New York: 4 de septiembre de 1969.
Los cazadores se acercaban para la matanza. Dos mil años antes en la Antigua Roma, la contienda hubiera tenido lugar en el Circo de Nerón o en el Coliseo, en donde leones voraces, se acercarían cautelosamente a la víctima en un ruedo de arena y sangre, impacientes por despedazarla.
Pero esto sucedía en el civilizado siglo veinte y el Circo tenía por escenario el edificio de los Tribunales del Crimen de Manhatann, en la sala número 16 del Tribunal. Allí no había ningún Suetonio para hacer la crónica de los hechos para la posteridad, pero en cambio había muchísimos miembros de la prensa y visitantes atraídos por los titulares de los periodícos sobre el juicio por asesinato, que hacían cola fuera de la sala del tribunal a las siete en punto de la mañana para conseguir asiento.
Adrien Agreste, la presa, sentado en el lugar del acusado, silencioso, era un hombre buen mozo de unos treinta años. Alto y delgado, con un rostro al que la angulosidad le daba una apariencia fuerte y severa. El pelo rubio claro desordenado por rebelde, una prominente barbilla y ojos profundamente hundidos de un llamativo color verde esmeralda. Llevaba un traje negro hecho a medida, una camisa blanca con una corbata azul oscuro de seda y pulcros zapatos hechos a medida. A no ser por sus ojos, que constantemente recorrían la sala del tribunal, Adrien Agreste estaba inmóvil.
El león que lo atacaba era Gabriel Agreste, el apasionado Fiscal del distrito de New York en representación del pueblo. Si Adrien Agreste irradiaba quietud, Gabriel Agreste emitía dinamismo, un hombre de los que van por el mundo pensando que llegan cinco minutos tarde a una cita. Estaba en constante movimiento, peleando con sombras de adversarios invisibles. Era de alta estatura y cabello ordenado. Gabriel había boxeado en su juventud y llevaba los rastros en su nariz y en la cara. Una vez había matado a un hombre en el ring y nunca se arrepintío de ello. En los años siguientes sin embargo tuvo que aprender a tener compasión. Gabriel Agreste era un hombre ferozmente ambicioso que había luchado sin ayuda, sin dinero o relaciones que lo auxiliaran hasta llegar a su actual posición. Durante su ascenso había asumido la apariencia de un civilizado servidor del pueblo, pero por debajo era un luchador de clase baja, un hombre de los que ni olvidan ni perdonan. En circunstancias ordinarias, el fiscal Gabriel Agreste no hubiera estado ese día en la sala del tribunal. Tenía un numeroso grupo de colaboradores y cualquiera de sus asistentes principales hubiera podido llevar adelante ese caso. Pero Gabriel supo desde el comienzo que el caso Adrien lo manejaría él mismo.
Adrien Agreste era primera plana en las noticias, yerno de Mendoza, capo di capi, cabeza de las más numerosas de las cinco Familias de la Mafia del Este. Alexander Mendoza estaba envejeciendo y se decía que Adrien Agreste estaba preparado para ocupar el lugar de su suegro. Adrien había estado complicado en docenas de delitos que abarcaban desde la mutilación al asesinato, pero ningún fiscal tuvo nunca la posibilidad de probarle algo. Los testigos tenían la costumbre de desaparecer o volverse amnésicos. Gabriel paso tres frustantes años tratando de juntar evidencias contra Adrien, encontrando siempre una pared de aterrorizado silencio por parte de las víctimas de Adrien Agreste. De pronto, Gabriel tenía suerte. Nino Lahiffe, uno de los soldati de Adrien, había sido atrapado por un asesinato cometido durante un robo. A cambio de su vida, Nino estuvo de acuerdo en ''cantar''. Fue la música más maravillosa que Gabriel hubiera oído jamás. Una canción que iba a poner de rodillas a la más poderosa Familia de la Mafia del Este, enviar a Adrien Agreste a la silla eléctrica, y ascender a Gabriel Agreste a la oficina del gobernador en Albany, Otros gobernadores de New York habían llegado a la Casa Blanca: Martín Van Burén, Teddy Rossevelt y Franklin Rossevelt. Gabriel Agreste se proponía ser el quinto. El momento elegido era perfecto. Las elecciones para gobernador eran en noviembre, dentro de dos meses. Gabriel fue propuesto por el jefe político más poderoso.
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La venganza de los ángeles (+18) ©
FanfictionArtículo 1º: Honor y dignidad de la profesión: El abogado debe cuidar el honor y dignidad de la profesión-Código de ética profesional de la escuela de abogados. Marinette Dupain-Cheng está por iniciar su profesión. Todo era nervios en aquel juicio e...