Capitulo 64

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Era un frío día de enero en el Capitolio cuando Nathaniel Kutzberg juró como el presidente de los Estados Unidos número cuarenta. Su mujer llevaba un sombrero oscuro de martas cibeina y un abrigo haciendo juego que le quedaba perfecto con su aspecto pálido y todavía disimulaba su embarazo. Estaba parado al lado de su hija y las dos miraban orgullosas como Nathaniel pronunciaba el juramento de rigor y el país se regocijaba por ellos tres. Eran lo mejor de Estados Unidos: decentes, honestos y bueno, y pertenecían a la Casa Blanca.

En una pequeña oficina de Kelso, Washington, Marinette Dupain estaba sentada sola mirando la ceremonia por televisión. Miró hasta que todo concluyó, Chloe y Denisse dejaron el estrado rodeados de hombres del servicio secreto. Entonces, Marinette apagó la televisión y vio como las imágenes se desvanecían hacia la nada. Y era como apagar el pasado: echando todo lo que le había sucedido. Nada había sido capaz de destruirla. Era una sobreviviente. Se colocó un abrigo y un sombrero y salió, deteniéndose un momento para leer el cartel que decía: Marinette Dupain-Cheng, abogada.

Pensó por un instante en el jurado que la había absuelto. Todavía era una abogada, como su padre había sido abogado. Y ella seguiría buscando esa cosa evasiva que llamaban justicia.

Se volvió y caminó en dirección a los Tribunales. Marinette caminaba despacio por la calle desierta y ventosa. Una débil nieve había empezado a caer, desparramando un velo de gasa por el mundo. Desde un edifico de departamentos cercano se oyó un repentino estallido de alegría y fue un sonido tan extraño, que se detuvo un momento para escuchar.

Se apretó el abrigo contra el cuerpo y siguió caminando, escudriñando entre la cortina de la nieve, como si estuviera tratando de ver el futuro. Pero estaba mirando hacia el pasado, tratando de entender cuando fue que se murieron las risas.

La venganza de los ángeles (+18) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora