46. (Resoluciones de día.)

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Cuando el mundo toca una canción diferente. 

A Valentina siempre le gustó esa frase, por una u otra cosa... quizá más por el significado que se podía darle.

Para ella siempre fue sinónimo de felicidad, como un sentimiento que después de tanto tiempo estar ausente regresa a ti y te cambia. La canción triste que vivía en tu cabeza desaparece y hoy es nueva... una que describe los suspiros que se atraviesan por tu garganta, incluso el olor del amanecer, o la manera en la que la voz de una persona en específico se almacena en tu cerebro para que la puedas repetir las veces que consideres necesarias para tu deguste, así como en un loop de oso... como que todo es diferente, hasta el sonido de tu corazón es diferente, como el anuncio o la premisa de la felicidad que está por llegar, para mí es así, probablemente para Valentina lo era también.

Escabullirse a mitad de la madrugada casi con el sol levantándose parecía algo mejor que quedarse en vela pensando en la tonada de aquella canción, no era sano.

Sabía que no quería dejar aquella cama y tampoco apartar el al brazo que la obligaba de una manera autoritaria pero hermosa a no abandonar a la chica dormida tumbada a sus espaldas, pero parecía más como una obligación, algo no la dejaba dormir, y estaba segura que debía solucionarlo. No...no era que quisiera irse, nada de eso.

Se arregló frente al espejo del pasillo y por una milésima de segundo sintió como aquel movimiento le había venido como si estuviera acostumbrada; caminó hasta que un pensamiento hizo que se detuviera nuevamente...no quería que la modelo pensara en que simplemente había decidido dejarla sola e irse, algo como ignorar o no acreditar lo que había sucedido horas antes, porque sucedía todo lo contrario, además aun contaba con un par de horas para cumplir con lo que aquel pensamiento le había propuesto.

Se detuvo un momento causa de la canción que no parecía dejarla en paz.

"goodnight, goodnight..."

Por intuición supo donde quedaba cada cosa dentro de la cocina de la modelo. Tomó lo que consideró necesario y empezó con algo que hacía mucho que no se preocupaba por hacer.

Cuando había terminado notó que las calles de la ciudad lucían un poquito más llenas de luz, lo suficiente como para dejar el auto de lado y dedicarse a caminar, esta vez no para aclarar su mente, sino más bien para detenerse a oler las rosas, caminar despacio, apreciar lo que no siempre se puede o se quiere apreciar.

Lavó sus manos, y regresó al cuarto donde Juliana parecía seguir sin moverse, se acercó a la cama y por miedo a despertarla solo acarició la mano de la modelo. Y se plantó ahí por varios minutos más, "oliendo las rosas", apreciando eso que no siempre se puede apreciar.

– Por favor, llega a tiempo. – se rió muy bajito. – Descansa solo un poquito más. – un par de labios suaves acariciaron la cien de Juliana que parecía estar disfrutando su sueño como hace mucho no podía.

Antes de salir de ahí nuestra chica quiso cerciorarse de que Juliana pudiera levantarse, y programó más de dos alarmas en el viejo despertador que estaba sobre el buró, como si ya ella supiera cuanto trabajo le costaba a la modelo levantarse, muy en el fondo ustedes y yo sabemos que lo hacía.

Paso a paso y la ciudad era más bonita, el día era hermoso, apenas el sol levantándose y solo había un mínimo de ruido, hoy no se sentía con mala suerte, hoy no le había molestado no llevar con ella sus audífonos para perderse en su música, más bien sería: hoy el verbo perder ya no estaba con ella en ninguna situación, y bajo ninguna circunstancia. Algo había encontrado, de a poco y sin saberlo iba de camino a encontrarse ella de nuevo.

ANTOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora