34. (La memoria, el recuerdo, y los sueños lúcidos.)

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Noviembre 3, 2:22am, 2018.


Noche previa a la visita de Juliana al departamento de Eva.

Pareciera que los ojos le habían sido pegados con adhesivo al televisor. Nadie a esta hora estaba despierta. Eva se había ido del guest room, siempre optaba por ocupar su cama. Liza había sido la segunda en irse a la otra habitación, argumentando que "estaba muerta, y tenía horas de sueño que reponer", Irina como la mayoría de las veces, había sido la última en dejar sola a Valentina.

¿Piensas quedarte a velar? – Valentina le sonrió. – No va a pasar nada si dejas la televisión sola, el títere del triciclo no es real Val. – la ojiazul se rió. 

Te juro que tengo nada de sueño. –

– ¿No tienes la cita con Camilla y Grace mañana? – Valentina asintió. – La maldita suerte que tienes, solo porque a ti se te ven bien las ojeras, tener una apariencia cadavérica te hace más guapa, es un crimen de odio contra nosotras Valentina, ugh. – Valentina rió bajito.

Se quedó mirando a Irina por unos segundos, ¿debía decirlo lo de la caja que había encontrado días atrás? Ese mismo día que se negó a salir con Fabiana.

Por supuesto que no. Sino lo había hecho a principio cuando estaban todas no lo haría ahora, de por sí ya se sentía patética al cargar con la caja en su bolso como para traerlo a colación.

– ¿Todo bien? – preguntó Irina.

Sí, todo bien Iri. –

– ¿Segura?– preguntó Irina regresando poco a poco.

Sí, solo... – la caja, la caja... Valentina, dile sobre la caja. – Nada, que los sueños, son muecho de repente, pienso en todos a la vez, y el trabajo, son tantas cosas que me abruman, dentro de otras que me abruman más, pero solo necesito relajarme, pasarla con ustedes y respirar, todo está bien. – 

Irina se acercó a ella sentándose al costado de la cama. Valentina conocía perfecto ese gesto en la cara de su amiga. Irina no era juegos y bromas todo el tiempo, menos cuando se trataba del bien común de quienes quería.

Muñecas rusas Val. – Valentina la miró confundida, eso a qué venía. – La muñecas, las conoces, ¿no?– Valentina asintió. – Mira, no tienen que ser precisamente muñecas rusas, pueden ser cajas si quieres, a lo que voy es que son como los pensamientos, tienes que ir revisándolos uno a la vez, siempre uno a la vez, y tomarte el tiempo con el que estás... porque nunca sabes que tanto habrá dentro. – Valentina tragó fuerte. La analogía de Irina le había dado terror y su pobre amiga no tenía idea.

Baby steps Val, if it's too much, call it off... baby steps... okay? – Valentina asintió con una sonrisa, no tan real como las otras.

– Okay, te lo juro rusita. – Irina la golpeó en el hombro.

Ahora, si me permites iré a vomitar todo ese sentimiento que queda en mi corazón después de esto. – Valentina se rió fuerte esta vez y cubrió su vida de inmediato.

– Sh, la gente duerme Valentina Carvajal, cállate. – Valentina le arrojó un cojín a su amiga. – Descansa esas ojeras, por favor. –

– También descansa, tonta. –

Has una lista de todos los productos fuera de lo ordinario que veas en infomerciales, comparamos otro día con la mía. – Valentina rió.

ANTOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora