TRES. (Inicios.)

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Valentina podía recordarlo a la perfección.

Había pasado un año seis meses y todo seguía tan presente, tan vibrante, a colores aún en su memoria, todo en conjunto con el pesado sentimiento en su pecho.

"No existe una intención detrás de esto, no debes sobre analizarlo como lo haces con todo, tú te quedarás en casa, y jamás vas a estar sola, no preguntes nada, aunque no tenga sentido, hazlo, por favor, te lo pido por favor." Juliana.

Tenía que ser una maldita broma, pensaba Valentina por enésima vez.

Una solitaria lágrima cayó en la manga de su suéter, seguida de otra que con cuidado trazó una línea cruzando sus labios, apretándolos pudo saborear su propia tristeza.

Su corazón se sentía vacío, se sentía sola. Se había vuelto parte de un olvido, el sobre de aquel Julio 9 se lo recordaba siempre. La envoltura del chocolate se había tornado amarillenta por el paso de los días.

Algunas cosas resultaban difíciles todavía. No sabía si estaba volviéndose loca o el olor de Juliana flotaba por el nuevo apartamento. ¿Acaso la había seguido hasta ahí?

Valentina había estado viviendo en East Village en el departamento que era de su hermana, antes de aceptar mudarse con Juliana... en sus primeros años de universidad no se sentía lista para tener algo para solo para ella, a pesar de lo insistentes que eran sus padres al respecto.

Pero oh, con esos expresivos ojos, largas pestañas y gesto amable, Juliana la había convencido de irse a Brooklyn, muy a pesar del hecho de que su universidad era muchísimo más cercana a EV, a diferencia de la distancia que había desde Brooklyn. Pero no tuvo un solo problema, jamás se quejó, jamás llegó tarde, a ningún lugar, nunca... a excepción de la graduación, Juliana, estaba más emocionada que ella y había tenido que retocarse el maquillaje unas tres veces, provocando una ligera demora para ir a la ceremonia.

Ah, Juliana... su Juliana...

Leía, y releía el sobre, paseaba sus dedos por la caligrafía, intentando no sobre analizar nada, tal y como se lo había pedido.

Juliana.

Juliana.

Juliana.

Las yemas de sus dedos recorrían la caligrafía una y otra vez... cuando paseaba sus dedos por encima del nombre sentía como si pudiera tocar la piel de la chica que había deshecho su corazón.

No existía día donde no se sentara y leyera la nota, jugando con la envoltura del chocolate. Cada día, destrozaba – su ya deshecho corazón. – con los recuerdos, en ocasiones incluso dejaba el sobre bajo su almohada, tal vez, en sus sueños Juliana regresaría...

Pero eso no pasaba nunca, ni en sus sueños, ni en la realidad.

Tampoco era algo que ella esperara, no después del tiempo que ya había pasado.

Su casi ineludible llanto parecía resonar por todo el lugar mientras intentaba desempacar algunas cosas. Su terapeuta le decía que llorar era bueno, pero ahora sentía que estaba abusando de su propia tristeza; pero cómo no sentirse triste si había miles de preguntas que esperaban ser respondidas y la más importante siempre quedaba al aire... se preguntaba por qué Juliana jamás había regresado. Parecía que después de todo lo que habían construido decidió no quererla más en su vida, simplemente había dejado de amarla. Desapareciendo de su vida por que sí, y sin un por qué claro. Lo más cobarde que pudo haberle hecho era eso, dejarla sin una explicación, así fuera la más tonta.

El último recuerdo en su mente era haberse dormido abrazada a ella. Lo otro, era haberse despertado abrazada una almohada con una chaqueta de esquimal puesta.

Astuta imbécil.

Lo pensaba y se arrepentía en segundos queriendo golpearse ella misma por pensar esas cosas sobre Juliana. Era su Juliana, o lo había sido hasta el momento en que puso un pie fuera del viejo apartamento.

Aunque añorara ciertas cosas, no se había quedado con la chaqueta, la quemó tiempo después... No de la manera psicótica que imaginarían todos... yendo a caminar un día, intentando calmarse, había decidido pasar a un crematorio, pagó sesenta y tres dólares y varias burlas, por quemar la chaqueta, con la mirada de una familia sobre ella: "la loca" debieron haber pensado al notar su estado y la decisión de quemar una prenda de ropa.

Una vez que llegó a su apartamento, se tiró sobre el sofá de la sala... lloró, lloró, y lloró, como nunca lo había hecho antes, como si nadie nunca antes le hubiera provocado tanto daño. Sentía que su piel se desgarraba por sí sola, que su esófago ardía, y que en segundos vomitaría todo su interior. Siete meses del constante dolor devorándola desde adentro, siete meses y se deshizo de la chaqueta que tenía parte importante en el peor acto de desamor jamás cometido. El punzante dolor iba y venía, se volvía menos fuerte al paso del tiempo, hasta llegar a desaparecer por días enteros.

Ahora, algunas cosas se sentían diferentes, la mayoría gracias al cielo. Era tiempo para ella de volver a empezar.

Depuró lo que no le parecía necesario, se deshizo de sus redes sociales, de personas que le parecían toxicas, y dio paso a una vida que fuera mejor, más positiva en ese aspecto. Después de lo que sucedió, decidió volver a vivir con Eva, su hermana, ella estaba encantada con la decisión, eso y lo de tenerla cerquita, estuvo ahí hasta que se sintió mejor, y hasta que pudo encontrar algo que le gustara lo suficiente para mudarse.

Hoy había adquirido un nuevo lugar en Soho. La completa razón del "por qué" se había mudado de Brooklyn a Soho era para volver a sentirse bien para empezar con una nueva, exitosa, y diferente versión de ella misma, una nueva Valentina.

Después un rato de labor todo estaba en orden. Cosas con etiqueta rosa: para donar, etiqueta amarilla: se quedan, y etiqueta verde: basura... de nuevo, el vacío en su pecho la atacó.

La enorme sala la hacía sentir pequeña y vulnerable, el apartamento era bonito, más que el anterior, pero algo estaba mal. Respiró hondo sentándose sobre el futón, cerrando los ojos, dejando que la tristeza descansara dentro de ella.

Volvía a abrir los ojos y se encontraba con la imagen de varios edificios no muy lejos...eran como un pensamiento lejano, o un pasado que desechó.

Una última caja quedaba frente a sus pies; pequeña a comparación de la docena de otras por la casa. Se puso de pie y caminó con la caja hasta la entrada, abrió la puerta y bajó las escaleras que había del departamento a la acera. Algunas cajas vacías quedaban apiladas sobre la lámpara que alumbraba la calle, aquellas que tenían etiqueta verde, las que pertenecían a la basura.

Vio dentro de la caja antes de dejarla por completo ahí y sonrió con pesadez.

– Buenas noticias, dejé el grupo Carvajal y los vinos, hoy soy parte del departamento de editores en Condé. Y bueno, nada... me mudé... estoy pensando en comprar un perro, no estoy muy segura pero me gustaría tener uno un bulldog inglés, o un conejo, siempre quise uno... el proyecto sobre la educación de los niños en Sudamérica, fue un éxito... Um, este parece un buen vecindario... – guardó silencio un momento, pensó que seguramente se veía patética, pero últimamente le daba igual – Creo que siempre te voy a extrañar... – susurró conteniendo las lágrimas, en su lugar intentó sonreír.

Dejó la caja y volvió dentro de su nuevo apartamento.

Una sonriente chica, fotografiada sentada sobre unas escaleras veía a Valentina irse desde dentro de la caja.

La misma chica que no quiso dar una explicación.

La misma chica que estaba del otro lado del mundo.

La misma cuyos recuerdos estaban siendo tirados a la basura.

***

If I don't have you, at least I still have me. 

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