ONCE. (Resemblance II.)

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1:11 am. (Ya septiembre 14)

¿Alguna vez te preguntaste cuantas veces pasan las cosas de nuevo? – Liza volteó a mirar a Valentina. Ahora ambas estaban de camino al departamento de la semi rubia.

No realmente...– contestó dándole marcha nuevamente al auto.

¿Alguna vez pensaste en cuantas veces la vida vuelve a empezar? – Liza solo se limitaba a contestar lo que creía de verdad, conocía de años a Valentina y sabía cómo era que funcionaba su mente con el alcohol en su cabecita.

No en cuantas, pero sí que vuelve a empezar. – respondió.

¿Crees que yo podría volver a empezar mi vida?

¿Te sientes lista? – preguntó sin alterarse. Valentina se encogió de hombros mientras veía por la ventana.

De nuevo el silencio tomaba su lugar dentro del auto, Valentina seguía mirando por el cristal y Liza conducía esperando que su amiga no volviera a llorar a causa de Juliana.

Fabiana... – suspiró. – se parece a Juls. – expresó con dificultad Valentina. – Sus ojos son diferentes, el lunar de su hombro no es el de ella, su acento es un poco similar, aunque no es el mismo... pero las similitudes Liz, están ahí, son suficiente para querer arrancarme los ojos de nuevo. – asintió convencida de sus propias palabras.

En efecto, así era, no exactamente gemelas, pero semejantes en cosas.

En ese caso, ¿no sería mejor alejarte? – cuestionó la castaña.

Es lo primero que encuentro que me dice seguir adelante, después de este tiempo. – Liza asintió con una sonrisa mientras escuchaba a su mejor amiga, sintiendo pesadez en su pecho. – No quiero apagar la primera luz verde que me aparece, después de tanto... –

¿Y si hubo razón para que Juliana se fuera? – preguntó Liza.

¿Dijo alguna vez que iba a quedarse para siempre? ¿Mi sangre cambió de color? – divagaba Valentina con su mirada al frente. – No me quería, ¿verdad? – continuó hablando. Liza detuvo el auto en la calle, habían llegado a su departamento. – Me aterraba la idea de que algún día me viera de la manera en que yo me veía a mí misma... por eso tuvo que irse, es triste porque la extraño... y es peor porque, me da miedo pensar en lo que me convertí. Una versión desmejorada de tu mejor amiga. – habló con las lágrimas yendo hasta el final de su rostro una vez más.

La garganta de Liza se cerró, sintió como la culpa se le apresuraba por la garganta subiendo por ella, hasta su boca. Se giró para mirar a la chica en el asiento junto al de ella... y pobrecita, se veía tan frágil.

Suspirando como tantas veces, humedeciendo los labios, sintiendo como sus ojos lloraban lagrimas secas, decidió que era mejor no decir nada. Ella estaba para fortalecer a Valentina, no para hacerla añicos.

Voy a abrirte la puerta ¿bien? – No esperó a que Valentina respondiera, pues no lo haría.

Bajó del auto, y le rogó a dios para no llorar, no ahora, abrió la puerta del copiloto, ayudándole a Valentina a salir. Con cuidado la llevó escalera por escalera, se quedó con ella de pie frente a la casa, hasta que Val tuvo un mejor semblante.

Hasta aquí...– espetó la chica de blanco.

Aquí qué...

Vas a dejarme.

Valentina no, estás...

NO. – fue tajante. – No, no, vas a regresar a tu fiesta. – dijo señalándola. – Y me vas a despedir de todas... ¿sí? – ladeó la cabeza. – Bien.

ANTOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora