50. (the art of missing things)

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4 días después.

Hay algo espantoso e igualmente confuso en las oficinas de los terapeutas. Te sientes en paz, pero con el miedo acechándote como advirtiendote de que  algo va a suceder, posiblemente algo malo.

Volviendo al tema de las oficinas, sí, son horrendas, y Valentina ha estado dentro de tantas en su camino a la recuperación; y ha deducido que todas comparten algunas características: La luz baja, los cómodos muebles y las estanterías llenas de tomos que describen cada posible enfermedad mental que un humano podría padecer.

Este consultorio en particular mezclaba varias tonalidades de café oscuro, con unos muy luminosos colores crema, la silla con respaldo en color negro en la que Valentina ahora estaba sentada, genuina de piel por supuesto.

Otra cosa que Valentina notaba era que muy bien le iba a la mujer que estaba sentada frente a ella. Un iPad sobre su regazo en la que parece tomar notas y su severa, pero amable mirada posada sobre Valentina. Han estado mirándose por varios minutos y ninguna ha dicho nada, ni un "Hola". Ha sido aburrido.

La doctora Jaroh, era la más nueva en la vida de Valentina, sus padres habían decidido aconsejarla que asistiera a terapia al menos dos veces por semana, la doctora era una de las mejores, y bueno, todos sabíamos que el precio...bueno, eso salía sobrando. La exitosa doctora, tenía cerca de los sesenta años.

Su hermana no comentó que usted aparecería hoy, señorita Carvajal, ¿Por qué? – La doctora Jaroh, rompió el incómodo silencio en la habitación.

Tal vez porque no tenía muchas ganas de venir... Hasta hoy. –

¿Hasta hoy? – Valentina asintió, y se preocupó porque la mujer escribió un par de cosas.

¿Q, qué pasa?

No pasa nada... ¿Te sienta más cómodo si te llamo Valentina? – La chica de ojos azules, sonrió... La doctora Lilian, le recordaba a "Miss Johnsson" la profesora de su preescolar.

Sí, Valentina, sería mejor. –

Bien, entiendo que tus padres están en California, ¿correcto? –

Sí, así es...– carraspeó. – Napa, mejor que el frío de NYC

¿Por qué dices eso?

Eh, um... me, es un lugar acogedor, es templado la mayor parte del tiempo. – La doctora se cruzó de brazos.

¿Extrañas tu hogar?

No, no, bueno, un poco, pero sabe es más bien melancolía...

Ha decir verdad, era extraño que Valentina no estuviera a la defensiva, no hoy, simplemente no tenía ganas de pelearle nada a los doctores hoy, de repente se había querido sentir mejor. Un par de meses atrás habría arrojado el iPad de la doctora tan lejos como se le hubiera antojado, habría gritado en la cara toda la ira contenida que tenía. Pero hoy, simplemente no, tal vez todos llegan a un límite, donde los recuerdos ya no son suficientes, donde imágenes vacías de días pasados no son más que eso, el pasado.

¿Valentina? –

¿Ah? –

Entonces, es por estrés... ¿por el trabajo?–

No, no...– aclaró su garganta. – En el trabajo todo está bien. – intentó sonreír.

– ¿Quieres hablar de eso? ¿De la razón por la que estás aquí? –

ANTOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora