Capítulo 37. Despedazada

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Te miraba, como si mira la luna por las noches, como se mira las nubes en un día de lluvia, te miraba enamorado, te miraba, adolorido.

Mis ojos se abren de la nada y estoy en el punto exacto en donde había visto a Lior colgado de las piernas, Ámbar ante la entrada de la nada y Helios tras mío.

Mi corazón volvió a latir y mi vientre se estremeció, mis hijos estaban allí, recordando igual que yo lo que acabamos de vivir. Giro con rapidez para mirar a Helios y sin titubeos me lanzo a sus labios.

No hay forma de explicar el alivio que siento al saber que no lo he perdido para siempre.

Inmediatamente él me rodea con sus brazos acercándome más a él. A duras penas me separó de sus labios y mis ojos se humedecen con el recuerdo.

—¿Estás bien?—me pregunta llevando una mano a mi vientre y yo niego enérgicamente, cuando los músculos de mi abdomen se relajan con su tacto, como si fuera que ellos estuvieran buscando el contacto con su padre.

Busco en mis bolsillos y encuentro el collar de Ander, aún lo tengo. Suelto el aire de mis pulmones, mientras el sonido de la guerra se acerca a mis oídos.

Miro a Lior, y todo mi alrededor... ¡Maldita sea! Ya no hace falta que vuelva abrir la bóveda, ya no soy la designada, debo ir junto a Ander.

Me separo de Helios y comienzo a caminar el dirección a mi hermano, mi acompañante intenta detenerme sosteniendo mi mano.

—¿Qué haces? debemos seguir el plan de Ander.

—Ya lo hice—respondo cuando una maldita lágrima se escapa de mis ojos, esto es demasiado para mi, no debería ser así, no debería.

Helios me mira anodadado, así que me suelto de su agarre y voy hasta Ander corriendo.

Mi hermano estaba luchando contra el séquito de  Ámbar, cuando lleguo las arrojó con energía y empujó el cuerpo de Ander, él me mira sorprendido por lo que acabo de hacer, a continuación, lo abrazo con fuerza, y siento que se le escapa el aire de los pulmones cuando hago eso.

—¿Sabías qué ya no soy la designada desde hace dos meses?—Pregunto cuando él al fin me rodea con sus brazos y respira aliviado.

—¿Funcionó? ¿Funcionó en verdad?—pregunta cuando Helios llega junto a nosotros y la guerra se hace a nuestro alrededor.

—Maldita Mierda, los vi morir a todos, fue horrible, ¿Y si no funcionaba? No... no estamos listos, ni nemosorum, ni dominis, todos, todos morimos...

Ander abre los ojos tan grande como puede y se lleva una mano a la boca, con preocupa y dolor.

—¿Si todos morimos... Cómo es que?

—Aracy...—Digo cuando Helios me rodea con sus brazos y Ander   hace un gesto de sorpresa de nuevo—Es la llave... cuando se abrió, algo la poseyo y habló con una voz gruesa y oscura...

Helios y Ander se miraron con detenimiento, sin tan siquiera preocuparse en esconder su sorpresa, o de lo que ocurre a su alrededor, pues la Orden de las Rosas comenzó a atacar con más ímpetu.

—No puede ser, ni siquiera al mismo Lucifer le conviene que la bóveda se abra—Dice Helios muy preocupado— la balanza está en contra nuestra...

Ander me mira, y secando una lágrima que volvía a rodar mi mejilla, me ofreció una sonrisa.

Odio ser llorona, era lo que más odiaba de mi antigua yo, esta debilidad, este dolor instalado en mi ser, todo a flor de piel, todo cómo no quería que fuera, de no sentir nada, ahora lo sentiré absolutamente todo.

Las Luces el Sol y la Luna [Libro3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora