Capítulo 48.

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Imagen de portada: Lily de Wakabayashi.

Capítulo 48.

Múnich.

Stefan abrió los ojos, experimentando una paz profunda como no la había sentido en mucho tiempo, básicamente, desde antes de que Karen muriera. Aún era de día pero la luz vespertina comenzaba a apagarse para dar paso a la noche y, al ver su reloj, él se dio cuenta de que no durmió tanto como creyó, pero lo hizo tan profundamente que parecía que lo había hecho durante toda la noche. A su lado reposaba Débora, tan plácida que parecía que no había pasado una mañana ardua trayendo bebés al mundo, luciendo además tan satisfecha que Stefan decidió no despertarla y, en vez de eso, se acurrucó junto a su espalda desnuda. Ese día las cosas le habían salido mejor de lo que esperó y ya estaba seguro de que podía comenzar a ser feliz de verdad.

Llevar a Débora al sitio en donde ella decidió darle otra oportunidad fue una idea que resultó mejor de lo que Levin pensó, a pesar de que Sho le sugirió fuertemente que no lo hiciera dado que era un lugar al cual ella solía acudir con frecuencia y por tanto podría llegar a pensar que él no se estaba esforzando. Sin embargo, para su buena suerte la chica que atendía la cafetería tenía la maña de actuar de casamentera, y en cuanto vio llegar a los dos jóvenes los hizo sentarse en la mesa con la mejor iluminación y ofreció prepararles el mejor platillo que se pudiera tener en un lugar modesto como ése, llevándoles también un par de sodas italianas preparadas al instante. Era tanto su servilismo que para cualquiera sería evidente que Stefan lo había preparado todo de antemano, pero curiosamente no era así. Débora, quien nunca había sido atendida así a pesar de ser cliente regular, le preguntó a Levin si también había puesto sobre aviso a la camarera y éste se negó.

– Estoy tan asombrado como tú –confesó él, sonriendo con vergüenza–. Es decir, ella me atendió todas las veces que acudí aquí para tratar de hablar contigo, pero nunca le dije que venía por ti.

– Quizás te ha reconocido y por eso quiere tratarnos bien –señaló ella–. Por lo que sé, eso le pasa mucho a Sho y a Schneider.

– Tal vez, pero lo dudo – negó Levin–. Porque, de ser así, me habría tratado bien desde el primer día que vine a este lugar.

Lo cierto era que la empleada no reconoció a Levin porque no era fan del fútbol ni tampoco solía hacer caso de chismes deportivos (le parecían sosos y aburridos), de manera que, aunque hubiese sabido que Stefan Levin, jugador sueco del Bayern Múnich, estaba en su cafetería, no lo hubiese tratado de manera diferente. La razón por la cual se estaba esforzando en atenderlos bien a Débora y a él era que había adivinado que el joven rubio y solitario que acudía a la cafetería de vez en cuando estaba enamorado de una de las doctoras del hospital y creía que él quizás era un paciente que no se animaba a dar el paso final para hablarle e invitarla a salir. En muchas ocasiones, la chica intentó ayudarlo de manera indirecta, pero Levin estaba tan ensimismado en sus reflexiones que nunca captó sus esfuerzos, aunque eso no le impidió a ella el creer que había colaborado en algo cuando él salió a defender a Débora de su acosador, alias Jean Lacoste. Así pues, la camarera estaba convencida de que había sido gracias a ella que esos dos por fin estaban teniendo su primera cita, así que hizo todo lo que estuvo en su mano para darles lo mejor (lo cual pensaba cobrarles a precio normal, por supuesto, porque negocios son negocios). En cualquier caso, esa pequeña ayuda hizo aún más especial la cita de Stefan y Débora, quienes estaban ya convencidos de que no hacen falta cosas espectaculares para pasarla bien.

– Ha sido una maravillosa idea el venir aquí –comentó Débora cuando salieron de la cafetería, ella tomada del brazo de él–. No creí que tuvieses la capacidad de ser cursi.

In This Together [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora