7:|| Palabras al aire

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Una tarde de inicios de otoño, los cuatro caminaban juntos por Hogsmeade

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Una tarde de inicios de otoño, los cuatro caminaban juntos por Hogsmeade. Recién habían regresado de vacaciones de verano y Mackenzie aún tenía unos cuantos raspones en la cara tras haber dejado su casa. Sus amigos sabían de antemano que no estaba en ellos hacer nada por detener a su padre de los abusos físicos y psicológicos que causaba en su hija, pero la idea de que incluso después de tantos años ella todavía tuviera los fantasmas de los golpes sobre la piel hacía que los tres hirvieran en rabia. Sin embargo, ella había pedido que por favor no mencionaran el tema.

Esa tarde de regreso en Hogwarts, durante el camino a dejar a Maddie a su Sala Común, Mack recibió una carta de emergencia: Abby, su hermana mayor, estaba en el hospital; se había desmayado mientras cenaba y la tenían que internar para asegurarse de que el cáncer no hubiese avanzado. Las manos de Mackenzie temblaron y sus piernas se vencieron por un momento; no pudo evitar que todos se diesen cuenta de que algo iba mal, pero Mackenzie era valiente y por su hermana siempre lo sería el doble, así que cogió fuerzas para decirles a sus amigos que estaba bien y que la noticia sólo la había tomado desprevenida.

Ninguno de los tres se tragó la excusa porque sabían de sobra cómo era Kenzie, así que se rehusaron a dejarla sola, aún cuando ella les insistía que no debían. Esa noche buscaron la Sala de Menesteres que instante se mostró ante ellos con cuatro camas para que pudiesen pasar la noche, y así fue como Mackenzie terminó por rendirse y lloró hasta caer dormida. Sus amigos la cuidaron por turnos.
Desde entonces, cada que había una emergencia los cuatro pasaban la noche ahí, y sólo se cuidaban entre ellos.

Así mismo lo hicieron cuando Maddison recibía noticias de su abuelo, o aquella vez que Molly había caído de las escaleras y se había roto la cadera, incluso cuando Lysander recibió noticias sobre su madre y la pésima relación con su padre.

No era algo habitual y la sala no solía aparecer a menos que de verdad fuera necesario, así que no podían abusar de ello. Siempre se necesitaban entre ellos, pero sólo en emergencias podían acudir a esa solución.

Y ésta en específico lo era: los cuatro de encontraban asustados, aturdidos, y no estaban seguros de si querían pasar la noche solos.

Así fue que en las penumbras del castillo se deslizaron hasta la sala que ya estaba lista y esperando por ellos cuando llegaron. Entraron y de inmediato todos soltaron un suspiro de alivio, agradeciendo a Merlin por sentirse a salvo entre esas cuatro paredes. Maddison se dejó caer sobre una de las camas y Mackenzie se sentó a su lado.

-No tienes por qué fingir que no te afecta -le susurro la castaña como un secreto. Maddison solo arrugó la nariz y le dio la espalda para acostarse.

Era verdad, la tenía aterrada. La palabra «maldición» de por sí era fuerte e implicaba muchas cosas, pero para ella significaba aún más. Alguien había lanzado una sobre su abuelo que lo tenía postrado en una cama, vacilando entre la vida y la muerte, quitándole el aliento a los que lo querían una y otra vez. Era un bucle sin fin, todo por la palabra «maldición». La odiaba con todo su ser.
Esa misma molestia la había llevado a investigar absolutamente todo respecto a ella con tal de averiguar lo que le había pasado a su abuelo, por eso mismo sabía que una maldición era muy difícil de conjurar, pero si lo sabías hacer, basta tan solo con decir una palabra para arruinar la vida de alguien.

Memories after allDonde viven las historias. Descúbrelo ahora