras durara su castigo, descubrieron que las escapadas nocturnas eran una grandiosa idea.

Lo único negativo era que el camino de las mazmorras a la torre de Gryffindor era largo, Maddie era floja y los otros tres chicos, muy lentos, así que idearon algo mejor: buscarse usando escobas.

Como las chicas eran un tremendo asco para el susodicho deporte, eran los muchachos quienes iban a buscarlas. Tocaban a su ventana por otro código muy sencillo que habían inventado: tres golpes, pausa, un golpe, pausa, dos golpes. Era simplemente para que supieran que se trataba de ellos, y así podían irse los cuatro a cualquier lugar.

Así fue el primer día después de su castigo, y la carta que inauguró la calma antes de la tormenta llegó a Madison a través de una lechuza, guardada en un perfecto sobre blanco cerrado con el sello de la familia Malfoy.

A Maddie le temblaban las manos. Las letras de la carta habían comenzado a borrarse por la lagrimas que cayeron sobre el papel y escurrían sin parar por el rostro de la Slytherin. Respiró hondo, trató de calmarse, pero no fue suficiente para engañarse a sí misma y decir que aquellas cosas no le afectaban.

Eran detalles, siempre muy pequeños, pero nunca había sido capaz de entender por qué la lastimaban tanto.

-Tremenda cobarde que eres, Madison -se dijo a sí misma con desagrado, limpiándose las lágrimas.

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