SEIS. (Tiempo atrás II.)

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Después de quince minutos de charla, que pasaron a ser sesenta. Juliana se tocaba el estómago de dolor, todo el tiempo había estado riéndose. ¿Cómo era Valentina tan ocurrente?

En diferentes momentos de su vida Juliana deseaba regresar a cuando pequeña, sentía que había perdido su esencia, que lo que era no tenía razón de ser, se sentía la imitación de alguien más.

Anhelaba el sentimiento de poder ver el mundo con esos ojos inexpertos de nuevo, esa mirada que no entiende nada, y que de todo se sorprende. Había noches en la que extrañaba los lápices de colores y las golosinas, nada más era importante, esas dos cosas eran la viva representación de la felicidad. Lo había deseado hasta ahora... hasta el instante en que Valentina había decidido no ser muda, sorda, o lanzarse por el balcón.

Juliana se había convencido de que el lápiz de color platicaba con ella desde hace una hora, la dulzura de las golosinas estaba a su costado haciéndole compañía y todo lo que hacía ver a sus ojos como inexpertos, salía sin parar de la elocuente señorita que estaba sentada junto a ella.

Entonces los nativos creían que cuando tu sangre cambiaba de color, era porque tu alma gemela había dejado de quererte...– decía. – Un poco drásticos, pero es romántico si te pones a pensar porque tipo... la sangre nunca cambia de color. – terminó.

¿Sabes eso por qué...?– preguntó sorprendida una vez que Valentina había dejado de hablar. La chica de ojos azules se encogió de hombros.

Me gusta la India...– contestó apenada. – No quiero agobiarte, puedo irme y...–

No, no.. – se apresuró a contestar Juliana. – No me molestas, solo quería saber cómo lo sabes... eso no respondió mi pregunta. – sonrió.

Lo siento... y o sea, no lo sé exactamente,  es solo un gusto adquirido por la mitología de la india, creo. –

Ya, eso está mejor...– Valentina fijó su mirada en Juliana y esta pudo presenciar la dilatación inmediata de las pupilas de Valentina. – Con el frío que hace, estando sola ¿De verdad no fumas? – ¿Le estaba coqueteando a Valentina? La ojiazul solo negó con la cabeza.

No, hasta hoy no encuentro una razón para querer hacerlo y el humo es molesto. – eso lo había dicho sin pensar. – No es que me moleste que tú lo hagas, puedes hacerlo, tipo es solo que... bueno, ya sabes... yo... a mí no... tu puedes, si quieres...– estúpidamente adorable la chica.

¿Te molesta mucho? ¿Te hace daño? ¡Nah!, ¿No me digas que eres alérgica o algo así? – maldijo castigándose mentalmente por casi provocar una reacción alérgica en Valentina.

No, no, nada de eso, solo me... a veces me... provoca mareos, asco. –

¿Asco?

Asco, nauseas... en parte por eso fue que decidí venir aquí, si es mucho el humo dentro de un lugar podría vomitar...– dijo apenada Valentina, Juliana se rió, y simultáneamente sin que Valentina lo notara volvió a guardar el cigarro en la bolsa de su chaqueta.

Se quedaron en silencio viendo la ciudad, podrían quejarse del frío pero lo aguantarían con tal de quedarse una al lado de la otra por un rato más.

¡VALENTINA! ¿Val? – Karlie había salido al balcón, rompiendo el silencio de las chicas. Rápidamente Valentina se puso de pie. – Perdón no quise interrumpir nada. – sonrió la modelo ojiverde. – Eh, Lizzie me dijo va a quedarse aquí, yo estaba por irme, ¿quieres que te de un aventón?

ANTOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora