Capitulo 7

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A las cuatro de la madrugada del 17 de octubre, día en que debía comenzar el juicio de Guillermo Wilson, Marinette se despertó cansada y con los ojos hinchados. Había dormido muy mal, con la mente atribulada por sueños del juicio. En uno de los sueños, Gabriel Agreste la colocaba en el lugar de los testigos y la interrogaba sobre Adrien Agreste. Cada vez que Marinette trataba de responder a las preguntas, los miembros comenzaban a interrumpirla con el estribillo:

''¡Mentirosa! ¡Mentirosa! ¡Mentirosa!''

Todos los sueños eran diferentes pero a la vez parecidos. En el último, Marinette y Guillermo eran amarrados a sillas eléctricas contiguas. Marinette se despertó temblando y le resultó imposible conciliar el sueño. Se levantó y se sentó en una silla hasta que comenzó a amanecer y vio como se levantaba el sol. Se hallaba demasiado nerviosa para comer. Deseaba haber podido dormir la noche anterior.

Deseaba no haber estado tan nerviosa. Deseaba que ese día ya hubiera pasado. Mientras se bañaba y luego mientras se vestía no la abandonaba la premonición del desastre. Tenía ganas de vestirse de negro, pero se decidió por un Chanel de imitación que había comprado en la liquidación de Loehmann's. A las ocho y media, Marinette Dupain-Cheng llegaba al Tribunal de Justicia para comenzar su defensa de Guillermo contra el Pueblo del Estado de Nueva York. Ante la puerta habia una multitud y el primer pensamiento de Marinette fue que había ocurrido un accidente. Vio un despliegue de cámaras de televisión y micrófonos, y antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba sucediendo se vio rodeada por periodistas.

Uno de ellos dijo:

-¿Señorita Marinette, ésta es la primera vez que aparece usted ante el Tribunal no es así, desde que le arruinó el caso Adrien Agreste al Fiscal?

Y Marinette, de pronto, se dio cuenta de cómo era todo. Ella era la atracción central, no su cliente. Los periodistas no estaban ahí como observadores objetivos; estaba ahí como aves de presas y ella constituía su bocado de carroña. Una joven de jeans arremetió poniéndole un micrófono ante la cara.

-¿Es verdad que el fiscal Agreste está realizando una vendetta personal contra usted?

-No tengo comentarios que hacer-Marinette comenzó a abrise paso dificultosamente hacia la entrada del edificio.

-El Fiscal manifestó a la prensa anoche que no la considera competente para ejercer como abogada ante los tirbunales de Nueva York. ¿Quisiera decir algo acerca de eso?

-Ningú comentario-Marinette casi había llegado a la entrada.

-El año pasado el juez Barret intentó impedirle el ejercicio de la profesión. ¿Ahora tratará usted de que él mismo se descalifique...?

Marinette se encontraba ya dentro del Palacio de Justicia. Según estaba fijado, el juicio estaba de Guillermo debía realizarse en la sala 37. El corredor estaba lleno de gente que trataba de penetrar inútilmente en el recinto pues ya se hallaba colmado. Se escuchaba un compacto ruido de conversaciones. Habían agregado filas de bancos reservados para los miembros de la prensa. Agreste se ha encargado de todo esto, pensó Marinette. Guillermo Wilson se encontraba sentado ante el estrado de la defensa, que sobresalía por encima de todos como un monte demoníaco. Estaba vestido con un traje azul oscuro demasiado estrecho para él, y una camisa blanca y corbata azul que Marinette le había comprado. No armonizaban con él. Guillermo Wilson parecía un horrible asesino en traje azul marino.

Marinette, desalentada, pensó que tanto hubiera  dado que vistiera sus ropas de preso. Wilson echaba una mirada desafiante en torno al recinto de la sala del tribunal tratando de tragarse a lo ojos con quien se topara de frente. Marinette conocía bastante a su cliente como para saber que su aspecto beligerante era una máscara oara encubri el temor: ¿pero cual sería la reacción en todo los demás?-Incluyendo al Juez y al jurado-todo indicaba que sería hostilidad y odio. Ese hombre constituía una amenaza. Lo considerarían como alguien al que se debía temer, al que se debía aniquilar. Ningún rasgo de la personalidad de Wilson era atractivo; nada en su apariencia movía a simpatizar con él. Sólo predominaba ese rostro macerado y horrible con el tabique de su nariz quebrado y boca desdentada. Marinette avanzó hasta el estrado de la defensa donde estaba sentado Wilson y se sentó a su lado.

La venganza de los ángeles (+18) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora