Capitulo 30

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La repentina desaparición de Marinette Dupain había creado toda clase de rumores en los estudios de abogados de Manhattan. Cuando la noticia se convirtió en el comentario de que Marinette había vuelto, el interés  fue enorme. La recepción que Marinette recibió la mañana que siguió aumentando porque los abogados de otras oficinas pasaron a saludarla. Ibara, Dan, Ted colgaron carteles que decían Bienvenida. Además había champagne y torta.

-¿A las nueve de la mañana?-Protestó Marinette. Pero ellos insistieron.

-Esto ha sido una locura sin ti-Le contó Dan Martin-¿No estarás pensando en hacerlo de nuevo, no?

Marinette lo miró fijo y le contestó.

-No. No pienso hacerlo de nuevo.

Visitantes inesperados llegaban para asegurarse de que Marinette estaba bien y para desearle la bienvenida. Ella detenía todas las preguntas sobre dónde había estado con una sonrisa y un ''No podemos decirlo''. Tuvo reuniones con los miembros de su oficina durante todo el día. Se acumularon sientos de llamados teléfonicos.

Cuando Luka Couffaine se quedó solo con Marinette en su despacho le dijo:

-¿Sabes quien nos ha vuelto locos tratando de dar contigo?-El corazón de Marinette se aceleró.

-¿Quién?

-Adrien Agreste.

-Ah.

-Es un ser extrañadísimo. Como no podíamos decirle donde estabas nos hizo jurar que estabas bien.

-Olvídate de Adrien Agreste-Marinette se dedicó a ver todos los casos que habían manejado en la oficina.

Los negocios eran excelente. Tenían una cantidad de nuevos clientes importantes. Algunos de los clientes antiguos se habían negado a que los atendiera otro y la esperaban a ella.

-Los llamaré lo más pronto que pueda-Prometió Marinette. Se dedicó al resto de los mensajes teléfonicos.

Había como una docenas de llamados del señor Nathaniel. Quizás ella debió haberle hecho saber a Nathaniel que estaba bien, que no le había pasado nada. Pero sabía que no podría soportar el oír de se voz, sabiendo que estaba cerca pero que no podía verlo, tocarlo, abrazarlo. Que no podía hablarle de Louis.

Ibara había separado nuevas notas que pensaba que podían ser interesantes para Marinette. Toda una serie de una agencia peridística sobre Adrien Agreste, en la que se lo llamaba el jefe más importante de la Mafia del país. Había una fotografía de Agreste con un epígrafe que decía: Soy solo un vendedor de seguros.

A Marinette le tomó tres meses el poder ponerse al día con el amontonamiento de casos que tenía. Hubiera podido hacerlo con más rapidez, pero insistía en abandonar la oficina todos los días a las cuatro de la tarde, no importaba que compromisos tuviera. Louis la estaba esperando.

Por las mañanas, antes de irse a la oficina, Marinette le daba el desayuno a Louis y pasaba el mayor tiempo posible jugando con él antes de irse. Cuando Marinette volvía a casa a la tarde, dedicaba todo su tiempo a Louis. Se obligaba a sí misma a dejar todos sus problemas de trabajo en la oficina y no aceptaba los casos que podrían apartarle de su hijo. Dejó de trabajar los fines de semana. No dejaría que nada se entrometiera en su mundo privado. Le encantaba leerle en voz alta. La señora Watson protestaba.

-Es una criatura, señora Dupain. No entiende una palabra de lo que usted dice.

-Louis entiende-Contestaba Marinette confiadamente. Y seguía leyendo.

Louis constiuía una serie de infinitos milagros. Cuando cumplió tres meses empezó a hacer caricias y tratar de hablar con Marinette. Se entretenía solo en su cunita con una gran pelota con campanillas y un conejo de juguete que le regaló Luka. A los seis meses trataba de salir de su cunita, inquieto por descubrir el mundo. Marinette lo tomaba en sus brazos y él le tomaba los dedos con sus pequeñas manos y mantenían largas y serias conversaciones.

Los días de trabajo de Marinette eran plenos. Una mañana recibió una llamada de Philip Redding, el presidente de una  gran corporación de petróleo.

-Me gustaría que nos encontráramos-Le dijo-Tengo un problema-Marinette no tenía que preguntarle de qué se trataba. Su compañía había sido atacada de pagar sobornos para conseguir negocios en Medio Oriente. Los honorarios serían altísimos por ese caso, pero Marinette simplemente no tenía tiempo.

-Me dijeron que no podía aceptar un no como respuesta-Contestó Philip Redding.

-¿Quién se lo dijo?

-Un amigo mío. El juez Jordan Barret-Marinette oyó el nombre con incredulidad.

-¿El juez Barret le dijo que me llamara a mí?

-Dijo que usted era la mejor, cosa que yo sabía-Marinette sostenía el teléfono en su mano, pensando en sus anteriores experiencias con el juez Barret, estaba segura de que él la odiaba y quería destruirla.

-Muy bien. Tomemos juntos el desayuno mañana-Decidió Marinette. Después que cortó, llamó al juez Barret. Una voz conocida le llegó a través del teléfono.

-Bien. Hace tiempo que no hablaba con usted jovencita.

-Quería agradecerle por haberle dicho a Philip Redding que me llamara.

-Quería estar seguro de que iba a estar en buenas manos.

-Se lo agradezco, su Señoría.

-¿Le gustaría cenar con un anciano una de estas noches?-Marinette fue tomada por sorpresa.

-Me encantaría comer con usted.

-Muy bien. La llevaré a un club. Hay un montón de viejos que no están acostumbrados a ver una hermosa y joven mujer. Esto los va a estimular un poco.

El juez Jordan Barret pertenecía al Century Association en la calle 43 Oeste y cuando se encontraron para comer, Marinette se dio cuenta que lo que dijo era una broma. El comedor estaba lleno de escritores, artistas, abogados y actores.

-La costumbre aquí es no hacer presentaciones-Le explicó el juez Barret-Se supone que cada persona es inmediatamente reconocida-Sentados en distintas mesas, Marinette reconoció a Louis Auchincloss, George Plimpton y Jonh Lindsay, entre otros. Socialmente, el juez Barret era totalmente distinto de lo que Marinette había esperado. Mientras tomaban un coctel le dijo:-Una vez quise que la expulsaran del Colegio de Abogados porque pensé que usted deshonraba nuestra profesión. Estoy convencido de que estaba equivocado. La he estado siguiendo de cerca y creo que usted es una honra para nuestra profesión-Marinette estaba complacidad. Había encontrado jueces venales, estúpidos o incompetentes. Respetaba al juez Barret. Era al mismo tiempo un brillante jurista y un hombre íntegro.

-Muchísimas gracias, Su señoría.

-Fuera del Tribunal, ¿por qué no somos Barret y Marinette?

-Me encantaría, Barret-La comida era excelente y esa comida fue el principio de un ritual mensual que los dos disfrutaban plenamente.

La venganza de los ángeles (+18) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora