Capítulo 2: Ya eres un hombre.

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Abrí la puerta de mi nuevo departamento. Estaba aburrido. El auto seguía en marcha y tenía las llaves del lugar en mis manos mientras observaba serio. No era ni muy grande, ni muy chico. Tenía un patio trasero con una piscina que se veía desde la entrada. "Viejo exagerado", pensé. Otra vez miré hacia adentro. Era un lugar... Vacío. Sí, eso, vacío. Incluso más que mi antigua casa.

*FLASHBACK*

-Hijo, ven a mi despacho cuanto antes- había escuchado gritar a mi padre desde el pasillo. Estaba tranquilo en mi habitación y ya tenía que interrumpir.

Me dirigí a su maldito lugar de trabajo y de vida en el cual pasaba más horas de las que llevaba sobre esta tierra. Entré sin golpear. Mis padres (ambos) estaban al otro lado del escritorio viéndome fijamente. Les mantuve la mirada. Ninguno hablaba y llegué a exasperarme.

-¿¡Qué!?- pregunté incómodo por el silencio.

-Tenemos que hablar seriamente.

-¡Ya les dije que el enano pelón se lo merecía y la vieja exagerada de Uranai me puso la amonestación porque está vieja y soy el único que se atreve a decirle! ¡Esa bruja vieja canosa y arrugada me odia!

-¡Cállate mocoso! ¡No es forma de tratar a tus mayores, menos si es una autoridad y mucho menos si es una MUJER!- me gritó mi madre. Estaba molesta.

-¡Basta!- interrumpió mi padre-. No hemos venido a discutir sobre eso...

El viejo hizo una pausa y sacó algo de su cajón, era un juego de llaves. Lo dejó sobre el escritorio. Sabía lo que estaba por venir. Otro silencio estúpido se creó mientras me miraban fijamente. Los ojos de ambos eran tan fríos... La mirada inexpresiva de mi padre no me llamaba la atención para nada, pues ya era normal para mí... Pero la de mi madre... Sus ojos siempre encendidos por alguna emoción ahora se veían gélidos, fríos, casi congelados como témpanos brillantes... ¿Estaba aguantando el llorar? Aún así esa mirada lograba ponerme los pelos de punta, me calaba hasta lo más profundo de mi alma y me sentía como un niño pequeño. Quería esconderme bajo mis sábanas como cuando tenía 4 años.

-¿Ninguno dirá más nada?- pregunté tomando las llaves del escritorio. Sentía como si esa mujer de cabello y ojos azabache pudiera leerme la mente.

-Ya no eres un niño Vegeta... No puedes seguir como hasta ahora... Has crecido, y al igual que les llegó a tus primos hoy te llegó a ti la hora de irte de casa...

-Debes crecer hijo, tomar las riendas de tu vida. Ya eres un hombre- dijo mi padre completando el sermón de mi madre.

Otra vez silencio.

-Adiós padre... Adiós... Mamá...

Jamás entendí por qué podía ser tan frío con mi padre... Pero a mi mamá no podía llamarle "madre", y es que esa palabra no le sienta a esa mujer.

Me dí la media vuelta. Caminé hacia la puerta del despacho para irme de ahí... Y como nunca antes, sentí la decepción de que ninguno me dijera adiós...

*FINAL FLASHBACK*

-¿Qué estoy pensando?- me dije a mí mismo, y cerré de nuevo con llave la puerta de mi departamento-... Si al fin y al cabo... "Ya soy un hombre"- imité las palabras de mis padres y me alejé de ahí. Subí nuevamente a mi coche y marqué a mi primo...

-¿Diga?

Por primera vez podría decir que fue reconfortante oír la voz de ese idota mal peinado... Pero esta vez necesitaba de su ayuda... Otro nudo en la garganta se me formó a causa de la desesperación, y por primera vez sentía como mi soledad dolía más que nunca. "Ya cálmate Vegeta, ¿Qué demonios te pasa? Eres el príncipe de los Saiyajin, heredero de la empresa de tu padre, de tu familia, el guerrero que nunca decae, no vengas a llorar ahora", me reprochaba intentando acomodar mi tono de voz antes de hablar.

Hasta que por fin me logré calmar y le hablé.

-Kakarotto...

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Un nunca es algo que jamás aceptaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora