MAA | ❝ No subestimes las consecuencias de ser un imán de conflictos. No es que no sea divertido, pero... sopesa tus posibilidades, tanto buenas como malas. Al final, la agonía, la sangre, las sonrisas y las pesadillas terminan siendo sólo recuerdo...
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Cuando llamaron a la puerta de la cabaña, no había logrado que Mackenzie dejara de removerse con incomodidad ante la idea de utilizar a su amigo de esa forma. Maddie la miró con una ceja arqueada y una media sonrisa divertida, pero no dijo nada.
Hagrid tardó unos segundos en contestar, aunque ni siquiera se acercó hasta la puerta sino que gritó desde adentro de la casa que pasara quienquiera que estuviese tocando.
―Hola, Hagrid ―saludaron ambas chicas al unísono.
El semi gigante tenía unos guantes cocina puestos y un mandil floreado. Al verlas sonrió ampliamente, abandonado sin preámbulo su sesión culinaria.
―Gracias ―murmuró Mackenzie tomando asiento en una de las sillas que tenía alrededor de la mesa. Maddison hizo lo mismo.
―Hace tiempo que no se paseaban por aquí ―tomó una bandeja de galletas que tenía y se las ofreció, olvidando por completo que había dejado la estufa prendida―. ¿Y los chicos?
―Practicando para mañana ―contestó Maddie mirando las galletas con recelo―, ya sabes que se vuelven locos con el Quidditch.
—¿Entonces están aquí evitando su entrenamiento?
―Algo así. En realidad, tenemos una pequeña duda.
Mackenzie se relamió los labios antes de comenzar a hablar.
―El otro día, James me contaba sobre el origen de la capa de invisibilidad ―la castaña miró a sus dedos y se removió algo incomoda por la mentira—... y también me habló sobre las reliquias.
—Un tema peligroso, chicas —murmuró Hagrif comenzando a incomodarse. Atentó con ponerse de pie e irse de ahí, pero Maddie alcanzó a poner una mano sobre su brazo y detenerlo.
—¿Qué sucedió después de que Harry dejara la piedra en el bosque? ―preguntó Mack yendo directo al punto. La expresión de Hagrid se transformó por completo y esbozó una pequeña mueca que resaltó las arrugas alrededor de sus ojos. De pronto se veía muy viejo.
―Se perdió —contestó pensativo mientras se rascaba las canas de la barba―. Nadie ha logrado encontrarla después de eso.
―¿O sea que la han buscado? ―inquirió Maddison de inmediato.
—Hubo muchos, Maddie. Muchos enloquecieron buscando los pedazos de la varita de saúco, muchos otros pasaron meses buscando la piedra, pero nunca nadie la encontró.
—¿Pero por qué las buscaban? —insistió Mackenzie.
—La mayoría por poder, por dinero o riqueza, algunos buscaban la piedra para buscar revivir a alguien —se cruzó de brazos y cerró los ojos con fuerza. Las chicas hicieron una mueca insatisfechas con la escasa información que el semi-gigante les estaba proporcionado. Estaban por darse por vencidas y despedirse cuando comenzó a hablar otra vez.