Capítulo 35. Las nubes

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Me gusta verte, cuando te acercas a mi.

Dara estaba atada contra el tronco, y mi paciencia se agotó cuando hablaba a Helios con un tono de hambre y seductor, odio tener celos de la chica, odio que aún pueda conmigo.

—Helios, vamos junto a Ander—Pido al darme cuenta que mis compañeros realizaron saltos a la cima del cerro.

—Vamos—Dice cuando viene hasta mi y toma mi mano, miro por última vez a Dara y termino realizando el salto hasta donde se encuentra mi hermano.

Al instante que llegamos a la cima, las estrellas se mezclan con los rayos del sol que se acercan por el este, desde donde estoy veo a Ander enfrentando a Ámbar y a su séquito, cuando un grupo de ellas tomó a Alex y Ebe.

La jugada de mi hermano está saliendo a la perfección, y es demasiado, que hasta me da miedo.

Mientras las cosas van acomodandose veo a Lior atado de los pies, colgando de cabeza desde la Copa de un árbol, inmediatamente me suelto de Helios e intento correr a esa dirección, pero pronto soy de nuevo tomada de la mano de mi acompañante.

—Apegate a lo que dijo Ander—reclama.

—¡Debo ayudar a Lior!

—Más lo ayudarás si hacemos bien las cosas. —Helios suena colérico, pero tiene razón, debo a pegarme al papel. Respiro profundo y veo como se llevan a mis hermanas.

Ander me mete en una bifurcación, cuando Helios sale corriendo en dirección a Hugo quién lo llama al ver que Ámbar forma una barrera alrededor de la entrada de la nada y Lior.

Maldita Mierda, esto se está complicando.

—Hermana tres de la Orden de las Rosas tras de ti, no forcejees y ve hasta dónde te pidan, Helios, Hugo y yo, nos encargamos de traer de nuevo al resto, y si todo sale bien, también a papá.

—Odio ser la carnada—Me quejo, pero suelto el aire que tenía contenido en los pulmones, hasta que finalmente cierro mía ojos con fuerza y siento las manos de mis captoras.

Al abrir mis ojos me encuentro con la madre de Helios y con Kaila, la mano derecha de Ámbar.

—¿Dónde está Dara?—Pregunta Judith cuando una risa se escapa de mis labios.

—Contra un árbol, bien atada... suegrita.

El rostro de la señora Judith se transforma por completo, sus ojos se inyectan de rabia, y su descontento se manifiesta apretando con mayor fuerza mis hombros.

—Dime que es mentira, que todos los rumores que recorren por allí son sólo rumores.

—Que vas a ser abuela, es verdad—Digo mientras me estironea hasta la planicie de un extremo del cerro. La luz del sol se filtra entre las nubes, y los pájaros comienzan a cantar.

—¿Por qué tú?—pregunta cuando me lleva hasta donde están mis hermanas, me aplica un   shock de energía y quedó quieta, las tres estamos dispuestas cómo conformado un triángulo equilatero.

—Parece que no me quieres...—me quejo mientras abre nuestras manos y nos coloca las piedras en ellas.

—Nunca te quise... Dara siempre fue mi candidata... pero bueno, supongo que no se puede luchar contra el destino, y bueno, mi hijo no es tan juicioso de repente.

—Salió a la madre—Grita Alex, cuando Judith la mira con desprecio.

—Todos los Lamied son despreciables... definitivamente.

—¿Lo dice porque el señor Anta quería a mi madre?Pregunto cuando me rocia con un extraño líquido, este huele a aceite de coco y jazmín, una mezcla horrible, según yo.

—Lo bueno de esto...—Dice ella a mi oído—Es que si o si morirás de nuevo al final, y esos horribles niños no nacerán, Dorot y Lastrem vivirán por siempre, borrando sobre la tierra toda impureza... mi hijo será libre de ti, las almas de los humanos desaparecerán, luego iré por tu madre, por tu padre y por los otros universos... nadie podrá contra la Orden de las Rosas.

Miré con desprecio a la madre de Helios, pero debí de seguir el plan, aguantar hasta el final, no dejarme llevar por mis impulsos, y vaya que ganas tengo de hacerlo.

La mujer termina bañando a mis hermanas con el mismo líquido, mientras Kaila traía de la mano a una ni la totalmente vestida de negro, una cañerías sobre su cabeza, la mantenía oculta a nuestra vista, esa debe ser la llave.

Tras ellas, había una mujer, también con una Caperusa, pero sus manos estaban atadas, encadenadas realmente. Agudice mis sentidos para entender que era lo que estaba ocurriendo, hasta que al fin, el mundo cayó a mis pies.

Otra joven de la Orden de las Rosas traía en su regazo a un bebé, y todos los eslabones conectaron, incluso antes de que la caperusa sea removida de la niña.

El cabello rubio, los ojos claros, la piel tostada, Andree en miniatura, Aracy, era ella, todo este maldito tiempo era ella la llave, estaba bajo mis narices, fue la primera a quien vi usando energía, y resulta que ella era la clave.

Así que la otra mujer debe ser la tía Vicky, cuando mis ojos van hasta ella, mi corazón se hace pedazos... ¿Ander? ¿En verdad quieres que me  apagué al plan?

El mechón rubio se escapó de la caperusa de la mujer... de mi tía, de la hermana de mi padre... de mi asesina.

La imagen se me hizo clara, estaba en el suelo, y ella sobre las rocas, rodeada de nubes, con una vara de energía en la mano, con la ropa de la Orden de las Rosas... Mi asesina, es la madre de Aracy.

—¡Tú!—Grité con fuerza, deshaciendo el sello que me puso Judith—¡Maldita asesina!—la acuse, cuando ella abre sus ojos bien grandes y Aracy viene corriendo hasta su madre.

Kaila me sostiene del brazo y que vuelve a llevar a mi lugar... «Calmate Amit» Aracy abre sus brazos para proteger a su madre y con lágrimas en los ojos habla.

—Mi mami no es ninguna asesina...—Dice llorando, cuando los sollozos de Vicky se escapan.

—Claro que lo es— Grito—ymY ahora todo tiene sentido. ¿Era ella la sospechosa?—pregunto a Alex, cuando ella afirma con la cabeza.—Lo siento Aracy, pero tú madre es una vil y cruel asesina... tía Vicky mataste a tu propia sangre.

Ella suelta un suspiro y unas lágrimas se resbalan de sus ojos, cuando con odio al fin me contesta.

—No debías existir, yo le advertí a Aldebaran, la vida de ustedes era un mal augurio, la llave no debía nacer aún, y por su culpa mi hija hoy se arriesga, por culpa de Ader... La orden de las Rosas es mi vida, pero mi hija, ¿debía ser justo ella?

»Te mate pensando que así salvaría a mi hija de esto, pero los malditoa te resusitaron...debías quedar muerta, muerta.

Sus palabras clavaron otra daga en mi pecho, mi propia familia me estaba deseando la muerte. Y puedo hasta llegar a entender que quiera proteger a  Aracy, pero, no por eso debía matarme...

—¿Mami?—Aracy mira a su madre con decepción y dolor.—Esto no es culpa de Zafiro... es tu culpa—Acusa—Si Zafiro no hubiese muerte, yo no estaría aquí hoy, así que si me pasa algo, y caigo entre las nubes, no pienses en ella como la culpable... La culpable eres tú.

Las Luces el Sol y la Luna [Libro3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora