Capítulo 7: El Mensaje

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Alguien estaba asesinando a los espías más importantes, eso fue lo que concluí cuando Natalie nos mostró los expedientes de los tres espías muertos. Eran dos asesinos, uno usaba francotiradores para hacer un trabajo más limpio, el otro cortaba gargantas. Y ahora podríamos tener a un tercero: el que envía cajas con copias de las pertenencias de enemigos pasados. Había algo muy extraño en eso, definitivamente.

—Jackson, trata de salir lo menos posible de tu casa, no te asomes a las ventanas y no te quedes solo—ordenó Natalie. Parecía que se le iba a salir la vena del cuello—Y recibirás protección las veinticuatro horas. Alex, tú también cuídate, no sabemos con qué nos estamos enfrentando.

Jackson miraba hacia el suelo con la respiración agitada y la mirada perdida.

—Esta tarde la Junta Directiva hará una declaración sobre lo que está sucediendo, todos recibirán el comunicado—dijo Natalie—Es posible que hayan tomado medidas de seguridad.

Luego de hablar con Natalie, bajamos a la planta baja para ir de vuelta a casa. Cuando ya estábamos en la puerta de la Academia, un hombre que iba entrando a la Sede Central se detuvo a mirarnos. A diferencia de la mayoría de las personas que trabajaba en la Sede, que vestían con traje, este iba vestido con jeans ajustados, zapatos de vestir y camisa manga corta, ni siquiera usaba corbata. Su cabello era negro y ya comenzaban a aparecer un par de canas a los costados. Era medio encorvado, caminaba de forma ligera y desinteresada y saludaba simpáticamente a todos los que pasaban a su lado.

Jackson, al ver al hombre, comenzó a caminar hacia otro lado.

—¡Jackson!—llamó el hombre con una sonrisa en su cara.

Miré a Jackson extrañada y él estaba rodando los ojos. Luego volteó hacia el hombre gruñendo un par de cosas inentendibles.

—Patrick—saludó Jackson entre dientes.

El hombre se sacó las gafas de sol y dirigió su vista hacia mí. Tenía los ojos de un azul muy profundo y brillante. Me miraba con los ojos entrecerrados, como si se encandilara con el propio brillo de sus ojos.

—Tú debes ser Alexandra Crawford—me estrechó la mano con sonrisa de buenos amigos—Encantado de al fin conocerte, soy Patrick Lee.

—¿Lee?—miré a Jackson acusadoramente.

Jackson me miró temeroso y sonrió sarcástico.

—Te presento a mi padre—dijo tratando de sonar sutil.

Pues claro que tenían que ser padre e hijo, de cara no se parecían nada, sólo los ojos. Pero ahora que los observaba juntos podría decir que tenían los mismos gestos, el mismo encanto, la misma forma de hablar y hasta la misma torpeza para acomodarse las mangas de la camisa. Al parecer también compartían su odio por los trajes.

—Un gusto conocerlo—dije con una sonrisa tímida. En realidad no paraba de pensar en el hecho de que Jackson jamás se dignó de decir otra palabra de su padre más que era un hombre desagradable y estúpido.

Sabía perfectamente lo que había hecho este hombre: había abandonado a Jackson cuando tenía sólo doce años y desde entonces él sólo se tuvo que hacer cargo del problema con el alcohol de su madre. La adolescencia de Jackson fue un infierno gracias a este hombre. Pero esperaba encontrarme a alguien distinto, alguien mucho menos encantador.

—No sabía que conocías a mi hijo ¿Estás aquí de paseo?—preguntó el padre de Jackson.

—Es mi novia—repuso Jackson con frialdad.

El hombre se quedó estático observándonos a ambos. Se veía una notable sorpresa y felicidad en su cara, no dejaba de observarme con su hipnotizante, y a la vez incomodante, mirada.

La Lista de Muerte (2° parte de El Campamento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora