Cuando Marinette se iba de los Tribunales, pasó por una desierta sala de audiencia. Ya se le hacía tarde para comer, pero no pudo resistir el deseo de entrar a la sala por un momento. Había quince filas de bancos para el público de cada lado en la parte de atrás. Frente al estrado del Juez había dos mesas largas, una del lado izquierdo narcada demandante y la otra derecha señalada como defensor. El lugar de los jurados tenía dos filas de ocho sillas cada una. Esta es una sala de audiencias común, pensó Marinette, carente de belleza, incluso horrible, pero es el corazón de la libertad. Esta sala y todas las salas como estas representaban la diferencia entre civilización y barbarie. El derecho a un juicio por un jurado de un semejante es lo que yace en el corazón de cada nación libre. Marinette pensó en todos los pueblos del mundo que no tenían esa pequeña sala, países en los que sus ciudadanos eran sacados de la cama en el medio de la noche y torturados y asesinados por rostros anónimos y motivos secretos: Irán, Uganda, Perú, Brasil, Rumania, Rusia, Checoslovaquia... la lista era interminable.
Si los tribunales norteamericanos se vieran alguna vez despojados de su poder, pensó Marinette, si los ciudadanos perdieran alguna vez el derecho a un proceso con un jurado entonces Estados Unidos dejaría de existir como una nación libre. Ahora ella era parte de ese sistema y parada allí, Marinette se sentía invadida por un irresistible orgullo. Estaba dispuesta a hacer de todo para ser digna de ese honor y ayudar a preservarlo. Se detuvo un largo rato y luego se dio la vuelta para irse.
Desde algún lugar del recinto hubo un distante zumbido que se fue haciendo más y más fuerte hasta estallar súbitamente en un tumulto. Comenzaron a sonar las alarmas. Marinette oyó el sonido de pasos que corrían por el pasillo y vio policias con el arma desenfundada que corrían a la entrada principal. El primer pensamiento de Marinette fue Adrien Agreste había escapado, logrando pasar algún modo la barrera de guardias. Corrío hacia el pasillo. Era un verdadero manicomio. La gente se movía frenética, gritando órdenes por sobre el sonido de las alarmas. Los guardianes se colocaban en las puertas de salida, armados con escopetas recortadas. Los periodistas que había estado ocupado dictando sus notas por teléfono se lanzaron al pasillo para enterarse de lo que pasaba. Más allá del hall, Marinette divisó al fiscal Gabriel Agreste impartiendo violentas indicaciones a media docenas de policias, con el rostro privado de color. ¡Por Dios! Va a tener un ataque al corazón, pensó Marinette. Se abrió paso a través de la multitud y se acercó a él, pensando que quizá podría ser de alguna ayuda. En ese momento, uno de los dos agentes que custodiaban a Nino Lahiffe levantó la vista y vio a Marinette. Levantó el arma y le apuntó y cinco segundos más tarde, Marinette Dupain-Cheng se encontró atrapada, esposada y bajo arrestro. Había cuatro personas en el despacho del juez. Jordan Barret: el juez Barret, el fiscal Gabriel Agreste, Michael Jackson y Marinette.
El juez Barret informó a Marinette:
-Usted tiene el derecho de que haya un abogado presente antes de que usted haga ninguna declaración formal y tiene el derecho de permanecer en silencio. Si usted...
-¡No necesito ningún abogado su Señoría! Yo misma explicaré lo que pasó- Gabriel Agreste se inclinaba tanto hacia ella que Marinette pudo ver como le palpitaba una vena de la sien.
-¿Quién le pagó para que entregara ese paquete a Nino Lahiffe?
-¿Pagarme a mí? ¡Nadie me pagó!-La voz de Marinette temblaba de indignación. Gabriel tomó el conocido sobre de papel manila del escritorio del juez Barret.
-¿Nadie le pagó? ¿Usted simplemente fue hasta donde estaba mi testigo y le entregó esto?-Sacudió el sobre y el cadáver de un canario amarillo cayó sobre el escritorio. Tenía el cuello roto. Marinette lo contempló horrorizada.
-Yo... uno de sus hombres... me dio...
-¿Cuál de mis hombres?
-Yo... yo no sé.
-Pero sabe que era uno de mis hombres-Su voz estaba cargada de incredulidad.
-Yo lo vi hablando con usted y después vino hacia mí y me dio un sobre y me dijo que usted quería que se lo alcanzara al señor Nino. El... incluso conocía mi nombre.
-¡Estoy seguro de que lo conocía! ¿Cuanto le pagaron?
-''Esto es una pesadilla''-Pensó Marinette- ''En cualquier momento me despertaré y serán las seis de la mañana, me voy a vestir e iré a prestar juramento para ser asistente del Fiscal''
-¿Cuanto?-La cólera de Agreste era tan violenta que la hizo retroceder.
-¿Me esta usted acusando de...?
-¿Acusándola?-Gabriel Agreste cerró los puños-Señorita, la voy a tratar con todo el rigor de la ley. Cuando salga de prisión será demasiado vieja para poder gastar ese dinero.
-No hay dinero-Dijo Marinette desafiándolo.
Michael Jackson estaba cómodamente sentado escuchando tranquilamente la conversación. En ese momento intervino para decir:
-Discúlpeme. Su señoría, pero creo que esto no nos conduce a nada.
-Estoy de acuerdo-Contestó el juez Barret. Se dirigió al Fiscal-¿En qué esta Gabriel? ¿Querrá Nino volver a declarar?
-¡Al diablo, no! Está para tirarlo a la basura. Tiene tanto miedo que no está en sus cabales. Lo he perdido.
-Entonces tengo que instruir al jurado para que haga caso omiso de toda su declaración.
Michael Jackson dijo en su tono más contemporizador.
-Si no puedo volver a preguntar al testigo principal de la acusación, Su Señoría, voy a tener que pedir la nulidad-Todos lo que estaban allí sabían lo que eso significaba: Adrien Agreste podría salir caminando libremente de la Corte. El juez Barret miró al Fiscal.
-¿No puede usted amenazar a su testigo de cometer desataco?
-Ya lo he probado. Nino les tiene más miedo a ellos que a nosotros-Le dirigió una mirada venenosa a Marinette-No cree que podamos protegerlo.
El juez Barret dijo lentamente:
-Entonces me temo que esta corte no tiene otra alternativa que la de aceptar el pedido de la defensa, y declarar la nulidad-Todos sabían que no habría caso sin Nino Lahiffe. Gabriel Agrestte estaba oyendo como su caso había sido destruido. Adrien Agreste estaba ahora más alla de su alcance, pero Marinette Dupain-Cheng no. Le iba a hacer pagar por lo que había hecho.
El juez Barret estaba diciendo:
-Bueno, voy a dar instrucciones para que dejen en libertad al acusado y para que el jurado sea disuelto.
Michael Jackson dijo:
-Muchas gracias, Su Señoría-No había señales de triunfo en su cara.
-Si ya no queda otra cosa...-Empezó a decir el Juez Barret.
-¡Hay algo más!-Gabriel Agreste se volvió hacia Marinette Dupain-Cheng-Quiero ponerla bajo arresto por los cargos de obstrucción a la justicia, por alterar un testitgo en un caso importante, por conspiración...-Farfullaba lleno de cólera.
En medio de su furia Marinette pudo decir:
-Usted no puede probar uno solo de sus cargos porque no son ciertos. Yo... yo puedo ser culpable de haber sido una estúpida, pero esa es toda mi culpa en este asunto. Nadie me sobornó para hacer nada. Yo creí que estaba entregando el sobre en su nombre.
El juez Barret le miró y le dijo:
-Cualquiera que haya sido el motivo, las consecuencias han sido extremadamente infortunadas. Voy a solicitar a la División del Tribunal de Apelación para que se encargue de la investigación de este incidente y si las circunstancias lo permiten se procederá en contra de ustad que la excluyan del foro-Marinette se sintió repentinamente mareada.
-Su Señoría, yo...
-Eso es todo, señorita Cheng-Marinette permaneció un momento, fijando la vista en la hostilidad de sus rostros. No había nada que decir. El canario amarillo sobre el escritorio lo había dicho todo.
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La venganza de los ángeles (+18) ©
FanfictionArtículo 1º: Honor y dignidad de la profesión: El abogado debe cuidar el honor y dignidad de la profesión-Código de ética profesional de la escuela de abogados. Marinette Dupain-Cheng está por iniciar su profesión. Todo era nervios en aquel juicio e...