Capítulo 48: Lo que haga con mi vida es mi problema.

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Luego de cenar con la peliazul me sentía más relajado. Sin dudas, su presencia era transformadora para mí. Podrían pasar muchas cosas y mucho tiempo, pero seguía provocando en mí lo mismo que el primer día en que la ví.

Estaba muy adolorido. Tomé otra pastilla para el dolor y decidí dormir en el sofá, no tenía ganas de subir las escaleras, a demás corrían riesgo los puntos. Me adentré al baño que estaba junto al gimnasio, me bañé rápido, cambié los vendajes y me dirigí a la cocina. Aún tenía hambre. Tomé de la despensa un paquete de nachos, dos pastelillos de chocolate, una bolsa de snacks de papas fritas y una barra de chocolate. Llevé todo a la mesa y me lo acabé en pocos minutos. En eso llegó 16.

-Primo, ¿Qué haces despierto?- preguntó confundido.

-Acabo de llegar- dije bostezando.

-¿Y dónde estabas?- preguntó acercándose- ¿¡Qué rayos te pasó!?- preguntó alterado al ver los vendajes y notar las marcas en mi labio inferior y en una mejilla.

-Solo fue una pelea... Estoy bien.

-¿Quién te hizo los puntos?- dijo sintiendo los pliegues en las vendas.

-La mujer...

-¿Qué mujer?- preguntó confundido.

-La hija de los Brief- dije restando importancia.

-Oh, la vecina... ¿Vienes de ahí?- dijo abriendo la heladera y tomando dos latas de gaseosa, ofreciéndome una.

-Sí- dije tomando la lata y bebiendo.

-¿Qué pasa entre ustedes dos?- preguntó curioso. Yo me sonrojé levemente.

-Nada.

-¿Nada?

-Nada. Ella está con el insecto del colegio, el jugador de baseball.

-Pero tú la quieres.

-No la quiero...- dije dudando.

-¿La deseas?- preguntó brulón.

-No. No la deseo, ni la quiero, ella es mía. Es mí propiedad, no me importa cuanto tenga que esperar por ella, al final será mía, y cuando la tenga jamás la dejaré ir.

-Vaya... Qué profundo- dijo acabándose la gaseosa. Me robó una sonrisa ladina- ¿Vas a dormir?

-No puedo subir la escalera, no debo hacer fuerza.

-Te cargo- dijo tomándome por un brazo y cargándome como si nada. Me sentía ridículo, pero agradecido.

-Gracias. Oye, no les digas nada a los hermanos desastre de lo que pasó- le pedí antes de encerrarme en mi cuarto.

-Sabes que no lo haré- dijo sonriendo.

-Buenas noches, primo- dije cerrando la puerta detrás de mí. Me acosté en mi cama y leí un mensaje. "No olvides cambiar los vendajes". Seguía haciendo eso, ¿Por qué? No merecía su atención. "¿Cómo hacerlo con esa voz tan chillona que tienes?" Respondí. No hubo más respuesta. A decir verdad, esa noche dormí poco. No podía dejar de pensar en la peliazul.

Estuve un buen rato despierto hasta que el cansancio me ganó...

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Eran las 4pm. Estaba de camino a la empresa de mi padre, ya que había pedido hablar conmigo. Me había levantado a las 5am pero no pude entrenar por el dolor. Fui obediente a las instrucciones de la peliazul, y había tomado varios analgésicos e incluso había levantado fiebre más de una vez. Estaba muy cansado.

Un nunca es algo que jamás aceptaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora