Capítulo 74. Alas rotas

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No hay felicidad sin lágrimas de dolor. Eso, te lo puedo asegurar.

La verdad había sido revelada, y sabíamos quien había asesinado a mi madre.

Cuando la visión  se acaba, volvemos a nuestros lugares, ante mi mi padre sigue sentado al borde de ojo de mar, mientras que mi hermana, tiene los ojos sobre él.

Como el hermano mayor, la verdad es que me siento consternado, aún  no puedo entender cómo es que esa mujer se encargó de hacernos miserables a todos y de una, como si la vida fuera un... un laberinto de malas decisiones, pero realmente, fuimos manipulados, tanto tiempo, y por tan poco.

—Es una maldita locura—mi padre se levanta con las manos puestas en su cabeza, podía sentir su rabia e indignación, si yo estoy así, me imagino, que para él  debe ser el triple.—Ella lo tenía pensado absolutamente  todo... excepto...

—Que mi hermana muriera—Lo interrumpo indignado—Amit, debemos hablar con mamá, debemos entender, que ganaba Beatriz, y por qué  ella no hizo nada para sanarse, hay demasiadas incógnitas  tras esto, y no podemos dejar que las cosas no se solucionen.

—¿Ustedes de verdad  quieren hablar con mamá? —Amit sonaba alterada, enojada, asqueada—Ahora que los naims no están querrá matarte, estás  loco si es que quieres hablar con ella, es decir, mira nada más  en medio de que lío de porquería estamos...

Las manos de mi hermana estaban temblando, y de verdad nada podría ser peor, ella allí, sufriendo algo que no debería a su corta  edad... Gizah en cama, mi madre, mi padre... nuestras vidas hecha mierda por culpa de una loca, una loca mujer que se enfrentó  a la nada.

Contengo la respiración e intento centrarme para encontrar una salida a esta estupida encrucijada, definitivamente, si hay alguien que debe saber esto y con urgencia.

—Padre, estarás de acuerdo  conmigo que Helios debe saber esto.

—En definitiva, debe saberlo, no podemos no contarle, al fin y al cabo...

—Es el líder de los Dominis—Amit completa con las manos cruzadas. Sé  que ella sabe algo más  y esa es la razón de su silencio, estoy por preguntar cuando mi padre queda mirando atentamente  a su hija, a su pequeña y con lágrimas en los ojos sostiene sus hombros.

Mi hermana se muerde los labios, luego acaricia su vientre, el cuál  en verdad  está grande, comparado con su el tamaño de ella, se nota que hay más de un bebé  dentro.

—¿Qué  te pidieron los animarums?—papá  pregunta dolido, y sé, por todas las historias que mi padre me ha contado que esta es la parte más horrible de ser un Astram, escucharlos  a todos, sentirlos a todos, y saber que te hablan en presente, pasado y futuro, pero al mismo tiempo, en la misma línea, sin callarse un sólo  segundo.

—Dara planea algo...—La voz de mi hermana es oscura, fría, triste, una voz que me cala los huesos y me llena de miedo profundo.

—No, eso no...—la voz de papá  se elevó  sobre el bosque, recorriendolo en forma de eco, resonando  en mi mente.

Zafiro toma el rostro de mi padre y le ofrece una sonrisa amable, una que dice absolutamente  todo, ella hará  caso a los animarums,  y sabré  poco, pero sé  lo suficiente... mi hermana irá  directo a la boca del lobo.

—Ahora ya saben una verdad más  y es hora de que yo sepa otra... y si toca sufrir, por un bien será.

Dichas esas palabras ella desaparece de nuestros ojos dejándonos en medio del bosque y la incertidumbre.

Tenia suficiente con la imagen de Gizah en mi  cabeza  y ahora de nuevo mi hermanita, esto no puede seguir empeorando.

—Voy tras ella...—Anuncio, cuando mi padre me detiene, en un principió pensé que se había vuelto loco, pero cuando veo un destello de energía me agacho con rapidez al igual que él. ¡Maldita mierda!

Agujas de energía volaron de un extremo a otro, como nunca usé mi energía para crear escudos, al igual que mi padre. Comencé  a saltar y a atacar al vacío, porque no sabía a quién intentaba dañar, los destellos venían de los árboles como espinas esculpidas por las plantas.

Armé una bola gigante de energía, para arrojar en dirección  a los árboles, y con todo mi esfuerzo lo lanzo. Pero ni bien llegó  a ese lugar, mi gran ataque se desintegró.

Hasta mi padre, quien ha sido mi mentor por años, quien se supone no debería impresionarse  con nada, se sintió  sorprendido  al ver como mi energía se hacía nada.

—Hola, hola...—La voz de Lucia la reconocería en cualquier parte del mundo, el único problema es que no sé de hacia donde venía.

—¿Qué  quieres?—Grita mi padre mientras comienzo a dibujar un doble círculo alrededor nuestro para expandir la energía que nos rodea y reforzar un rato nuestra área segura, por que sé, muy bien, que deberíamos irnos de aquí, lo más  pronto posible, antes de que los perfugas nos hagan puré.

—Lastimosamente llegamos tarde—Responde cuando más  espinas de energía salen del bosque entero, mi barrera apenas lo soporta, pero terminan desintegrandose  por suerte.

—Son muchos pa... debemos irnos—insisto cuando más  espinas nos llueven.

—¿Querias a Amit?—grita mi padre al aire y la risa tétrica se Lucia me llena los oídos de rabia e impotencia. Todos contra mi hermana, y esa niña, caminando sola por la vida, en medio de un futuro incierto y triste.

—Todos la queremos—Su voz retumba en el bosque, y el canto de las aves choca  contra su eco, mientras más  energía nos golpea, no sé cuánto tiempo vaya a resistir, mi cuerpo, mi mente y mis manos.

—¿Por qué? —Esta vuelta soy yo quien pregunta indignado, adolorido, y en mis oídos retumba el zumbido de la energía chocando una contra otra.

—Al igual que tu madre—Habla Lucía —Ella no debería existir...

—¿qué  ganas con eso?—insiste mi padre —ella traerá a quien Dorot derrote, y al mundo entero  pondrá  a salvo.

—¡Si es verdad que a Dorot detendrá!—La voz de Lucía  sonaba histérica y llena de rabia—Pero así  mismo ella representa al mal, las condiciones con las que volvió a este mundo, hizo que la oscuridad ingrese a nuestro mundo, ella nunca debió  revivir, y su Alma debe ser destruida, al igual que todo aquel que su energía contenga, el mundo no estará  a salvo si esa bóveda se vuelve a abrir.

—No voy a dejar que mates a mi hija...

—Esa cosa, ya no es tu hija, esa Astram, al igual que Ader son sólo esperpentos de un mundo oscuro y llenos de maldad... créeme Aldebaran...vamos a limpiar este mundo de almas sucias y vacías, y los Astram no serán la excepción.

—Será  mejor que guardes las Alas rotas Lucia, por que  todo un enjercito cuidará a mi hija...

—Un ejército de barro y sangre, yo lo sé  Aldebaran, yo lo sé.

Y con eso, la voz de Lucía  se esfumó, dejándonos solos  en medio del gran bosque, justo a lado de ojo de mar..  ¿qué mierda se supone haremos ahora?

Las Luces el Sol y la Luna [Libro3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora