Capítulo 42. El silencio

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No mates los recuerdos que tengo de ti.

Aldebaran fue a descansar en la habitación de Alexandra, mientras yo, quedé a mirar guardia aquí ante la cama de Zafiro.

La verdad, Me duele un poco verla allí, y yo aquí, tan lejos de su cuerpo, sin poder tan siquiera acariciarla, o apreciar su belleza de una forma tranquila, sabiendo que al despertar podría abrazarla, y tenerla en mis brazos.

Peor aún, ahora que nisiquiera soy líder de los nemosorum, no tengo mucho que ofrecerle, para no decir nada.

Sostengo mi cabeza mientras apoyo mi brazo sobre mis rodillas, me siento absolutamente vacío, incapaz incluso de pensar, las cosas se hacen más duras y no sé cómo enfrentarme a esto.

De tenerlo todo, hoy no tengo nada, si la vez pasada no hubiera traicionado a los nemosorum, yo seguiría siendo líder de este lugar. Pero lo hice, porque estaba convencido que ayudaba a Amit, y al destino de la profecía. Sin embargo, fue cómo darme un balazo en la cabeza.

Perdí mi estatus y perdí a Zafiro, aunque hace mucho tiempo ya se había escapado de mis manos.

Por más que intento no  logro encontrarme con mi yo, con el chico que feliz a lado de una chica que amaba con todas sus fuerzas.

Es increíble, que ella ahora sólo sea un recuerdo, y las ganas de autodestruirme con una sobredosis de coca.

Helios tenía razón, no soy más que un pobre drogadicto, que cayó en la desgracia de amar a alguien que no le corresponde.  Vuelvo a mirar a Zafiro y me rompo en mil pedazos.

—¿Cómo fue que terminé tan enamorado de ti?—Pregunto con rabia, pero a la vez con dolor, mientras lloraba con enojo, Por que no quiero llorarte, no quiero sentir este vacío en tu honor. Y sé que no es tu culpa, que no es tu culpa que yo me sienta de esta forma, que sólo soy yo quien no sabe como superarte y borrarte de una buena vez. 

Se me escapa un sollozo, y en ese preciso instante me doy cuenta que no hay nada que yo pueda hacer para curarme de manera instantánea, sigues siendo una enfermedad, pero porque yo decidí que fueras así, tú no te mereces que te culpe de nada, porque simplemente siempre fuiste honesta, desde el día en que te pedí que fuéramos novios. 

Sé que pudiste usarme, aprovecharte de mí, pero nunca lo hiciste, y eso queda como mi consuelo, eso, y que aún eres la persona que hizo que me replanteara la vida de nuevo. 

Aprieto mis manos en puños, y me seco los ojos, cuando de mi cuerpo se liberan algunas sombras, lo mismo pasa del cuerpo de Zafiro. Estás se escapan saliendo de la casa al fin.

Quizás hay algún evento trágico cerca, como para que tantas sombras vayan de aquí tan rápido.

—¿Qué pasa Hugo?—La voz de Zafiro me cala los huesos. Mis ojos se clavan en ella  y me derrito por completo.

Me paro con rapidez y camino hasta ella, quien se está acomodando en la cama.

—¿Cómo estás hermosa?

—Horrible—contesta atajando su cabeza, pero de la nada comienza a mirar en todas las direcciones. —Haz que se callen—pide llevando sus manos a sus orejas—Hugo... Haz que se callen.

Me desespero porque no sé que es lo que quiere que haga callar, y en verdad quiero saberlo para ayudarla, no me gusta verla, ni escucharla así.

—¿Qué voces Amit?—pregunto intentando calmarla, pero ella sigue moviéndose mirando en todas las direcciones.

—Ellos, me hablan, esas cosas—apunta a la pared, y yo no veo nada—¡Callense! ¡Callense!—grita angustiada—Basta, no los quiero escuchar, yo no soy quien buscan, no, no, no, no.

Las Luces el Sol y la Luna [Libro3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora