25. (Las disculpas y el pasado II.)

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Octubre 30, 2018. 7:56pm

Una vez que el auto arribó a su destino las chicas bajaron. Lupita ya las esperaba en el porche de la casa con la puerta abierta.

¿Cómo les fue? – preguntó en calma la señora Valdés.

Bien. – Fue lo único que salió de Juliana, entró directamente hasta la sala.

María miró a Vida, quien solo se encogió de hombros. Bien no era exactamente como les había ido.

¿Y papá? – preguntó Juliana.

Salió por algunas cosas. –

Ah, bien. – respondió la modelo.

Vida está ayudándome con poner la mesa de afuera, ¿Te gusta la idea?– sonrió su madre secándose las manos en la toalla pequeña.

Me encanta, ¿Por fin arregló los focos papá? –

Después de un siglo lo hizo, gracias a dios. – Juliana se sonrió y miró hacia otro lado, dispuesta a perderse de nuevo en sus pensamientos.

Con cautela Lupita dejó la toalla sobre la barra, se deshizo del delantal y se acercó despacio hasta el sofá donde Juliana estaba, la chica tenía los ojos cerrados, la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás y se notaba que solo intentaba regular su respiración, y volver a la calma.

¿Cómo te fue? –

Bien ma, te dije antes. –

No, no, yo antes pregunte "cómo les fue", tú has dicho que bien. Ahora te lo estoy preguntando solo a ti. –

Todo está en buen estado, los muebles, el televisor.... Pero planeo deshacerme de todo eso y remode...–

Juliana, no te pregunté sobre el estado del apartamento, yo sé cómo está. Ahora, ¿Tú estás bien? –

En ese momento, su padre entraba por la yarda de atrás. Vida dialogó con él y el hombre que venía ayudándole con las cosas, parecía estarles explicando, fue así como los tres decidieron aguardar afuera. Esta era una situación que solo Guadalupe sabría manejar más que a la perfección, ella de todo sabía, después de todo ese es el trabajo de una madre.

Juliana negó con la cabeza y lo inevitable estaba por llegar. Sus lágrimas empezaron a caer en automático de sus ojos, sentía que iba a ahogarse por todas las veces en las que había reprimido su llanto. El aire le faltaba y estaba intentando no gritar.

No, n-o...– su llanto no le permitía articular más.

Ven mi niña. – Su madre se acercó y arropó a su pequeña hija en sus brazos. – Ya, ya, sácalo, déjalo ir. Aquí estoy contigo. –

Ma, no está... no está en casa... – Juliana lloraba, y su mamá se aferraba a la poca fuerza que tenía en ese momento para no llorar con su hija, sabía que Juliana estaba hecha pedazos.

Esperó hasta que Juliana pudiera estar un poco más tranquila y pudiera hablarle de lo que había pasado. Juliana se separó de su madre, pero jamás soltó su mano.

Se fue, yo lo sabía, p-pero...un nudo más en la garganta. – No imaginé como sería regresar ahí, y no verla. No encontrarme con ella...– respiró hondo. – No tengo nada, nada de ella, sus fotografías no están, su ropa no está, incluso lo que yo había guardado para mí de ella no estaba ya... y no, no la culpo... – decía sin dejar de lagrimear.

ANTOLOGÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora