17. (Términos médicos.)

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Pasaron los días, poco a poco todos se hacían al proceso nuevo que Valentina debía llevar. Leer revistas, redactar artículos, escoger colores y más. A petición propia, Liza se había encargado de mostrarle a Valentina ciertas fotos que hizo para campañas pequeñas como, Altuzarra, Moschino, o Prabal Gurung... nada exagerado, gigs pequeños solamente.

Una vez que vio su imagen, sintió las texturas, y leyó los libros que guardaba en su casa estaba segura de que eso era lo que hacía, eso era lo que disfrutaba hacer, porque lo sentía, sus manos y sus ojos lo recordaban.

Otra cosa en la que Valentina caía al paso de los días, era en que había tenido razón. Estaba segura de que pedazos de Fabiana flotaban por su mente y de a poco los recordaba. A pesar de su conducta hacia la modelo, sentía poder recordarla. En ocasiones no eran tal cual ella los veía repetirse frente a sus ojos, pero parecían serlo. Había leído sobre la paramnesia, nombre que se le da a "recuerdos inventados por la mente", seguramente era por eso que ciertas cosas que Fabiana hacia no siempre solían ser lo que ella veía o soñaba, pero ahí estaba ella.

Ella.

Una silueta sin cara que venía a acurrucarse con ella todas las noches, dentro de un sueño interminable. La voz que le llamaba desde el pasillo, la misma voz que le decía que "desearía que estuviera ahí", la misma voz que terminaba con sus sueños para despertar en un estado de completa ansiedad, bañada en sudor, añorando la compañía de la mujer que solo existía dentro del sueño que llegaba a parecer una pesadilla.

Siempre tenía la imagen en su mente y una vez que tenía oportunidad de hablar con Fabiana, ese sentimiento del sueño, todo aquello que sentía parecía tan lejano. 

Y se preguntaba con frecuencia: ¿Era Fabiana quién le robaba el sueño?

Por otro lado Eva pasaba mucho tiempo con ella, más que antes, hoy le había casi rogado a Valentina para que se quedara en su casa. Y es que existían ciertas inconsistencias en el comportamiento de la chica que simplemente no hacían clic, con su "antigua yo". Ya era mucho diferir al describir la manera en la que se comportaba en ocasiones... Valentina guardaba silencio mientras sus amigas hablaban, o la forma en la que se dirigía a Fabiana, casi de forma diplomática, como si le costara trabajo hablar de manera normal con ella, sin cohibirse o incomodarse.

Era como apreciar otra versión de su hermana, no era malo, solo era extraño. Valentina no adoraba precisamente la atención sobre ella, pero se la ganaba y una vez que se sentía cómoda, se desenvolvía a la perfección... ahora, parecía repelerla, no quería salir de casa si no era para comprar un libro o por necesidad, las únicas que recibían su atención y parecía que de verdad disfrutaba de su compañía eran Liza e Irina... y por consiguiente su familia, pero nada más. A Eva empezaban a preocuparle cosas, Valentina parecía desarrollar un lado b, que no le gustaba en lo absoluto.

¿Val? –

¿Qué? – La chica despegó la mirada de su libro.

¿Qué opinas de esto? – Eva le mostró una fotografía de cierto hombre con un atuendo equis.

Que se ve mal, además es un hombre bastante desagradable. – Eva asintió. La foto verdaderamente era lo que Valentina había dicho, solo que si eso le hubiera preguntado antes del accidente, la respuesta habrías sido bastante diferente, más amable tal vez. – ¿Por qué? –

No, por nada...– Valentina guardó silencio.

¿Tu no piensas lo mismo? – Dijo sin quitar la mirada de su libro.

Tienes razón... por cierto, hablando de eso. ¿Te gustaría acompañarme mañana al hospital? –

Claro...–

¿Te has sentido bien los últimos días? –

Sí, ¿Por qué? – preguntó ahora en un tono más inocente. – ¿Me veo enferma? –

No, por supuesto que no , nada de eso.– Eva la miró unos segundos. – Debo hacer una llamada, ya regreso. –

Ajá...– fue lo único que Valentina mencionó.

En definitiva algo le estaba ocurriendo a Valentina. Eva sentía saber la respuesta, pero para que la respuesta fuera la correcta había ciertas cosas que estaban implicadas.

Dejó a su pequeña hermana disfrutar su lectura, mientras que ella en el camino hacia su habitación tomó uno de tantos libros y siguió hasta su habitación.

Tomó el ejemplar en sus manos y repasó varios párrafos mientras se mordía las uñas, era antigénico pero no sabía bien cómo tratar el tema. Revisó los contactos de su teléfono hasta dar con el indicado.

Hola, soy Eva. Necesito un favor. – Del otro lado de la línea se encontraba el neurocirujano que había atendido alguna vez a Valentina. Claro, mañana estará ahí. finalizó su llamada con incertidumbre, no quería aceptar del todo aquello que su cerebro le sugería respecto a su hermana.

Dejó sus cosas ahí y regresó con su hermana. Valentina ya no leía, estaba sentada en el sofá cruzando las piernas, mirando al frente, hasta que se percató de la presencia de su hermana.

¿Quieres ver una película? – Eva sonrió. – Podemos pedir una pizza, tú puedes pedir una pizza. – Eva notó que no todo en Valentina era diferente, por momentos parecía volver a ser ella.

Claro, pero nada de dormir muy tarde que mañana tenemos que ir al hospital. –

Pero, tú vienes conmigo, ¿No? – Eva asintió. – Y, todo está bien, ¿Verdad? –

Sí, por supuesto... solo un chequeo normal, ya sabes. –

Oh, okay... ¿El molino rojo? –

El molino rojo, ordenó la pizza. –

La noche las venció, y fueron a dormir sin ninguna novedad. Al día siguiente Valentina despertó muy por la mañana, Eva le había dejado un mensaje sobre su buró, en la recamara que se había quedado. La nota decía algo como: La prueba es con el estómago vacío, ven ya. Se alistó, cepilló sus dientes y dejó el apartamento, sintió un pequeñito acelero en su corazón cuando salió de casa de su hermana, pero se calmó, probablemente solo tenía que ver con la prueba.

Para resumir lo acontecido horas después en el hospital podría decirse que las pruebas que le habían hecho habían sido un tanto.... Eh, estúpidas.

No entendía mucho, qué tenían que ver preguntas sobre "en que poercentaje prefiere trabajar acompañada a diferencia de sola" o "que haría si encuentra a un pequeño en la calle" con su pasado accidente, la cereza del pastel había sido la memorización de un mapa completo de Reino Unido.

¿Qué fue todo eso? – preguntó a su hermana. Ahora se encontraban merendando algo en el pequeño restaurante cercano al hospital. – Sus preguntas fueron bastante... idiotas. – Eva se quedó pensando.

Solo cosas que son necesarias para ver que no existe daño cerebral, o que no quedaste más tonta de lo que ya eres...– Eva la había hecho reír, y para la suerte de la hermana mayor, Valentina dejó a un lado el tema para hablarle de otras cosas.

Eva tenía esa corazonada de que no se equivocaba con lo que pensaba y si todo era como ella lo parecía, debía ingeniárselas de alguna manera para que lo que pasara o se fuera desarrollando dentro de Valentina no fuera a afectarla de ninguna manera.  

ANTOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora