41. (extracto del diario de VC)

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(N/A: es desde el pov de Valentina)

***

Perdí la cuenta de la cantidad de veces que mucho le pedí a mi cuerpo y mente esto...

Hoy tengo miedo.

Hay cosas que no se alinean,

Ya sé que mucho pedí esto pero...

Qué estoy haciendo.

Todo fue muy rápido, repentino, mucho le pedí a mi cerebro que cooperara conmigo, ahora siento que debí haber pensado en que no lo hiciera, o que al menos me dejara procesarlo por más tiempo, un poco más para poder trabajar en todo lo que siento, no es una cosa... son muchas, como todo al mismo tiempo...

Mi cabeza revienta, y quiero gritarle a la nada para reclamarle cosas que no sé, por razones que no tengo. Mucho he querido llorar para decirle al tiempo que regrese a lo que es mío, porque nunca me lo pidió para llevárselo, pero que no duela tanto, como ahora... me siento sola, veo al frente, tengo miedo de que el viento me deje y no sople más, porque me toca como si me estuviera retando, como si tuviera manos, labios, y respiración.

¿Nombre?

Tengo miedo de que no sea yo, que no haya sido un accidente, que además de haber perdido la memoria perdí otra cosa.

Y luego está ella...que no me deja, ni a sol, ni a sombra.

¿Qué hace ella metida en mi cabeza?

Sé también que cada vez que lo pienso en mis sueños dos luces vienen hacia mí, y el dolor de mi cuerpo termina por lastimarme, y enviarme al mundo real, a despertar.

Yo lo busqué, y siento que... no puedo siquiera escribir con coherencia, que hallar todo eso... que parece que dejé pistas, porque puedo ser cualquier cosa, menos tonta...

Y cuando estoy por encontrar la línea punteada que me lleva de regreso al inicio de todo... de nuevo está ella, y las cosas que no se adhieren a lo que pasa.

Cómo si ella bloqueara lo que pasó, porque no quiere que lo sepa...

Y ella no tiene idea...

Mucho le pedí a mi cerebro para que este momento no llegara, y lo hice por miedo, porque estando cerca de ella mi cabeza no está en paz, y la odio por no saber, la odio por sus silencios, la odio por romperme el corazón con las miradas, la odio porque no sabe del espacio personal, y la odio porque tampoco lo rompe conmigo, la detesto... y la pienso, la pienso tanto, tanto, que es estúpido, y raro y obsceno... y que un beso de Fabiana no borre la promesa de un beso de quién no me ha besado...

Es una imbécil...

No.

No es...

Soy yo. Porque pido y al final tengo miedo.

Le pedí a mi cerebro que dejara de pensar, que si lo hacía yo estaría en paz, que si me iba se arreglarían las taquicardias nocturnas, pero no funcionó, me fui y marcas aparecieron en mi cuerpo, marcas que desconozco, marcas que siento, marcas que duele ver porque duele recordar, porque duele no saber qué recordar...

Mucho le pedí a mi cerebro para traerme el pasado, y ahora no sé qué quiero y no saber por qué siento, que de a poco ya lo hago, y que cuando lo hago odio, y si odio es porque duele... y Juliana duele, Juliana duele, y los espacios vacíos alrededor de ella duelen más.

***

Eva terminó de leer la página y se quedó sin saber qué hacer exactamente, digo... al menos ahora sabía estaba su hermana, en un chasquido había obtenido la información después de contactar a la aerolínea... pero claro, siempre había algo más. Napa siempre era el lugar al que Val corría cuando se perdía de sí misma. Y Eva seguía ahí, con el objeto que no le pertenecía en sus manos, sin saber qué hacer exactamente...

Y ahora, qué... Se preguntó Eva internamente tratando de asimilar lo que recientemente había leído.

El texto era tantas cosas al mismo tiempo: una carta de corazón abierto, una declaración de guerra y la confesión de un amor diferente a todos, una confesión digna de Valentina y sincera.

Aún con esto, en la cabeza de Eva en subrayado brillante aparecía: declaración de guerra. Valentina no podía contener más todo lo que sentía, y estaba implícito ahí... le había declarado la guerra a Juliana.

– Ahora qué... – murmuró mientras masajeaba su cien y pensaba en algo correcto para hacer, aunque nada se le ocurriera después de eso.

Escuchó el par de voces tan familiares y guardó compostura. Para cuando Irina y Liza entraron, Eva notó el rojo en los ojos de la mejor amiga de su hermana, y le sonrió.

– Nada de qué preocuparse chicas, Valentina está yendo a Napa, seguramente se abrumó, démosle tiempo. – Liza dejó escapar un suspiró y una risa que pronto se convirtió en sollozo pequeño.

– ¿No te dije? – Liza nuevamente se abrazó a Irina, dándole la espalda a Eva.

Irina desvió la mirada a Eva con una sonrisa, hasta que reconoció lo que Evangelina sostenía entre sus manos, Irina sabía que no pertenecía a Eva. Y a juzgar por la expresión en la cara de la mayor de los Carvajal, ella también supo que Irina se había topado con ese diario antes.

Liza sabía que Eva se había percatado de todo el caos que se aproximaba, y que dios se apiadara de ellas, porque si Valentina sabía la verdad, no era seguro que le pusiera feliz el saber que ellas, siempre supieron todo.

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