Capítulo 10: Ann, Troy y Fénix.

109 14 2
                                    

Llegué a mi apartamento a las 11:30pm. Había pasado mucho tiempo, pero lo necesitaba, y ahora que me había despedido como corresponde de la mujer que me dió la vida sentía paz... Pero era una paz combinada de la soledad que ahora ya no me molestaba.

Me quité mi traje, me puse el piyama y salí al balcón. No podía dormir. Observé la casa de los Brief y sentí envidia de ellos, de su familia tan "perfecta". Pero sabía que ellos no tenían la culpa de lo que yo había vivido. Era como una especie de envidia sana. Decidí entrar a mi habitación. Fuí al baño a lavarme bien las manos y la cara. Me observé en el espejo un segundo.

-Ya soy un hombre- recordé en voz alta frunciendo el ceño.

Estaba decidido a ir al colegio al otro día. No podía decaer, no podía ser débil. Ya era tiempo de crecer y por más duro que sonara, a la mierda lo que había vivido, son cosas normales que suceden y mi madre no estaba muerta. Estaría siempre viva en mi memoria. Pero yo era un guerrero, un Saiyajin, no podía dejar de luchar. Kakarotto lo había dicho, acompañando el mensaje de un puñetazo. Tenía razón, no iba a bajar los brazos. Cerré las puertas del balcón y apagué las luces. Me metí en mi cama y susurré nuevamente:

-Te prometo que jamás te olvidaré.

Y así me quedé dormido, sintiendo paz...

************************************

Unos golpes en mi puerta me despertaron, eran apenas las 5:30am y sinceramente no quería levantarme. Golpes aún más potentes comenzaron a sonar y me tapé la cabeza con la almohada.

-¿¡Por qué no se van a la mierda!?- grité desesperado por el ruido.

Esos malditos seguían golpeando y me levanté con la sangre hirviendo. Salí al balcón y miré hacia abajo.

Dos estúpidos niños con gorra y uno que parecía como de mi edad estaban parados frente a la puerta. La chiquilla era quien golpeaba la puerta, para mi sorpresa, ya que su fuerza era impresionante para su altura. Les arrojé una almohada molesto por la actitud, pero el chico pequeño la atrapó sin siquiera ver.

-¡Vaya veo que no estás de buen humor Vegeta!- dijo en voz alta confundiéndome. Esa voz era tan familiar...

El jóven levantó su rostro dejando ver sus enormes ojos azules.

-No puede ser...- dije palideciendo cada vez más. El muchacho se cruzó de brazos con una sonrisa burlona.

-¿¡Acaso no nos dejarás entrar!?- preguntó el chico. Yo estaba en shock.

Cuando terminé de procesar todo eso salí corriendo hasta la entrada y les abrí la puerta.

-¡Primo querido!... Qué bueno verte- dijo. Los ojos de los tres se clavaron en mí.

"No puede ser", pensé nuevamente mirándolos desconcertado...

************************************

-Nos enteramos lo de la tía Izora, es una desgracia- dijo la rubia mirándome fríamente. Tenía la mirada de mi madre.

-Son cosas que pasan- dije intentando no pensar en eso.

Se formó un pequeño silencio incómodo que no soporté.

-¿Se quedarán mucho más aquí?- les pregunté confundido. Aún estaba algo shockeado de verlos en mi casa.

Estábamos tomando té a forma de desayuno mientras hablábamos.

Esos tres muchachos eran mis primos.

Mi madre Izora tenía un hermano mayor, mucho mayor, de nombre Maki-Gero. Ese tipo se casó dos veces, primero con una mujer de aquí de japón, con quien tuvo a su primer hijo, Fénix. Pero luego engañó a su esposa con una bonita parisina, por lo cual la mujer se quitó la vida cuando Fénix era apenas un niño. Tras esto, Gero se fue a vivir a Paris con su amante, con la cual se casó y tuvieron dos hijos más, los gemelos, Ann y Troy. Yo jamás mantuve contacto con ellos, los había visto solo una vez en mi vida, a mis seis años cuando nació Tarble y mi tío vino con todos mis primos y su segunda esposa a vernos.

Un nunca es algo que jamás aceptaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora