Capitulo 14

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Nathaniel y Marinette estuvieron juntos casi todas las noches.

La primera noche él la pasó en el pequeño y poco confortable departamento de Marinette y a la mañana siguiente le dijo:

-Nos vamos a tomar el día para encontrarte un lugar decente para vivir-Salieron juntos a buscar departamento y al anochecer Marinette dio la seña en un edificio recién hecho en Sutton Place, llamado las Torres Belmont. En el frente del edificio había un cartel que decía Agotados.

-¿Para qué vamos a entrar?-Preguntó Marinette.

-Ya verás-El departamento que alquilaron era precioso, con cinco habitaciones; un dúplex muy bien amueblado. Era el departamento más lujoso que Marinette hubiera visto en su vida. Arriba había un dormitorio principal y un cuarto de baño privado y un living con una vista magnífica del East River y de la ciudad. Había además una gran terraza, una cocina y un comedor-¿Te gusta?-Le preguntó Nathaniel.

-¿Sí me gusta? ¡Me encanta!-Exclamó Marinette-Pero hay dos problemas, querido. Primero no creo que pueda pagarlo y segundo lugar aunque pudiera, ya pertenece a otra persona.

-Pertenece a nuestra firma de abogados. Lo tenemos para visitas de importancia, les encontraremos otro lugar.

-¿Y qué me dices del alquiler?

-Yo me haré cargo. Yo...

-No.

-Es una locura, querida. Yo puedo fácilmente hacerme cargo y... quiero hacerte un regalo.

Nathaniel la tomó en sus brazos y Marinette se apretó contra él dijo:

-Ya sé lo que haré... trabajaré por las noches.

El sábado hicieron muchas compras. Nathaniel le compró a Marinette un camisón y una bata de seda y Marinette a Nathaniel una camisa. Consiguieron un juego de ajedrez y una torta de queso. Compraron un budín de frutas y libros. Además fueron al supermercado en donde Nathaniel le compró a Marinette cosas suficientes como para diez días. Comieron en un lugar a la vuelta del departamento. Se encontraban en el departamento al anochecer, después del trabajo y hablaban de lo que les había ocurrido durante el día y Marinette cocinaba mientras Nathaniel ponía la mesa. Después miraban la televisión o leían o jugaban al gin rummy o al ajedrez. Marinette preparaba los platos favoritos de Nathaniel.

-Soy una desvergonzada-Le decía ella-No quiero detenerme por nada-Nathaniel la abrazaba.

-Por favor, no lo hagas-Marinette pensaba que era algo raro. Antes de que empezaran su affaire se veían libremente.

Pero ahora que eran amantes, se cuidaban de no aparecer juntos en público, iban a lugar donde no pudieran encontrarse con amigos: pequeños restaurante a donde iban familias, conciertos de música de cámara en la Third Street Music School Settlement. Fueron a ver una nueva obra de teatro en el Omni Theatre Club en la calle 18 y comieron en la Grotta Azzurra en la calle Broome y comieron tanto que juraron renunciar a la comida italiana por un mes. Sólo que no tenemos un mes, pensó Marinette, Chloe vuelve dentro de catorce días. Fueron a The Half Note para oír jazz de vanguardia en el Village y curiosearon por las ventanas de pequeñas galerías de arte. Nathaniel era un enamorado de los deportes. Llevó a Marinette a ver un partido con los Knicks y Marinette se entusiasmó tanto con el juego que gritó hasta quedarse ronca. El domingo holgazaneaban, tomaban el desayuno en Robe de Chambre y se intercambiaban las secciones del Times mientras oían las campanas de la iglesia de Manhattan ofreciendo cada una sus propias plegarias.

Marinette miraba a Nathaniel absorto en las palabras cruzadas y pensaba: reza una oración por mí. Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal. Sabía que no podía durar. Y sin embargo, nunca había sentido tanta felicidad, tanta euforia. Los amantes viven en un mundo especial, en el que cada sensación se agranda y la alegría que Marinette sentía ahora con Nathaniel era mejor que cualquier precio que tuviera que pagar más tarde. Y sabía que iba a tener que pagarlo. El tiempo tenía una dimensión diferente. Antes, la vida de Marinette estaba dividida en horas y en citas con los clientes. Ahora su tiempo se contaba en los minutos que podía pasar con Nathaniel. Pensaba en él cuando estaba con él y pensaba en él cuando estaba lejos de él.

Marinette había leído historias sobre hombres que tenían ataques al corazón en los brazos de sus amantes y por eso puso el número del médico de Nathaniel en su libreta teléfonica al costado de la cama por si pasaba algo para poder manejarlo con discreción y que Nathaniel no tuviera problemas. Marinette estaba llena de sentimientos que desconocía. Nunca se había imaginado que le gustara ocuparse de la casa pero ahora quería hacer todo para Nathaniel. Quería cocinar para él, limpiar, ocuparse de la ropa en la mañana, cuidarlo.

Nathaniel había llevado una parte de su ropa al departamento y pasaba las noches con Marinette. Ella permanecía acostada a su lado mirándolo dormir y trataba de estar despierta el mayor tiempo posible, aterrorizada de perder un momento de ese precioso tiempo que pasaban juntos. Finalmente, cuando Marinette no podía tener los ojos abiertos, se refugiaba en los brazos de Nathaniel y se dormía sastifecha y segura. El insomnio que había perseguido a Marinette por tanto tiempo había desaparecido. Cuando se acurrucaba en los brazos de Nathaniel, se sentía inmediatamente en paz. Le encantaba pasear por el departamento con una camisa de Nathaniel y a la noche usaba su saco de pijama.

Si todavía se quedaba en la cama cuando él se iba, se ponía del lado de Nathaniel. Le gustaba el cálido olor a él. Le parecía que todas las canciones populares de amor habían sido escritas para ella y Nathaniel. Marinette pensaba: Noel Coward tenía razón. Es increíble la poderosa que puede ser la música vulgar. Al principio, Marinette había pensado que la enorme atracción física que sentían el uno por el otro iba a disminuir, pero en cambio crecía más fuerte. Le contaba a Nathaniel cosas sobre si misma que nunca antes había dicho a nadie. Con Nathaniel no había máscaras. Ella era Marinette Dupain-Cheng totalmente desnuda y así la quería. Era un milagro. Y compartían otro milagro: la risa. Era imposible pero amaba a Nathaniel cada día más.

Deseaba que lo que estaban haciendo no terminara jamás. Pero sabía que debería suceder. Por primera vez en su vida, se volvió superticiosa. Había un café especial de Kenya que a Nathaniel le gustaba, Marinette lo compraba casi todo los días. Pero compraba una lata chica cada vez. Uno de los terrores de Marinette era que a Nathaniel le pasara algo cuando no estaba con ella y que sólo se enterara leyéndolo en los diarios o por un programa de noticias. Nunca le habló a Nathaniel sobre sus miedos.

Cada vez que Nathaniel iba a llegar tarde, le dejaba notas para que ella las encontrara al departamento. Se las dejaba en la caja del pan o en la heladera o en uno de sus zapatos; esto le encantaba y las guardaba todas. Los últimos días que quedaban para estar juntos transcurrieron en una alegre actividad. Finalmente llegó la noche dle día antes de la vuelta de Chloe. Marinette y Nathaniel habían comido en el departamento, oído música y hecho el amor. Marinette permaneció despierta toda la noche, abrazando a Nathaniel. Pensaba en la felicidad que habían compartido. El dolor vendría después.

Durante el desayuno, Nathaniel dijo:

-Pase lo que pase, quiero que sepas esto... eres la única mujer a la que he amado realmente-Entonces llegó el dolor.

La venganza de los ángeles (+18) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora