Capítulo 73. Demasiado tarde

483 72 17
                                    

Y entonces, nuestros ojos se volvieron a cruzar, y el fuego quemó mi piel, como la primera vez que nuestros labios se encontraron.

El mundo se pintó de negro, la noche se hizo día y el día noche, el invierno verano, y el verano invierno, las nubes pasaron, y el cielo se despejó  todo en un maldito segundo.

Ante nosotros, tenemos a la tierra árida, visitada por dos hombres, ellos hablan en un extraño idioma, que estoy segura es de los antiguos. Y que esos hombres son los apostadores de almas.

Mi padre y hermano parecen sorprendidos al ver las tres piedras salir de la arena y volar al fin, hasta perderse, convirtiéndose en estelas sobre el cielo.

El suelo parece ir ganando vida y la tablilla se dibuja en él, para finalmente quedar bajo tierra, el sol vuelve a ocultarse, salir, desaparecer bajo una espesa polvareda, y luego volver al fin.

Ante nosotros crece un lapacho, el cual florece y vuelve a echar sos flores para ser poblado por hojas verdes y bellas. El lapacho crece sobre la tablilla  y vaya mierda que sé de cuál lapacho se trata, es el mismo que está en la escuela, el mismo al que siempre veía con amor.

Del lapacho se desprendió una luz, la cuál nos llevó hasta la nada, y allí las capas comenzaron a clarificarse. No habían hilos que atravesarán los universos, no parecía existir grietas, o fugas, simplemente, parecía estar en  vacío reinando la fría tierra de la nada.

En ella, una bella joven, calló, y un agujero se hizo, un agujero  que el suelo atravesó y de él un joven salió.

La joven sus alas desplegó, y cual luna que refleja la luz del sol, sus plumas hicieron lo mismo, miestras que el joven, hizo lo mismo, pero las  negras plumas evidenciaban su origen.

Se quedaron viendo, por ratos largos, pero ninguno de los dos hicieron movimiento alguno, por como se mueve el todo al rededor, al parecer pasaron días, meses, y ambos sólo se miraban, como si el miedo los invadiera.

En medio de ambos, como obra de arte, se dibujaron las raíces de algo, algo que parecía florecer bajo tierra.

Ander parece sorprendido, al igual que mi padre, a mi la verdad, es que esto sólo se me hace una visita a la biblioteca, y al darme cuenta que las raíces tomaban forma del mismo árbol de lapacho que vi hace un rato, no hay forma de causar impresión alguna en mi, es más que obvio.

De las ramas crecieron frutos, frutos que ninguno de los dos pudieron resistir, y decidieron romper su batalla de silencio. Finalmente, corrieron hasta el árbol, y sus manos fueron sobre el mismo fruto. Como si hubieras dado a un artista la imagen de un atardecer, los colores se intensificaron, y e aquí, la primera pareja de la historia del mundo de la nada.

Podría relatar la historia más hermosa de amor, pero no es eso lo que me interesa, lo que viene a continuación es lo que me llama la atención.

Ellos tienen a una niña, la cual ante nosotros comienza a crecer, recorre la nada, y lo único que tiene para ella es el árbol, con el cual juega, hasta que descubre, que hay algo más. Como descubre su energía.

Al posar sus manos sobre los frutos del árbol, se le revela lo mismo que a mi 18 mundos, conectados... pero ¿,donde están esas conexiones? La niña acaba de descubrir la energía. Y con ese descubrimiento, toma hojas del árbol, los arroja al cielo, y crea los canales que hoy sabemos existen, creando al fin una basta red entre los multiversos.

Sus padres no parecen molestos con esto, al contrario, es como si de verdad estuvieran esperando un momento así, y esa fue la forma en que más ángeles y demonios se encontraron, esa niña creo el canal entre los mundos y los extremos de la bóveda.

Las Luces el Sol y la Luna [Libro3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora