Aún, Julio 9, siete de la mañana.Empezó con abrir el ojo izquierdo, parpadeante. Empezaba a llenarse de luz el cuarto. El bullicio de la ciudad ya se escuchaba y el sol empezaba a colarse de entre las cortinas.
Como la mayoría de los días, se sentía bien... tarareó la melodía de siempre, respirando hondo, llenado sus pulmones del aroma de su persona favorita.
– Buenos...– se quedó callada cuando notó qué era y no quién, lo que yacía a su costado. – ¿Juliana? – seguramente estaba en la cocina.
Tomó su bata y se envolvió en ella dirigiéndose a ese mismo lugar.
– ¿Juls? Te dije que me levantaras. – rió esperando respuesta. – ¿Juliana? –
No había señales de movimiento, de nada, mucho menos señales de Juliana. Su teléfono vibró sobre el buró e imaginó de quién se trataba.
"Espero que estén levantadas, llego en quince" se había equivocado, no era ella, era Liza, su amiga.
– ¿Amor? No estoy para juegos, tengo que ir a trabajar. – Asomó la cabeza buscando en la sala de estar. – Juls...– notó el sobre encima de la mesa. – Juliana, si querías asustarme ya fue suficiente. –
Miró el chocolate sobre la mesa, era uno de esos como los que había enviado para su suegra, pero prefirió recoger el sobre, solo para abrirlo.
– Juliana... Juliana, ¿Qué es esto? – sonrió mientras sujetaba el sobre entre sus manos. Esa misma sonrisa fue desvaneciéndose poco a poco mientras sus ojos leían el papelito aquel.
Se había quedado mirando la nota del sobre más tiempo de lo que debería, dentro había un pequeñísimo pedazo de papel que no podía llamar carta, pues apenas y tenía dos renglones escritos.
Recargó sus brazos sobre la encimera mientras intentaba asimilar lo que había leído.
Y la realidad la fue golpeando poco a poquito, como una quemadura del cuerpo que pasa por accidente.
Se quedó ahí, inmóvil y sin poder pronunciar palabra, sintió cuando su cuerpo se heló sin querer, y sus emociones se encontraron. Ya no sabía cómo reaccionar, quiero decir, no podía siquiera reaccionar. Sólo atinó a sentarse en una silla con la nota en las manos. Intentó respirar tranquilamente, pero los latidos de su corazón yendo tan rápido no se lo iban a permitir.
Fue entonces cuando se levantó de golpe, tomó el teléfono de casa y marcó el número que sabía de memoria solo para encontrarse con una voz automatizada que decía y repetía: "Este número no existe, o ha sido desactivado, verifique su marcación". Cubrió con su mano izquierda su boca, esperando que todo fuera una broma. Caminó con su mano en la frente hasta alcanzar su ordenador, ingreso un código y buscó, buscó algo que indicara alguna cosa en el historial, lo que fuera. Hasta encontrar lo que no quería. Nada, no había un rastro de Juliana. No había fotos no estaban sus archivos, no había un historial, solo un letrero que leía:
"Confirme la desvinculación de dispositivo iPhoneJvaldes, 3:45 am".
Corrió hacia su habitación arrojando las cosas que le impedían llegar rápido. No le importó lastimarse las manos tras abrir de esa forma las gavetas antes llenas.
No había nada. Solos las cosas que "consideraba suyas". No había ropa, o zapatos, o alguna cosa que le perteneciera su novia.
Llegó al primer escalón para volver a su sala, se quedó observando las flores nuevas y en un segundo el florero sobre aquel mueble se estrellaba contra el piso, volando en pedazos, justo como Valentina se sentía, una analogía perfecta.
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ANTOLOGÍA
Romance|AU JULIANTINA| Juliana es una aspirante a supermodelo con deseos de ser una futura diseñadora, mientras que Valentina trabaja para una editorial con la que soñó trabajar desde siempre. En su viaje yendo ambas por la vida, juntas descubrieron que...