Capítulo 59. Cenizas

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Corriendo hacia el fuego, entendí  que no importa  cuán rápido corras, si estás  hecho de hielo, te derrotes por el camino antes de llegar a las llamas.

Tardé  en volver a la casa de Alex, la verdad es que lo que dijo Hugo  me calló, silenció  cada célula  de mi cuerpo y sembró  mil dudas.

Al entrar a la casa me encuentro  a Zafiro  hablando con su hermano, Gizah y Liza, quienes parecían  haber llegado recientemente. Me paro en medio de ellos, y Yeru me mira con  algo de recelo, al igual que sus acompañantes. Aclaro mi garganta y al fin decido hablar.

—Necesito  estar a solas con ella—pido mientras  muerdo el interior de mi mejilla.

—¿Y no sería  más  fácil  pedirme hablar?—Yeru levanta la voz y esto hace que de inmediato  las demás  personas se levanten y entre murmullos se retire  de la sala lentamente.

—Lo Siento  amor—me disculpo—Pero, no te ibas a quedar, estoy  seguro.

—Y menos ahora— ella se levanta  del sofá  y sé  que intenta  subir las escaleras, pero  voy hasta  frente ella y me interpongo  en su camino, de inmediato  mi ego se infla al ver su rostro  sonrojarse. —¿Por qué  juegas sucio?—pregunta cuando la llevo hasta la pared y la acorralo  con mis brazos.

—¿Sigo siendo  tu debilidad?—pregunto  acercandome más  a ella.

—Sigues siendo un egocéntrico fastidioso —responde mientras se resbaja por la pared, pero la sostengo de los brazos para que  no se me escape, y la traigo a mi cuerpo, ella se resiste  por un momento, pero finalmente  me corresponde  y termina rodeandome con sus brazos.

—¡No te quiero  perder!—confieso hundiéndome en su cuello—Yeru, no te quiero perder, y Hugo tiene razón, ya lo he hecho dos veces ¿por qué  no lo volvería  a hacer?

Ella se aparta de mi y me pone una mano sobre la mejilla, la otra en el pecho, eso hace que me tranquilice al fin, pero de la nada la rabia acumulada sale de mí  y con las manos hechas puños golpeo  la pared  provocando que se exalte.

—¿Qué  hago Zafiro? Me estoy volviendo  loco, sin control, odio esto, odio no pensar y actuar  por impulso, pero ¡Mierda que las cosa están feas! Y te amo demasiado.

Ella vuelve a poner sus manos en mi rostro, y me centro  en ella, sólo  en sus ojos, y esa belleza que me hace sudar  por no saber que puedo hacer para traerla más  cerca.

—Ander me contó  lo de la nona, ez horrible, lo que hizo, y lo que tanto tiempo causó. Yo no me lo puedo creer, pero ya estoy hecha  de hierro, que ya nada me sorprende, pero sí  me molesta que me trates de niña... y te entiendo, de verdad que te entiendo, pero tú  no puedes ponerme un grillete  por miedo.

—¿Y si algo malo te pasa en alguna de esas salidas?

—¿Y si algo malo me pasa estando encerrada? Lo malo si está  destinado a pasar pasará.

La miro, con dolor y desesperación, no puedo  creer que me esté  diciendo eso. Pero lo peor  es que tiene razón, al final tiene razón.

—Creí  que el destino no existía  para ti.

—Y no lo hace, pero hay cosas que pasan y ya— me da un pequeño beso —Te quiero  Helios, y te prometo que si algo pasa, no será  porque me pierdas, será  porque debo irme.

—Amor...— Suplico—¿ A caso planeas alguna locura de nuevo?

—Por el momento  no, pero quiero que  dejemos esto aquí, sí, por favor, dejemos esto en una pelea ligera...

—¿Estás  intentando manipularme?—pregunto acercandome más  a su rostro y apoyar me frente con la de ella—Es obviamente  lo que quieres hacer, pero de verdad, me voy a dejar manipular, por que me encanta, saber que estoy en tus manos. Al menos, mientras no me hagas ser un tonto.

La beso con ganas, y unos suspiros se escapan de ella, provocando que quiera más, pero me controlo para no lastimarla, pues sé  que no debo ser bruto. Ella cede  a los besos, y viaja conmigo, y sé  que tiene tanta ganas como yo de ir al cuarto  de una buena vez.

—¡Dios! ¡Niños!—La voz de Berenice nos exalta a los dos y nos separamos de inmediato, Zafiro se sonroja tanto que termino  dándole de nuevo un beso fugaz, me trae loco.—Hagan el favor de hacer esas cosas en su cuarto, recuerden que aquí  hay otros adolescentes, y con un embarazo nos basta, no pienso ser la obstetra de todo el ejército.

—Perdón  Abuela—dice ella con un poco de pena.

—Lo siento, de verdad Berenice, nos controlaremos más.

—Debiste hacerlo hace unos 5 meses, pero bueno, aquí  estamos... ahora, quiero  pedirles algo niños...

—Sí —decimos  al mismo tiempo.

—Debemos hablar sobre su nueva joyería...—Berenice mira a Zafiro y la inspecciona...

—Llamaré  a las chicas—digo rápido.

—Ok, voy a aguardar, nos vemos  en el gimnasio  en una hora, estoy haciendo galletas de avena.

—¡Para mí!—La voz de Zafiro suena entusiasta, parece una niña pequeña apunto  de recibir un gran regalo.

—Para mi princesa, claro—Berenice  abraza a Zafiro  y le planta un beso en la frente. —Ahhh, también  llama a Aldebaran.

—Lo haré —respondo y ella se retira de la sala.

Tomo  la mano de Zafiro y la invito para subir las escaleras juntos. Ella accede feliz, y eso me derrite, no sé  cuánto dure la fantasía, en amor o el sueño, pero lo voy a disfrutar mientras  pueda, mientras la tenga para mí, por que hay cosas que  puedo evitar, y otras que van a ocurrir las quiera o no.

—Tenemos  una hora—dice mientras subimos  los escalones. —quizás...

—No hace falta que lo digas, ya lo tenía  pensado.

Le doy un poco fugaz, y sé  que me voy a envolver  en las llamas de nuestras acciones, y a pesar de todo lo bueno, sé  que me saldrá  caro, y que estos días  felices  tan sólo  son una muestra de que el mundo da y quita.

La condena de los que sabemos como  funciona el mundo, es que sabemos que luego de entrar al fuego, seremos  solamente  cenizas al final de día.

Las Luces el Sol y la Luna [Libro3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora