Capítulo 53: Pasión.

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Aviso.
Contenido solo para +18 (aunque sé que ustedes pervertidos lo van a leer igual).

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Nos fuimos de esa estúpida fiesta. Realmente necesitaba tenerla cada vez más cerca, no era un juego, nunca lo había sido.

-Vegeta...- la sentí susurrar contra mis labios cuando estuvimos fuera de mi apartamento. Fue entonces que recordé.

-Dime que pasó con el gusano- ordené mientras entrábamos y luego cerré la puerta con seguro.

-Nada, te dije que ya no lo quiero- dijo ella entre cortada por los besos.

-Hmm pues... Mejor así- dije mientras me pasaba una mano por debajo de su muslo para alzarla, a lo que ella se subió de un salto aferrándose a mi cintura con las piernas, yo la mantuve firme de una pierna y su cintura y ella se aferró a mi cuello para seguir besándome con pasión. Comencé a subir las escaleras y escuché cómo algunas cosas caían al suelo pero no me importó. Continuamos subiendo y al llegar hasta arriba abandoné sus labios para comenzar a devorar su cuello, logrando arrancarle algunos gemidos de placer. Entramos a mi cuarto y cerré con seguro para luego bajarla con cuidado. Fue ella quien reaccionó desabotonando mi camisa desesperada, yo le ayudé a quitarla para hacer más rápido el proceso y luego le quité ese diminuto vestido dejándola en ropa interior, lo cual fue suficiente para que mi erección se hiciera notar aún más.

-Vegeta dime que tienes...- dijo pero ya sabía a dónde iba.

-Siempre traigo uno conmigo, no pienso tener hijos tan jóven- comenté enseñándole el pequeño sobre del preservativo.

-¿Cómo que siempre?- preguntó indignada y no pude evitar sonreír, esta mujer no cambiaba ni en la cama.

-Al menos desde que estás disponible- dije viéndola a los ojos con una sonrisa ladina.

-¿Osea que no has estado con otra desde entonces?- preguntó sonriendo mientras yo delineaba su cuerpo con mis manos y nos acomodábamos mejor en la cama. Yo no pude contener las palabras.

-Dime en que momento estuve lejos de ti, desde ese día estuve contigo casi todo el tiempo- susurré antes de besarla tranquilamente, disfrutando de su cercanía, de su olor, de su calor. Ya no quería a nadie que no fuera ella, ella era más que suficiente, sino era demasiado para mí-. Tú eres mía desde el primer día en que te ví... Te quiero insecta- dije sonriendo de lado y volviendo a besarla. Y es que realmente la quería, lo sentía en mi pecho, era algo que ya no podía contener. Al sentirla sonreír contra mis labios perdí la cordura.

Comencé a besar su cuello, lento pero con energía, logrando robarle gemidos a la mujer los cuales me volvían loco. Sentí sus dedos rodear mis caderas, jugando con el borde de mi pantalón y mi erección se hizo dolorosa. Me separé unos centímetros para permitirle desabotonar y bajar el cierre del jean, sintiendo como la electricidad recorría todo mi ser. Una vez hecho le ayudé a quitármelo con un par de patadas y lo arrojé lejos. Ambos estábamos en ropa interior, y jamás había llegado tan lejos con una mujer, jamás me había desvestido hasta esta altura, me sentía extraño, pero a la vez era mejor que nunca. Me dejé caer con cuidado sobre ella y era tan claro el contacto que ambos soltamos un gemido de placer ahogado. Su piel era más suave de lo que hubiera imaginado y su olor me fascinaba. Escondí mi rostro en su cuello y sentí como ella acariciaba mi espalda y comenzaba a besar y mordisquear mi cuello, excitándome por demás. En ese momento me separé de ella y comencé a hacer un recorrido de besos, empezando con sus labios y bajando hasta llegar a su pecho. Una vez allí la observé serio, casi como pidiendo permiso, a lo cual ella arqueó su espalda permitiéndome quitarle su brasier. Aquella imagen me volvió loco, sus pechos enormes y perfectos, sus mejillas sonrojadas, sus ojos expectantes y su cabello despeinado sobre la almohada. Era increíble. Comencé a besar sus pechos, primero algo temeroso de lastimarla o incomodarla, y luego tomé más confianza, comenzando a succionar y mordisquear, robando gemidos de la boca de ella. Sentí cómo enterraba sus uñas en mi espalda y gemí contra su cuerpo. Pasaba de un pecho al otro y cuando enredó sus dedos en mi cabello volví a besarla con pasión, con desesperación. Sus manos bajaron nuevamente rodeando mi bóxer, y fue cuando uno de sus dedos rozó mi punta que no pude ocultar el gemido ahogado de placer. Ella comenzó a bajar mi bóxer y yo lo quité a patadas, desesperado por ver qué haría ella. Jamás le había permitido a ninguna mujer que me tocara, jamás lo había hecho, ni siquiera yo mismo. Sentir ese nuevo placer fue increíble, como sus dedos rodearon mi miembro, subiendo y bajando rítmicamente, lentamente, haciéndome desear más. Volví a besar su cuello y ambos gemíamos desesperados, mientras que sentía como mi erección llegaba a un límite desconocido para mí. Bajé una de mis manos hasta su cadera y comencé a tirar de sus bragas, necesitaba deshacerme de ellas. Ella alzó un poco la cadera rozando la mía y la despojé de sus bragas de un solo tirón, las arrojé lejos y ambos quedamos desnudos. Rocé su zona con un dedo y la escuché gemir fuerte contra mi cuello. Aquello me desesperó. Estaba húmeda, por lo que me atrví a observarla. Tomé su rostro con una de mis manos para que me mirara, y su mirada había cambiado, sus ojos destilaban pasión y deseo como nunca los había visto antes. Sonreí de lado excitado ante su imagen. Acerqué un dedo a sus labios y ella lo chupó mientras comenzaba a acelerar el ritmo con la mano que tenía en mi miembro. Gruñí intentando ahogar el gemido que quería salir de mis labios y unos segundos después bajé mi dedo a su intimidad y comencé a tocarla a ella. Era mi turno. Ella separó su mano de mi miembro y enredó nuevamente sus manos en mi cabello para besarme con una fuerza e intensidad que jamás había sentido. Correspondí a su beso mordiendo sus labios y aumentando la intensidad. Introduje mi dedo en ella y soltó un gemido fuerte contra mis labios que me hizo vibrar. Era difícil seguir conteniéndome con ella en ese estado. Empecé a entrar y salir de ella lentamente, mientras me abría paso en su boca con mi lengua y comenzábamos a librar una batalla de lujuria y deseo como jamás había permitido a nadie hacer. Ella gemía y se retorcía de placer debajo de mí y yo estaba que no soportaba más, mi miembro duro hasta ser doloroso rogaba por tomar parte en el asunto. Me separé de ella y tomé el sobresito para unos segundos después tener el preservativo puesto. Estaba arrodillado frente a ella, mientras me miraba directo a los ojos, y yo sin creerme lo que estaba pasando. Tantas veces imaginándola, tantas veces deseándola, tantas veces que había soñado con ella, y ahora la tenía cien porciento para mí, desnuda, deseosa, expectante, apasionada, intensa como toda ella era. Mo volví a acercar para besarla, sintiendo como nuestras partes se rozaban. Ella gemía y mordía mis labios.

-¿Estás lista?- susurré viéndola fijamente. Ella mordió su labio y asintió, volviéndome loco con ese simple gesto. Fue entonces que entré en ella.

-¡Ah, Vegeta!- exclamó arqueando la espalda y yo sentía un fuego quemando todo mi interior. Escondí mi rostro en su cuello y comencé a moverme, lenta y tortuosamente para ambos, mientras gemíamos con fuerza. Sentía sus manos recorrer mis brazos y mi espalda. Yo comencé a devorar su cuello y con una mano acariciaba y masajeaba sus pechos. Unos segundos después ella rodeó mi cintura con sus piernas y yo no pude evitar aumentar el ritmo, me estaba volviendo loco en esa cama por el placer que sentía estando con esa endemoniada mujer de cabello y ojos azules, esa mujer que tantas veces me había enfrentado, faltado el respeto, robado sonrisas y carcajadas, ella, solo ella había sido capaz de hacerme sentir de este modo, y estaba disfrutando de tenerla más que nunca-, Ah... Ve... Vegeta... Más rápido, Vegeta, por favor- me pidió y yo obedecí-... Ah, sí, sí- gemía ella. Sentía como cada vez necesitaba acelerar más pero hacerla rogar era mejor. Así empecé a embestirla cada vez más rápido, o más fuerte, siguiendo sus órdenes, obedeciendo sus palabras. En un momento bajó sus piernas y yo gruñí. Me separé un momento de ella sin salirme de su interior y con una mano elevé su cadera para poder entrar mejor a lo que ella gritó excitada. Poco a poco nuestros gemidos aumentaban, nuestras voces se elevaban hasta llegar a soltar algunos gritos de placer. Bajé su cadera y me aferré a su cintura, pegándola por completo a mí. El roce de sus pechos contra mi cuerpo lo sentí exquisito y aumenté aún más la profundidad de las embestidas, escuchando como gemía y gritaba pidiendo más. Ella tomó mi rostro y me besó desesperada, interrumpiéndose por nuestros gemidos y falta de aire. Unos segundos después sentía sus manos bajar por mi pecho hasta mis caderas, pero no la dejé continuar, tomé sus manos y las acomodé sobre su cabeza, manteniendo el agarre con una mano. Ella luchaba por liberarse y eso me excitó sobremanera- ¡Ah, sí! ¡Sí, sí, así! ¡Oh Vegeta!

-Ah... Grr... Quédate quieta- ordené besando sus labios con fuerza a lo que ella correspondió de la misma manera. No sé en qué momento solté el agarre y fue entonces que sentí sus piernas al rededor de mi cintura otra vez facilitando el acceso en ella. Sentía como poco a poco ella se apretaba más, y yo sentía como estaba llegando al clímax.

-¡Ah, Vegeta!- gritaba ella.

-No grites tanto- susurré tapando su boca con una mano, sonriendo de lado ante la imposibilidad de cumplir esa orden, y sentía como todo en mi interior vibraba-... Oh, sí, Bulma- exclamé ocultando mi rostro en la almohada a un lado de ella sin poder ahogar los gritos de placer que se escapaban desde lo más profundo de mi ser. Sentía que me estaba volviendo loco y solté su boca para hundir mi puño en la almohada. Ella arañó toda mi espalda y luego hundió sus manos en mi cabello, mientras la escuchaba gritar mi nombre. Fue entonces que ambos nos vinimos.

Me quedé unos segundos quieto sintiendo la descarga, mientras ella bajaba sus piernas. La sentía temblar, y me fascinaba saber que el causante de aquello había sido yo. Ella tomó mi rostro y me besó de una forma tierna, y yo correspondí su beso como ella lo había hecho esa misma tarde en mi carro, intentando liberar todos mis sentimientos en aquel acto. Luego de eso me dejé caer sobre ella, sin salir de su interior. Estábamos agitados, sudados, toda la habitación olía a sexo. Intenté regular mi respiración y una vez que lo logré me separé de ella por completo, escuchándola quejarse cuando salí, más por desagrado que otra cosa y no pude evitar sonreír. Quité el preservativo y me paré a tirarlo en el cesto de basura de mi cuarto. No pasaron ni dos segundos cuando la tenía pegada a mí de nuevo, nunca supe en qué momento se había levantado de la cama, pero la tenía otra vez a mi lado. Ella dió un salto subiéndose de nuevo a mi cadera, aferrándose con sus piernas y brazos a mi cuerpo. Yo la abracé rápido por la cintura y fue cuando me besó apasionadamente, logrando excitarme de nuevo, y es que con ella no hacía falta mucho para que mi amiguito se parara nuevamente. Luego de unos segundos se separó de mí para mirarme directo a los ojos. Su mirada me hizo temblar, estaba como tantas veces imaginé, hecha una fiera salvaje, apasionada y hambrienta de más.

-Segundo round- susurró antes de besarme de nuevo. Yo sonreí de lado contra sus labios y no hizo falta mucho para que estuviéramos de nuevo en la cama, a punto de volver a empezar...

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Un nunca es algo que jamás aceptaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora