Capítulo 46: Soy inofensiva

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Después de año nuevo fui a visitar a Francesco a su departamento y de paso despedirme de él porque pasaría un largo rato hasta que nos volviéramos a ver. Cada vez que volvía, había una decoración nueva. Ahora se había puesto un televisor en la sala de estar, había colocado estanterías en la cocina y había pintado las paredes de un color beige claro.

Dado que la cocina y la sala de estar no tenían separación, me senté en una banqueta mientras él seguía una receta de carne a la olla.

Mientras tanto le contaba por qué me había desaparecido.

—Bueno, menos mal que a esa mujer se le ocurrió volverse loca ahora y no el año pasado cuando me hospedaba ahí ¿no?—bromeó Fran—Me matan por el solo hecho de tener esta cara.

—Prefiero no recordar ese tema—cerré mis ojos sonriendo por su mala broma—¿Cómo te fue en Italia?

—No tan bien, mi hermana Julia está saliendo con el vecino de en frente y no me agrada para nada—respondió.

—¿Por qué no te agrada?—le pregunté.

—Porque cuando éramos pequeños se burlaba de mis aparatos—explicó negando con su cabeza—Y encima el otro día se reía de esas épocas. ¡A mí no me causa risa! Gracias a él todos los vecinos del barrio de reían de mí. Julia sabía de esto, me veía llorar. Qué traición.

—Fran, fue hace años. Ya ambos son grandes—le recordé con una sonrisa irónica.

—Julia me dijo exactamente lo mismo. Yo veo algo raro en ese hombre—dijo Francesco—Alex...tú eres espía.

—Qué novedad—dije sarcástica—No haré una investigación basada en una sospecha de acoso dental, olvídalo.

Francesco comenzó a reír torpemente y controló que no se haya olvidado ningún condimento a su comida. Finalmente, se quitó el delantal y dejó que la comida se terminara de cocinar sola.

Nos fuimos a sentar al sillón mientras él se bebía una copa de vino tinto y yo sólo me tomaba un jugo.

—Estás pensativa—comentó Fran.

Levanté ambas cejas y lo miré dudosa.

—Aún pienso en ese asesinato—dije—¿Cómo puede ser que no lo haya captado ni una sola cámara? Es posible que no lo haya visto nadie, la Sede es enorme y hay tanto movimiento de gente que pudieron haber pasado desapercibidos. Pero las cámaras...

—Tal vez modificaron las grabaciones—observó Francesco. Lo miré dudosa—Si me estás diciendo que hay un lugar llamado la Cueva, al cual todo el mundo creyó que sólo se dedicaba a la producción de transportes y armamentos, pero resultó controlar toda la Sede...ya sé que soy inexperto en espionaje, pero de los miembros de ese lugar sería de los primeros en quien dudaría.

—White pertenecía a la Cueva—observé.

—Ahí tienes, ese lugar ya está involucrado—dijo Francesco.

—Pero hay mucha gente que pudo haber accedido a las cámaras. El tema es cómo hizo esta persona para pasar desapercibido.

—Alguien que conoce la Sede como la palma de su mano o alguien que tenga otra forma de atravesar la Sede sin ser visto. Y esos son los de esa Cuevita dichosa, yo que tú los mando a interrogar por el sólo hecho de tener un nombre tan sospechoso—dijo Fran terminándose de tomar la copa de vino de un solo trago—Iré a revisar la comida. ¿A qué hora llega Jackson?

—Ya debe estar llegando—respondí distraída.

Durante la comida no tocamos el tema otra vez. A Jackson no le gustaba mucho que le contara estas cosas a Fran ya que él no pertenecía al servicio secreto. Pero Fran ya había visto y conocido por sí mismo muchas cosas de la Sede y aún así nunca contó nada. Por otro lado, el asesinato de White es de conocimiento público. Y si a la Lista la pueden conocer los enemigos de la Sede, no veo cuál es el problema de que Fran sepa sobre ella.

La Lista de Muerte (2° parte de El Campamento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora