6. Estudios

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Massachusets, EUA
Narra Leah...

Acababa de terminar un satisfactorio baño de burbujas cuando de repente mi celular empezó a vibrar. Lo tomé y contesté la llamada del Stephen (el comandante).

- Comandante, ¿Que pasa?- pregunté con el celular en el oído.

- Acabo de hablar con el ministro ruso, los estudios de los objetos que llevamos ya están- escuché su voz.

- Voy en el primer vuelo a San Petersburgo, nos vemos en el aeropuerto.

- Claro, hasta luego Leah- terminamos la llamada.

Corrí a mi vestidor y tomé rápidamente ropa cómoda para Rusia. Tomé un pantalón negro entubado, una blusa blanca de manga larga, una gabardina azul marino con peluche en el cuello y unas botas negras hasta la rodilla. Apenas y me pude peinar y salí corriendo de la casa.

Tomé el primer taxi que vi y me llevó al aeropuerto a toda velocidad. En poco tiempo compré mi boleto, pasé los filtros de seguridad y abordé el avión.

- Listo- dije exalando con tranquilidad.

Me acomodé en uno de los asientos y me recargué en la ventana para dormir lentamente.

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De la nada aparecí en una especie de castillo o iglesia. Era muy alta y un enorme ventanal rojo con la cruz católica iluminaba el lugar.

Caminé unos cuantos pasos cuando de repente unas enormes velas que estaban a los laterales en unas pequeñas torres se iluminaron, di un pequeño salto. De la parte alta se escucharon unos cantos, al parecer en italiano, de nuevo caminé pero esta vez más rápido; la cruz parecía hacerce más larga y a invertirse a cada paso que daba.

Mire sobre mi hombro y cerca de la puerta de entrada había una silueta.

- ¿Hola?- dije y el eco imitó mi voz.

No hubo respuesta; la silueta estaba envuelta en una capa negra que le cubría cada parte de su cuerpo. Dio el primer paso y una de las velas se apagó. Retrocedí.

Corrí hacía la mesa del sacerdote, cuando mi di cuenta frente a mi estaba la silueta. La capa empezó a arder en llamas rosas con toques púrpuras y unas alas brutaron de ella, sin descubrir su rostro la silueta gritó. Era un grito agudo e incesante, a tal punto de que todo lo de vidrio se rompió en miles de pedazos.

El fuego rosa empezó a consumir lentamente mis piernas, mientras que una risa con eco acompañaba mi insoportable dolor...

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Desperté con la frente húmeda por el sudor, era un sudor frío, de miedo. Me asomé por la ventanilla; desde arriba pude observar la Plaza Roja y la nieve que parecía eterna en Rusia.

- Espero que todo esté bien- dije a mi yo interno cuando pude relajarme.

El avión aterrizó, bajé por una escalera de metal. Tomé mi única maleta que llevaba y caminé hacía la sala de espera, me senté un rato, no si antes comprar un café en la cafetería.

A los pocos minutos vi a un hombre vestido con el uniforme del FBI, supe que era el comandante.

- Llegaste a tiempo, vámonos- dijo tomando mi maleta.

Caminamos hasta salir del aeropuerto, tomamos un autobús rojo y salimos con esperanza de recibir buenas noticias.

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Ministerio ruso, San Petersburgo

En poco tiempo llegamos a un pequeño edificio color marrón oscuro, con las tejas blancas.

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