OCHO. (First defeat.)

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Junio 3, 2014.

¿Juls? Por favor amor... – Valentina había salido detrás de Juliana.

No tienes que hacer esto, regresa estoy bien.

Saliste llorando de ahí... no estás bien, y no es que tenga, es que quiero hacer esto.

Val... por favor. – murmuró Juliana, reprimiendo el nudo en su garganta.

Estaban en casa de los papás de Valentina por la fiesta de cumpleaños de su padre León, lo estaban pasando realmente bien, hasta que Juliana recibió la llamada que había esperado toda la tarde.

¿Eran de viva? – preguntó Valentina. Juliana sollozaba.

Su vida era de en sueño, se sentía feliz con Valentina, pero no era igual en su vida profesional. Había estado trabajando para "supreme" en Nueva York por mucho, y a pesar de que la agencia era buena, sabía que no llegaría a ningún otro lugar si alguna otra agencia como VIVA, Storm, o DMG la firmaba.

Esto no es tu problema yo debo arreglarlo. – dijo girándose viendo hacia la cocina. Sentándose en un banco.

Supongo que fue un no. – Valentina se golpeó mentalmente.

No solo eso..., quisieron "informarme" varias cosas...– su novia arrugó las cejas en confusión.

¿Qué cosas?

No importa Valentina.

Sí importa, acabas de llamarme por mi nombre completo, ¿qué cosas Juliana? – La modelo dejó salir varias lágrimas más.

Not good enough, too smiley, too ethnic...– Valentina abrió la boca, cómo sintiéndose ofendida. – Y tienen...–

Pa-pa-pa-pa. – canturreó interrumpiendo a Juliana. – ¿Ibas a decir que tienen razón? – Juliana se sentó en uno de los bancos altos. – No o ¿Sí?

Val...

Juls. – imitó el tono de voz de su novia. –

Lo entiendo. – decía limpiándose las lágrimas. – No soy lo que quieren, no me veo como lo que quieren. –

No se trata solo de la apariencia...– cualquier otra persona se hubiera reído por lo que Valentina había dicho, pero no Juliana.

Soy una modelo Val...– sonrió triste.

Dame diez segundos. Diez. – se acercó a ella, mintiéndose entre sus piernas. Limpiándole las lágrimas con sus pulgares. Juliana solo se encogió de hombros. – Sé que puede ser difícil vivir con ese cuerpo... mírate, una estatura perfecta, bien proporcionado todo...qué horror. – bromeó Valentina haciendo reír a Juliana. – Escúchame chiquita, sé lo difícil que puede ser no sentirse dueña de lo único que verdaderamente te pertenece, intentando cubrir las expectativas de personas que tienen un "ideal" retorcido de la realidad... no tienes que cubrirlos. Recuerda que tú eres quien decide qué es lo quiere ser, y cómo quiere verse, nadie puede influir en esa decisión; ni siquiera yo... – se acercó para besar la nariz de la modelo. – Suena inverosímil decir que tu trabajo no se trata solo de la apariencia, pero lo sé, trabajo para la industria...no eres una muñeca o una máquina programada para caminar en una pasarela y ya, eres tu actitud, tu carácter, a ellos les importa la actitud de una persona, es crucial para las campañas siem-pre... pero ey. – Levantó la carita de su novia, tomándola por las mejillas. – lo más importante, es que también eres todo lo que está aquí dentro. – dijo tocándole la frente con su dedo índice. – Solo porque no eres el ideal de perfección para ellos, no significa que no seas el mío, o el de nosotros, el de las personas que te amamos. – la tomó del mentón, le dio un beso tierno. – No es la más importante, habrá muchísimas oportunidades más, te lo puedo prometer.

Juliana sintió como su pupila se dilataba más de lo normal, como si una droga en ella estuviera surtiendo efecto.

La presión de su pecho se volvía más marcada y profunda. Unos tímidos dedos acariciaban su mejilla.

El escritor de "La historia interminable" dijo en su obra: "En el mundo hay miles y miles de formas de alegría, pero en el fondo todas son una sola: la alegría de poder amar." Para Juliana se había vuelto un sentimiento incontenible.

La comida sobra, porque el estómago está lleno de mariposas. Esa felicidad que solo el amor puede ofrecerte, que tiene razón de ser y con suerte, nombre y apellidos.

En unos meses, vas a estar por todo times square, y rodeo drive. – No estaba escuchándola, solo la contemplaba. – ¿Te canto? – Juliana se rió como una adolescente tonta y enamorada. Valentina hacía esas cositas que la volvían loca, hacía todo por verla mejor. – Voy a curarte el alma en duelo, voy a dejarte como nueva, y todo va a pasar, pronto verás el sol brillar...– cantó un pedacito de esa canción que tanto le gustaba a Juliana, y le hacía sentir tan bien. – Tu más que nadie, merece ser feliz. – susurró y beso la nariz de su novia.

Juliana miró a los ojos, el mismo color, la misma calidez de los últimos dos años. Fue entonces cuando recordó a la Juliana de antes, y lo que ella misma se decía: "Nadie nos pertenece, y no le pertenecemos a nadie", pero en ese momento deseó que Valentina le perteneciera, que fuera suya y de nadie más. Sintió celos del viento que soplaba en ese momento despeinándole aún más el cabello. Estaba completamente celosa de la brisa que definía su figura filtrándose por dentro de su suéter holgado y tan inapropiado para la fiesta.

Te amo... – susurró a milímetros de los labios de su novia, atrayéndola de la cintura, necesitaba sentirla más que cerca.

La besaba despacio, con calma, quería darse el tiempo para disfrutarlo. Sentía las manos de Valentina en su cuello haciéndole cariños, se sentía bien, se sentía correcto, sentía su respiración y escuchaba el "tuc-tuc" de su corazón. Continuaron así por vario tiempo más, no tenían necesidad de apresurar las cosas. Se sentía bastante bien ir con calma. O no tan en calma... escabulló sus manos dentro del suéter de Valentina tocando gentilmente su abdomen, provocándole un escalofrío y una sonrisa, misma que sintió contra sus labios.

¡YA VAMOS A PARTIR EL PASTEL! – Eva las asustó gritando detrás de ellas. – Menos mal que se detuvieron, traía el balde con agua listo. – Valentina se pintó de color rojo y escondió su cara en el cuello de Juliana que no paraba de reír.

Deberíamos ir...– susurró picando las costillas de la apenada chica.

Sí...– contestó de la misma manera Valentina. Se hizo a un lado y dejó que Juliana se pusiera de pie.

Oye, Juls...– llamó Valentina. – También te amo.

Juliana la abrazo por la espalda y caminaron como una de esas parejas que resultan enfermizas, que verdaderamente no lo son, es que nos sentimos celosos del amor que se tienen.

ANTOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora