Capítulo 32: Los Marginados

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Me despedí de mi familia la mañana siguiente. Jackson me estaba esperando con sus amigos afuera de mi casa, en un auto de la Sede que nos facilitó mi abuelo. Una vez que cargué las valijas, Sam se abrazó a mi cintura y no quería soltarme.

—¿Cómo quieres que te traiga un montón de regalos si no me quieres soltar?—le pregunté con una sonrisa picarona.

Él ladeó su cabeza y sonrió. Peter rodó los ojos y susurró “maricón”. Le golpeé el hombro y le besé la cabeza, como hacía cuando era pequeño. Luego llené a Emma de besos. Y por último, me despedí de mis padres.

Mis amigos se habían acercado también a saludar. Mi padre miraba mejor a Noah que a Jackson y Becca parecía todo un dulce con mi mamá.

—Miren, es como una Alex en versión miniatura—dijo Bill mientras jugaba con mi hermana. Becca le rodó los ojos y negó con su cabeza—¡Es que es igual! Ya le conseguiremos a un mini Jackson también.
Mi padre lo fulminó con la mirada y no pude evitar más que reír.

—Creo que se nos está haciendo tarde—advirtió Noah.

Los seis nos subimos a la camioneta que nos llevó directo al aeropuerto.

Era todo tan distinto a la primera vez que hui hace un año atrás. Parecía todo tan lejano, era una persona distinta, era más inocente en ese entonces. A veces incluso me sentía vieja, como si hubiese vivido tanto y luego recordaba que me quedaba tanto camino por delante y que incluso esto podría ser nada comparado con lo que tal vez me deparaba el futuro, como así lo creía hace un año atrás. Me sirvió para darme cuenta de que en tan poco tiempo puede ir y venir tanta gente, pueden pasar tantas cosas e incluso nosotros mismos podemos perdernos.

Tomé la mano de Jackson, que se había sentado a mi lado en el avión. Él, al notarlo, la presionó con su mano y me sonrió dulcemente.

Otra cosa también era distinta a la primera vez que hui, tenía donde esconderme, ahora sé que me estoy metiendo al campo de batalla y soy el objetivo más buscado.
Mi bienvenida en Londres no fue nada encantadora. Allí todos parecían zombies, la Sede Central y la Academia estaban desiertas, parecían edificios abandonados.

—Ya nadie quiere venir, no importa que no estén en la lista—explicó Noah mientras subíamos en el ascensor hacia la sala de control donde nos esperaba Natalie—La mayoría están escondidos o ya están muy lejos de aquí.

Cuando entramos a la sala de control, Andrew estaba sentado mirando las tres enormes pantallas que mostraban la nueva lista y los ingresos de la Sede.

Al ver mi nombre al principio, con mi foto, con mis datos y mi recompensa, mi corazón dio un vuelco y recordé la noche de la estación del tren. El miedo me atacó por sorpresa.

—¡Alex!—dijo Andrew alegre y se levantó a saludarme. Las ojeras le llegaban al suelo, como si no hubiese dormido en días. Los tarros de café vacíos que se encontraban en la mesa frente a las pantallas me confirmaron mi teoría.

Cuando intentó tenderme la mano, Jackson le lanzó una mirada fugaz y Andrew se llevó la mano a la nuca tratando de disimular.

—Nos alegra tenerte de vuelta—dijo Natalie dulcemente.

—¡Escuché que Alex volvió!—escuché el grito de Brianna desde el pasillo y sus pasos acercándose rápidamente hacia la sala de control.

Brianna lucía tan cansada como Andrew, sin embargo parecía que eso no le afectaba en nada a su humor. Se veía enérgica y con ganas de llegar al final de todo esto.

—Me imagino que Jackson debió haberte actualizado de todos los hechos—dijo Natalie distrayendo mi atención del cabello de Brianna, al que ahora le había oscurecido las puntas a un tono menos chillón que el que tenía antes.

—Claro—respondí.

—Hay algo más—dijo Andrew poniéndose muy serio—Hace una semana que no duermo, pero logré descubrir dónde se originó la lista, anoche para ser más preciso—Jackson se cruzó de brazos y se apoyó varias veces sobre su mismo peso, impaciente con Andrew. Todos lo miramos impacientes, él no parecía muy convencido de sus palabras—Fue aquí en la Sede.
Nos miramos entre nosotros sin saber que decir.

—No puede ser ¿quién querría arriesgar su propia vida, matar a todos?—preguntó Natalie desesperada.

—En realidad, para mí tiene mucho sentido—dijo Andrew pasándose la mano por la frente—Al principio no entendía cómo es que la Lista conseguía la información sobre los espías o cómo hacía para sacar el dinero. Pero no pudo sino haber sido alguien de adentro, alguien que conociera el sistema de arriba abajo. Alguien robó los datos del sistema, logró acceder a la cuenta bancaria y creó la Lista. Luego descubrí que cada mes, durante siete años, se descontaba de cada salario de la Sede, un centavo, multiplica eso por los más de dos mil empleados que hay. No sólo eso, figuraban gastos que nunca se realizaron, más que nada por compra de cosas simples como productos de limpieza o elementos para la Academia. Incluso figura que se paga a empleados que no existen. Durante años le estuvieron robando a la Sede, estaba todo planeado.

—¿Cómo es que esto no saltó a la vista antes?—preguntó Natalie preocupada.

—Está saltando a la vista ahora—bromeó Andrew, pero sin reír ni sonreír—Esto es más grande de lo que creemos. Si esta farsa duró tanto tiempo es porque estuvo apoyada por alguien. Alguien con mucho poder aquí dentro.

Todos, instintivamente dirigieron su mirada hacia Natalie. A pesar de que no eran miradas acusadoras, Jackson se colocó a su lado defensivamente.

—Es alguien de la Junta Directiva, a que cuánto apuesto—saltó Jackson.

—Shhh…—dijo Natalie exageradamente—¡Cierra la boca! ¡No puedes andar diciendo eso! ¿Acaso no sabes que es muy grave esa acusación?—dijo mirando hacia todas partes nerviosa.

Los de la Junta podrían estar escuchándonos, o peor, viéndonos desde la sala azul en la que vigilan todo.

—Nunca confié en la Junta—dijo Jackson.

—Jackson ¡cállate!—espetó Noah—No sabes lo que dices, no puedes acusar a la Junta.

—Por favor, Jackson—susurré.

Él me lanzó una mirada furtiva y se fue de la sala echando humos.

—Le comunicaré esto a la Junta Directiva y mientras tanto, manténganse en silencio—comunicó Natalie—Alex, cuida que Jackson no haga nada loco—me miró suplicante.
Asentí con mi cabeza y también salí de la habitación.

—¡Espérame, Alex!—escuché a Brianna gritar detrás de mí.

Me detuve frente al ascensor y esperé a que ella llegara a mí.

—El señor Gower me pidió que te mostrara algo, me dijo que era un regalo para ti—sonrió.

La miré curiosa y dejé que me llevara hacia el supuesto regalo. ¿Qué será este regalo que Gower tenía para mí? No podía imaginar lo que sería, pero de seguro estará relacionado con mi nuevo trabajo.

Brianna me llevó hasta el subsuelo, nunca había estado aquí. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, me encontré con una enorme pista de carreras que daba vueltas por toda la habitación y desaparecía en un túnel que conducía, aparentemente, hacia las afueras de la Sede. Acompañando a la pista había numerosos obstáculos, como rampas, muñecos, blancos, máquinas que bajaban del techo y vaya a saber qué cosas arrojarán.

—Aquí es donde los espías aprenden a utilizar las motos—explicó Brianna—Llegamos a tiempo—señaló la pista.
En ese momento había dos jóvenes espías al principio de la pista, a punto de subir a sus motos. Ambos tenían cabeza, hombros, codos y rodillas protegidos. Además llevaban un chaleco antibala.

Me detuve a mirar y Brianna se quedó a mi lado sonriente, como si estuviera a punto de ver un gran espectáculo.

Ambos espías subieron a sus motos y se quedaron mirando la pantalla que había sobre ellos e iniciaba una cuenta regresiva. 5...bajaron los cristales de sus cascos…4…encendieron los motores…3…los costados de la pista se iluminaron con pequeñas luces azules marcando el camino…2…1…

Ambas motos arrancaron de golpe, el sonido del motor era tan suave que apenas se sentía. Las motos se movían con tal ligereza que pareciera que estuvieran flotando sobre la pista.

El chico llevaba la delantera, hasta que se encontró con el primer obstáculo. Frente a ellos aparecieron tres francotiradores que comenzaron a tirotearlos.

—Las balas son de goma, pero vaya que duelen. Casi todo está hecho con materiales que sean seguros—comentó Brianna a mi lado.

La chica alcanzó a activar un escudo antibalas que apareció en el frente de la moto, pero el chico llegó tarde y fue golpeado por las balas y esto hizo que se retrasara. Luego se fueron encontrando con otros obstáculos, más que nada rampas y curvas pronunciadas. Ya casi al final de la pista, cuando terminaron las curvas y las rampas, comenzaron a caer columnas del techo y tenían que ir esquivándolas. Y por último, una cuchilla enorme se descolgó de uno de los costados y la chica, para esquivarla, inclinó su moto hasta tal punto que casi toca el suelo con el codo y creí que se caería, pero recuperó el equilibrio y ganó la carrera.

Las luces de la pista se apagaron y ambos motociclistas se estrecharon las manos.

—¡Hola Brianna!—el chico notó nuestra presencia y se acercó a saludar.

—¡Hola Jonah!—lo saludó Brianna—Ella es Alex.

—Crawford, por supuesto que sé quién es—sonrió el chico—Un gusto poder conocerte—me tendió la mano y se la estreché. Ya me había acostumbrado a este tipo de trato aquí dentro.

—¿Dura competencia?—preguntó Brianna.
—Bell es la mejor—suspiró el chico.

Ambos se despidieron y nosotras seguimos nuestro camino.

—¡Eso estuvo genial!—exclamé—¿Tú diseñaste todo esto?

—Sí—afirmó y comenzamos a caminar hacia el otro lado de la pista—La pista fue lo primero que diseñé, hace tres años la Junta Directiva quería algo donde probar los vehículos espía y aceptaba proyectos de principiantes. Así que presenté el proyecto de la pista con unos amigos y ganamos. Las motos es algo que comencé a diseñar en mi último año de la Academia y recién las terminé hace dos años.

—Debió haberte llevado mucho trabajo diseñarlas—comenté.

—Días y noches enteros dentro del laboratorio—dijo con cara de ensueño.

—¿Y cómo hiciste para que la Junta Directiva las aceptara?—pregunté.

—Bueno, al principio fue difícil porque se lo presenté al jefe del laboratorio de automóviles y él me dijo que nunca tendrían éxito porque son muy caras y muy difíciles de manejar. Así que le presenté mi proyecto a Natalie Humphrey y a ella le encantó, así que se lo presentó a la Junta y les gustó, pero no aceptaron el proyecto. Seguí insistiendo y logré que financiaran cinco motos y les enseñe a cinco espías a usarlas. Al principio les costó, pero una vez que le agarraron la mano, la Junta vio lo útiles que resultaban las motos y decidió aceptar el proyecto.

—Esto es genial, Brianna—suspiré—Eres un genio.

Ella se rio. Finalmente, llegamos a una puerta doble metálica. Brianna abrió una de las puertas y me hizo un gesto para que entrara.

—Bienvenida a la Ciudad Tecnológica—señaló el lugar, alegre—Nosotros preferimos llamarlo la Cueva.

El lugar era un galpón donde habían instalado laboratorio enorme y todo blanco, lleno de computadoras, máquinas, partes de vehículos, maquetas. En el techo colgaba un helicóptero blanco y volaban drones por todas partes. En el medio de la habitación había un tablero con un holograma de la pista en miniatura. Me acerqué a allí y lo observé.

—Desde aquí la controlamos—explicó Brianna.

Varios de los científicos que había aquí saludaban a Brianna amistosamente y luego se me quedaban mirando como si tratasen de recordar en dónde me habían visto.

—Espera aquí, en cinco minutos vuelvo contigo—dijo Brianna y se fue con un grupo de científicos.

Asentí con mi cabeza y me quedé observando las cosas que había allí. Me acerqué a un puesto en el que había un cuadrado de vidrio y adentro había una persona recostada sobre un sillón. El hombre parecía dormido y tenía unos cables pegados a la cabeza, otros a los brazos y a las piernas.

—Simulación de realidad—dijo un chico a mi lado.

Parecía de la edad de Brianna y tenía el pelo platinado. Además, tenía la mitad de un brazo cubierta por un interesante tatuaje: era un paisaje con montañas y delante de ellas se encontraba una cabaña. Lo interesante de esta cabaña era que se prendía fuego debido a una flecha incendiaria que le habían disparado en la puerta. Afuera de la casa había una chica sosteniendo el arco con una de sus manos y mirando hacia las montañas como si se sintiera libre.

El chico bajó la manga de su bata, cubriéndose el tatuaje, que había logrado captar por completo mi atención, y volvió al hombre que se encontraba encerrado en el simulador.

—Ahora se encuentra atrapado en un galpón lleno de explosivos y está siendo atacado—señaló al hombre que estaba dentro del cubo de cristal y luego me mostró una pantalla que había al costado del cubo.
Efectivamente, la pantalla mostraba un lugar oscuro y se veía todo lo que el hombre dentro del cubo veía. Estaba bajando unas escaleras lentamente y apuntando hacia todas partes. De la nada, apareció un agente todo vestido de negro y de un solo tiro lo derribó. Luego recargó su arma y siguió su recorrido.

—Lo diseñé especialmente para los de último año. Te conectamos a esa máquina y te despiertas en otro mundo, como un sueño, pero real—explicó el chico—Una vez que lo perfeccione, los exámenes prácticos se harían a partir de la simulación de realidad.

—Genial—murmuré mientras observaba la pantalla entretenida. El hombre ahora estaba luchando con tres a la vez e iba ganando—¿Qué otras cosas se pueden hacer con esto?

—Bueno, para empezar, hay más de cien escenarios para elegir y cada uno tiene un nivel de dificultad distinto. Incluso hay un modo práctica en el que aprendes a apuntar un arma, a luchar o aprender de forma más interactiva otras materias.

—¿De qué forma podrías aprender historia interactivamente?—reí un poco sarcástica.

—Viviéndola—sonrió el chico—En fin, respondiendo a la pregunta que seguro te estarás haciendo, también hay un modo juego—susurró gracioso—Puedes participar en el mundial de fútbol y jugar junto a tu equipo favorito.

Sonreí porque de inmediato recordé a Jackson, si él estuviera aquí ya estaría como niñito suplicando para que lo dejen jugar un rato con la máquina. Por alguna razón todo siempre tenía que recordarme a él.

—Ustedes parecen ser el único lugar de la Sede que funciona con normalidad—comenté. El laboratorio estaba lleno de gente mientras que el resto de la Sede estaba desierta.

—Nosotros no podemos irnos ¿quién crees que protege a la Sede?—sonrió el chico—Además, casi nadie aquí está en esa “Lista” de la que todo el mundo habla, nosotros sí que vivimos en una cueva, estamos aquí día y noche. A todos les gusta usar nuestros aparatos, sin embargo nadie sabe que existimos. Somos como los marginados de la Sede.

—Para ser honesta, este es el lugar más interesante que debe tener la Sede, es una lástima si nadie los conoce—respondí.

—Es mejor así, nadie nos molesta—se encogió de hombros.

Ambos volteamos otra vez hacia la pantalla que mostraba lo que veía el hombre dentro del cubo. Ya había conseguido escapar del galpón, pero ahora lo estaban persiguiendo por el bosque.

—¿Ya andas promocionando tu aparato otra vez?—se burló Brianna.

—SM26, llámalo por su nombre por favor—repuso el chico ofendido—¿Por qué nos interrumpes?

—Alex me está acompañando y no me vengas con que no sabías quién era—Brianna se cruzó de brazos.

El chico sonrió sarcástico y luego volteó hacia mí con su mano extendida.

—Qué raro, Brianna siempre parece ser amiga de alguien importante—suspiró el chico. Al principio creí que tal vez fuera un chiste, pero al ver la expresión de Brianna noté que a ella no le hizo ninguna gracia—White—se presentó—Dean White.

Agité su mano y sonreí ligera. Me coloqué al lado de Brianna. Dean White ya no me daba mucha espina luego de que insinuara que Brianna me usaba.

—Me alegro de que te haya gustado mi invento—dijo Dean dirigiéndose a mí, sin mirar a Brianna—Sigan con su día—el chico nos dio la espalda y se volvió a sentar en su escritorio.

—¿Qué te dijo?—preguntó Brianna una vez que ya estuvimos fuera del alcance de White. De repente parecía de mal humor.
—Sólo me habló de su máquina—respondí.

—Qué bueno, porque Dean White nunca tiene nada bueno para decir—bufó—Es un resentido, me odia desde el día en que aceptaron mi proyecto.

—Pero te lo ganaste tú, no puede simplemente odiarte por eso—comenté.
Ella dio un suspiro y luego habló.

—Él fue mi mentor apenas ingresé al laboratorio, mucho de lo que sé me lo enseñó él. Luego mi proyecto le ganó al suyo y cree que se lo debo todo a él. Hazme un favor, Alex, nunca dejes que nadie cuestione tus logros, es estresante—bufó.

Llegamos a unas puertas de cristal a través de las cuales podía ver una moto negra, brillante y enorme estacionada sobre un pedestal e iluminada en cada punta. 

—¿Te gusta?—preguntó Brianna emocionada.

—Con que estas son tus motos—comenté—Son magníficas.

—Y es toda tuya, hasta que dejes de necesitarla, claro—respondió ella abriendo la puerta y dejándome pasar—Regalo de la Junta Directiva.

Abrí la boca, pero nada logró salir de ahí dentro. No podía creer que esto fuera mío, ni siquiera sabía usar una moto, nunca en mi vida me había subido a una moto.

—Gracias—fue lo único que me salió de la boca.

—No tienes que agradecer, si te la dieron es porque deben apreciarte mucho. No se las dan a todos—explicó Brianna—Seguro mañana te envían algún comunicado con los horarios de tus clases de manejo.

—¿No me enseñarás tú?—pregunté. Me habría encantado aprender con ella, es la única que sabe todos y cada uno de los secretos y trucos de este monstruo. Aunque la verdad me asustaba un poco usarla.

—No, la Junta me encomendó otras tareas—respondió—Jessica Bell se ofreció a ayudarte. Y ya viste como le partió el trasero a Jonah hoy—rió.

La Lista de Muerte (2° parte de El Campamento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora