Capitulo 11

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Uno de los primeros en visitar la nueca oficina de Marinette fue el padre Ryan. Recorrió los tres pequeños cuartos y dijo:

-Realmente es muy lindo. Nos estamos elevando en el mundo, Marinette-Marinette se rió.

-Esto no es exactamente elevarse en el mundo, padre. Tengo un largo camino que recorrer-La miró profundamente.

-Lo harás. A propósito, fui a visitar a Guillermo Wilson.

-¿Cómo está?

-Muy bien. Está trabajando en la máquina del taller de la prisión. Me pidió que te diera sus saludos.

-Tengo que ir a visitarlo pronto-El padre Ryan se sentó en una silla, esperando hasta que Marinette le dijo-¿Hay algo que pueda hacer por usted, padre Ryan?-Se le iluminó el rostro.

-Bueno, sé que estarás ocupada, pero ya que lo has dicho, una amiga mía tiene un problemita. Tuvo un accidente. Creo que eres la persona indicada para ayudarla.

Automáticamente Marinette contestó:

-Dígale que me venga a ver, Padre.

-Creo que tú tendrás que ir a verla. Tiene amputada las piernas y los brazos-Connie Garrett vivía en un departamento pequeño y bonito en la calle Houston. Cuando Marinette llegó, le abrió la puerta una mujer de edad, de pelo blanco, que llevaba un guardapolvo.

-Yo soy Martha Steele, la tía de Connie. Vivo con ella. Por favor pase. La está esperando-Marinette entró a un living pobremente amueblado. Connie Garrett estaba colocada entre almohadas en un gran sillón. Marinette se impresionó ante su juventud. Por alguna razón esperaba encontar a alguien mayor. Connie Garrett tenía venticuatro años, la edad de Marinette. Tenía un rostro que irradiaba encanto y a Marinette le resultó desagradable que solo tuviera un torso sin brazos ni piernas. Marinette reprimió un escalofrío.

Connie Garrett le dirigió una cálida sonrisa diciéndole:

-Por favor siéntate. Marinette. ¿Puedo llamarte Marinette? El padre Ryan me ha hablado mucho de ti. Y por supuesto te he visto por televisión. Estoy muy contenta de que hayas podido venir.-Marinette comenzó a contestar ''el gusto es mío'' y se dio cuenta de lo absurdo que eso sonaba. Se sentó en una silla cómoda enfrente de la joven.

-El padre Ryan me dijo que tuviste un accidente hace algunos años. ¿Me quieres contar qué pasó?

-Me temo que fue culpa mía. Estaba cruzando una intersección y me detuve lejos de la vereda, me resbalé y me caí frente a un camión.

-¿Cuánto tiempo hace de eso?

-En diciembre hicieron tres años. Iba en camino a Bloomingdale para hacer compras de Navidad.

-¿Qué pasó después que el camión te golpeó?

-No recuerdo nada. Me desperté en un hospital. Me dijeron que me había llevado una ambulancia. Tenía lesionada la columna. Después encontraron problemas de huesos que se extendieron hasta que...-Se detuvo y trató de encogerse de hombros. Fue un gesto digno de compasión-Trataron de ponerme miembros artificiales, pero no fue posible.

-¿Hubo un juicio?-Connie miró a Marinette con asombro.

-¿El padre Ryan no te lo dijo?

-¿Decirme qué?

-Mi abogado entabló una demanda contra la compañía de camiones y perdimos el caso. Apelamos y volvimos a perder.

-Me debería haber dicho eso-Contestó Marinette-Si la Corte de Apelaciones falló en contra, me temo que no se puede hacer nada.

Connie Garrett inclinó la cabeza.

-Yo tampoco creí que se pudiera hacer nada. Pero pensé... Bueno, el padre Ryan dice que tú puedes hacer milagros.

-Ese es su territorio. Yo solo soy una abogada-Estaba furiosa con el padre Ryan por haberle dado falsas esperanzas a Connie Garrett. Marinette pensó con severidad que tendría que hablar con él. La mujer mayor estaba en el fondo del cuarto.

-¿Puedo ofrecerle algo, señorita Dupain? ¿Una taza de té y un pedazo de torta?-Marinette se dio cuenta de repente que tenía hambre ya no había tenido tiempo de almorzar. Pero miró a Connie Garrett frente a ella, pensó que iba a comer a comer utilizando las manos y no pudo soportar la idea.

-No gracias-Mintió Marinette-Acabo de comer-Todo lo que Marinette quería era irse de allí lo más pronto posible. Trató de pensar en algo que pudiera decir que dejara una nota de alegría, pero no había nada. ¡Maldito padre Ryan!-Realmente lo siento, yo hubiera...

Connie Garrette sonrió y le dijo:

-Por favor, no te preocupes por nada.-La sonrisa de Connie fue lo que la hizo reaccionar. Se dio cuenta de que si ella hubiera estado en el lugar de Connie jamás hubiera sido capaz de sonreír.

-¿Quién fue tu abogado?-Preguntó Marinette.

-Melvin Hutcherson. ¿Lo conoces?

-No, pero voy a ponerme en contacto con él.-Siguió hablando, sin quererlo-Voy a hablar con él.

-Eso sería muy amable de tu parte-Había un cálido agradecimiento en la voz de Connie. Marinette pensó en como podía ser la vida de esa joven, puesta allí sin ninguna esperanza, día tras día, mes tras mes, año tras año, incapaz de hacer nada por sí misma.

-No puedo prometerte nada.

-Por supuesto que no. ¿Pero sabes una cosa, Marinette? Me siento mejor simplemente porque hayas venido-Marinette se puso de pie. Era el momento de estrecharse las manos, pero no había manos para saludarse.

-Me alegro de conocerte Connie-Dijo torpemente-Ya tendrás noticias mías.

En el camino a su oficina, Marinette pensó en el padre Ryan y resolvió no caer nunca más en sus trampas. No había nada que se pudiera hacer por esa pobre chica lisiada y ofrecerle cualquier clase de esperanza era algo indecente. Pero ella cumpliría su promesa. Hablaría con Melvin Hutcherson. Cuando llegó a la ofina, la esperaba una larga lista de llamados. Miró todos, despacio, buscando algún mensaje de Nathaniel Kutzberg. No había ninguno. Permaneció un rato pensativa. Luego suspiró y empezó a trabajar. Pero no podía dejar de pensar en él.

La venganza de los ángeles (+18) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora