51. (el cielo, la lluvia y el temple de acero en Juliana.)

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¿Cómo? ¿Iba a ponerse a categorizar lo que está bien y lo que está mal ahora? Y si fuer así, ¿Podría todo esto ser categorizado como algo malo? ¿Era algo bueno? ¿Lo había sido en el momento en el que dejó el ramo de margaritas a la entrada del apartamento de Juliana con la nota?

"¿Estás ocupada? ¿Sigue en pie lo de las montañas?"

Y entonces, ¿cómo era...? ¿estaba mal aceptar la invitación a espaldas de todos de parte de Juliana?

¿Estaba mal Valentina?

Porque todo lo que nuestra chica quería era pasar tiempo con la otra mujer en cuestión. Era como una burbuja de secretos y complicidad cada que estaba con ella, y claro la que se había dado hoy. Habían caído en el agujero del mismo que Alicia en el país de las maravillas había salido, profundo, y con cientos de obstáculos en el medio... Juliana no dejaba de pensarlo, simplemente no podía alejarlo de su cabeza.

Estaban ambas en lo profundo, como si saltasen de un precipicio a un océano sin fondo y sin fin, con la ropa húmeda, sin nada que protegerlas. Y si ahora le preguntáramos a Juliana y el temple de acero que poseía: "¿Qué harías por ella?" Ni si quiera yo sé qué tipo de límites rompería por Valentina, no después de todo lo sucedido.

Parte de ella pedía que Val no la mirara siempre de "esa manera" porque existía la exorbitante posibilidad de que irrevocablemente se enamorara más de ella y atentara contra lo inevitable: decirle toda la verdad. Pero perder la cabeza por el amor no había surgido jamás en su plan de vida, no lo consideró estando lejos, no hasta ahora, no hasta hoy. 

– Mierda. – Valentina maldijo, mientras el cielo se iluminaba entero por un rayo. Un fuerte estruendo sacudió el firmamento, mientras las dos chicas acomodaban la canoa a la orilla del lago, las gotas de lluvia contra sus cuerpos golpeaban como si de piedras se tratara, de inmediato se pusieron de pie, intentando asegurar la canoa al pequeño muelle.

La holgada playera de algodón con las palabras "fuck" y "you" se pegaba al torso de Valentina, era prácticamente una jerga, su cabello un completo desastre, en sus mejillas, en su nariz, por su quijada.  Un relámpago más y casi cae del susto.

– ¿No te sale hacer esto más rápido? ¿Neta? –Juliana estaba más que preocupada, miraba a su alrededor intentando dejar de tiritar de frío; su chocolatoso cabello más oscuro y enroscado ahora que empezaba a absorber el agua que caía sobre él.

– Las dos sabemos que te gusta la lluvia, ¿no dijiste? – Se mofó Valentina, "un nudo más" pensó, en caso de que el viento arreciara. 

Un estruendo de nuevo y la caída de un par de ramas de aquel alto árbol, Juliana saltó del susto y se afianzó al brazo de Valentina. "Si un rayo no nos mata, un árbol lo hará"

– Listo. – Ambas se pusieron de pie, corrieron por el húmedo y resbaloso césped con sus descalzos pies, poco importaba el lodo en ellos.

Los ojos marrón guiaban a los azules, Juliana llevaba la delantera, parecía desesperada, seguramente eran ya más de las seis, y no las cuatro como acordaron que el paseo terminaría. Había sido cierto lo que Valentina dijo, había considerado el paseo por la montaña, no solo eso, lo había cumplido... era esa la razón que nos traía a este momento. Valentina había cumplido con todo, con las expectativas de su jefe en el trabajo, con una portada impecable, inigualable, y llena de color para VOGUE US. Juliana se había coronado como una reina al aparecer en portada guiada y producida por Valentina y su talentoso equipo, así se cumplían las promesas, y esto de hacer hiking en alguna montaña cercana, Valentina se lo había cumplido a Juliana también.

Pero Valentina se tenía una promesa a sí misma, todavía sin cumplir.

Con respiraciones entrecortadas llegaron al estacionamiento, vacío, no había un alma; era predecible, el cielo se estaba cayendo, ¿Quién querría estar ahí?

ANTOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora