39. (Vida, Liza y el vino de cereza.)

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Noviembre 11.

– ¿Has pensando en cómo reaccionaría? – preguntó Liza
aún revisando el estante de snacks.

– ¿Yo? – la otra chica hizo una pausa. – No, ha decir verdad no creo que algo pudiera salir mal. – Contestó Vida entre pequeños tragos que daba a su café. Liza levantó sus cejas, como inquiriéndole... o esperando una explicación, quizá un plan. Vida sólo la miró mientras se acomodaba el berét que cubría su cabeza. – No tengo un plan si eso esperas que diga. – se rió. – Liza, escucha no hay necesidad de complicarlo tanto. – Liza la miró, sabía que por una parte, Vida tenía razón; no había necesidad de crear una tormenta en un vaso de agua, como bien dicen, pero no podía evitarlo, de cierta forma temía que esto fuese a afectarle a Valentina de una u otra forma.

Esta plática venían tendiéndola hace dos horas, desde el primer minuto en que Vida había aparecido dentro de aquel Walmart, que poco se ajustaba a cómo Vida lucía.

Para resumir lo que venía sucediendo se diría que buscaban la forma correcta en la que tendrían que explicarle a Valentina cómo, cuándo, y dónde había ella conocido a Vida y por supuesto, a la novia, Araminta. Eso y el porqué se habían conocido. Todo, sin spoilearle ni el mínimo de toda esa historia un tanto deprimente que ustedes y yo venimos sabiendo hace tiempo... y sí, no parecía cosa fácil.

– No es intencional, lo de complicarlo digo...– dijo la mejor amiga de Valentina.

– ¿Y entonces? – Vida hizo una pausa. – Mira... yo entiendo todo esto, sé que esta eres tú preocupándote por tu mejor amiga. Totalmente "understandable" lo que no quiero es que ni tu, Eva, o Irina se compliquen, creo que ya han tendido suficiente. – dijo Vida. – Si Valentina pregunta, tan fácil como decirle: ah, se conocieron en un evento de la familia. Es sabido que los Carvajal y los Park han trabajado juntos hace un tiempo... al menos aquí dentro de los Estados Unidos. –

– Un poco racista la señorita Park si me lo preguntas, mira que no extenderse hasta México. – Vida rió ante la broma de Liza.

– El único trabajo que tiene ahí hasta ahora es el de visitar a mis padres. – Ambas rieron. – Pero volviendo al tema, lo digo en serio. Una explicación breve y simple es lo que Valentina busca, y si sucediera que pregunta o llegase a saber de la conexión qué hay entre Juliana y yo, bueno... nada que un "que pequeño es el mundo" no arregle. – Liza volvió a reírse, pues sabía que Vida tenía razón, Valentina tendía a darle o muchas vueltas a todo, o culpar al universo de la coincidencia.

– Ya voy entendiendo porque siempre le caíste bien a Val...– agregó Liza. – Alguna vez llegó a mencionar que con lo obstinada y pesimista que Juliana era, le venía bien tener una amiga tan "optimistic" así, como la que tenía. Me imagino que hablaba de ti. – Vida sonrío.

– Right back a Valentina, todos vimos el bien que le hizo a Juliana. –

Liza estaba apunto de preguntar sobre la modelo, pero la vibración constante y molesta, ya hasta ese punto, de su teléfono celular hizo que finalmente le prestara atención.

– Disculpa. – se excusó con Vida, quién sólo le sonrió asintiendo, para después ponerle también atención a su propio celular.

Para la desgracia de la señorita Soberano, la llamada se había ido directo a su buzón, no le había dado tiempo de contestar... al igual que las otras cinco que la pantalla de su teléfono marcaba.

¿Cinco? ¿En qué momento? Si el objetivo era no entrar en pánico, o cuando menos preocuparse estaba fallando completamente.

La última llamada había sido de Eva, las otras cuatro también.

Tomó el teléfono en sus manos y revisó su buzón de voz, esperando que fuera nada grave, tal vez algo como: por favor compra tapioca, trae quinoa, o algo parecido... pero no, este no era el día de suerte de Liza, mucho menos el de la hermana mayor de Valentina, o de cualquier otro de sus allegados.

En la voz de Eva podía escucharse la preocupación, que apenas y disfrazaba con esa calma falsa, el mensaje era un tanto largo, pero lo único que Liza supo entender fue:

Diario. Valentina. No está. No contesta. No aparece.

Apenas tuvo la oportunidad, trató de parecer calmada ante Vida, que obviamente la había leído de inmediato.

– No vayas a decírselo. – habló Liza, con sus ojos implorándole a Vida que no lo hiciera.

– No tendrías que habérmelo dicho. – contestó Vida.

– A veces se me olvida que eres la mejor amiga. –

– Y tú la de Valentina, trata de entender. –

– Lo hago, créeme. – agregó Liza. Vida la miró dos segundos y respiró hondo.

– No voy a decírselo... – los ojos de Liza se iluminaron. – Sin emocionarte Soberano, no voy a decirle, ahora..., pero en cuanto tengas noticias déjame saber dónde y cómo está. – Liza asintió. – Ahora ve. –

Antes de que se pudiera decir algo más, Liza había salido de ahí, en camino al departamento de su mejor amiga desaparecida. La cabeza empezó a llenársele de todo tipo de cosas, empezando desde lo absurdo, hasta lo catastrófico. Tenía que calmarse, por su bien, por el de Irina, y el de Eva... tenía que calmarse.


Quizá el saber que su mejor amiga estaba en camino a la costa oeste le habría calmado los pensamientos un poco, pero Liza no tenía idea.

Valentina estaba a mitad de camino, volando hacía el Valle de Napa, con un teléfono que no recibía mensajes, mucho menos llamadas. sin pensar en que había dejado un mundo de caos en la gran manzana. Y a estas alturas con media botella de vino de cereza llenándole el estómago y mareándole el cerebro, lo que pasara en Nueva York era lo que menos le importaba.

Hasta ahora, en este momento, en lo que la parte mareada de su cerebro pensaba era en lo fácil que resultaba para una mujer blanca obtener un boleto de primera clase hacia California sin siquiera dar una explicación ya fuera por su prisa o su semblante – que evidentemente no era el mejor, no después de las lágrimas sin explicación y los dolores de cabeza –. Pero vamos, ya habría más tiempo para discutir ese tema, pues la parte de su cerebro que sí seguía consciente se aferraba a diferentes cosas distintas entre ellas, pero todas llevándote a un mismo tema... el recuerdo que había tenido, las cosas que había dentro de la caja, y lo que podría pasar cuando terminara de revisarlo todo, en conclusión... las cosas que la llevaba a Juliana y a la puerta de los recuerdos.

Valentina estaba ahogándose en el vino de cereza, y los recuerdos de Juliana que no tenía. Mientras que a Juliana los recuerdos se le escapaban en forma de suspiros, como si estuviese tratando de alcanzar a Valentina de una u otra manera.

Y es que no era un chiste, ya no, no más, la caja de los recuerdos que Juliana tenía de Valentina, era metafórica... la caja de los pocos recuerdos de Juliana que Valentina tenía era real, y descansaba intacta sobre sus piernas en un vuelto nacional de JFK a APC, en Napa Valley.

Si en Nueva York había dejado el caos, ya vendría la catástrofe para después.

ANTOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora