Capítulo 15: No llores mujer.

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El tiempo pasó, las clases terminaron, y ya era hora de volver a mi casa. Salí al estacionamiento, desencapsulé la moto y estaba por arrancar cuando escuché.

-¡Bulma aguarda!- me gritó un chico corriendo hacia mí. Era Yamcha.

-¿Sí?- pregunté haciéndome la linda con mi cabello.

Durante el almuerzo con ellos noté como Yamcha me coqueteaba, pero cuando yo se la devolvía se ruborizaba y me parecía tan lindo...

-Escucha, es miércoles. Este viernes habrá una gran fiesta en el club de Kame-House para festejar la primera semana de clases y los nuevos ingresantes tienen free-pass toda la noche, ¿Te gustaría venir? Con Lansh estamos armando el listado.

Lansh era una de las amigas de Milk, una rubia muy ruda y femenina a la vez, desvergonzada y sin filtro a la hora de hablar. Era una de las chicas que estaba con Milk cuando había ido a inscribirme, la otra era Lunch, su gemela, mucho más delicada e inocente que su hermana y con el cabello color violeta.

-No lo sé, no conozco mucha gente, a demás nunca antes he ido a una fiesta así, solo a las galas ejecutivas con mis padres.

-Oh, vamos, piénsalo- dijo haciendo pucherito.

-¿Puedo responderte mañana?

-Mmm, no, mejor esta noche- dijo sonriendo sincero-, podemos ir a cenar con Milk y los demás- dijo divertido.

-De acuerdo, eso sí acepto- dije riendo.

-¿A qué hora te parece?- dijo mirándome a los ojos. Tenía una mirada como de un niño travieso.

-¿A las 8pm allí está bien?

-Genial, nos vemos allí preciosa- dijo tomándome por la cintura y besando mi mejilla cuando estaba desprevenida. Me sonrojé un poco. Él me guiñó el ojo y se fue corriendo a buscar a Krillin que estaba por irse en su coche.

Toqué mi mejilla nerviosa ¿Qué había sido todo aquello?

Encendí la moto y me dispuse a irme.

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-¡Ya llegué!- dije entrando a mi casa sin golpear.

No hubo respuesta.

Otra vez, había comenzado esa estúpida rutina. Me dirigí a la cocina, donde, como siempre, encontré una nota sobre la mesa que me había dejado mi madre.

"Querida Bulma:

Tu padre y yo nos encontramos en la oficina. Tu padre haciendo negocios y yo como siempre organizando los papeles de la empresa.

Te he dejado comida en el horno, caliéntala un poco y sírvete cuanto gustes.

Por favor, no salgas de la casa sin antes llamarnos. Ante cualquier problema llama al teléfono de la oficina principal. Volveremos para cenar.

XOXO. Mamá".

Terminé de leer la nota.

-Genial...- susurré sin ganas. Estaba cansada. Había sido un largo día de subir y bajar escaleras. Eran las 3pm cuando llegué a casa y sinceramente me hubiera gustado ser recibida por mis padres, igual que cualquier adolescente normal de 17 años.

Encendí el horno y busqué en la heladera algo de tomar. Me decidí por la gaseosa de lima y también tomé un dompling de esos que mi madre siempre encargaba a las panaderías.

Apagué el horno y me fui al comedor para por fin sentarme en mi mesa. En eso escuché sonar el timbre.

-¿Quién será?- me dije a mi misma mientras iba a abrir la puerta. Al abrir simplemente me quedé helada. Otra vez una caja morada y negra en el suelo. La observé y estaba nerviosa, pues más de una vez habían llegado paquetes así a mi antigua casa y esa fue una de las razones por la cual nos mudamos-. Mierda...

Sin pensarlo mucho levanté la caja, y sin abrirla la arrojé a un contenedor que estaba a media cuadra. Corrí nuevamente hacia adentro y cerré con llave. Ignoré todo, fingiendo que nada había sucedido, y me fuí a comer.

Terminé, lavé, ordené... De la heladera tomé dos latas de energizante, subí a mi cuarto y me puse ropa cómoda. El uniforme lo guardé como estaba, completamente limpio. Tomé un jean azul marino, una remera tipo top color roja y unas botas de color negro.

Me acosté en mi cama unos minutos cuando recordé que debía terminar los deberes del colegio y me levanté fastidiada. Tomé uno de los energizantes y me puse a estudiar. Una vez que terminé salí al balcón. Miraba a un punto específico en el vacío del enorme cielo que se levantaba sobre mi cabeza. Respiré profundamente y sentí ganas de llorar. Otra vez, las encomiendas macabras llegaban a mi casa, y otra vez me encontraba sola. Ahora que ya no vivía en una casa, sino en una mansión, la soledad se hacía más notable y me sentía más desprotegida.

-¿Por qué no se puede acabar y ya?- preguntaba frustrada mirando el cielo. Sentí una lágrima bajar por mi rostro y así poco a poco me puse a llorar con la cara entre mis manos, apoyando mis codos en el barandal.

-Te ves ridícula mujer- dijo alguien parado en la vereda. Miré hacia abajo y allí se encontraba el estúpido de Vegeta.

-¿Qué quieres?- dije entre sollozos.

-Pues vivo enfrente, pasé por aquí y te escuché llorar... ¿Estás bien?- me preguntó alzando la cabeza. Me limpié las lágrimas y entré a la casa sin hablar para luego abrirle la puerta. Él seguía allí.

-¿Crees que estoy bien?- dije aún llorando.

-Creo que te ha pasado algo y de seguro no me lo dirás- dijo frío y pensativo mirándome a los ojos.

-Pasa- dije dándome la vuelta. Nos dirigimos a la cocina.

-¿Entonces no me lo dirás?

-Vegeta... Yo...- dije dudando. Apenas lo conocía y esa misma mañana me había tratado horrible, por qué lo dejé entrar ahora a mi casa es un misterio. No podía hablar, no podía decirle lo que sucedía... Volví a llorar tapando mi rostro apoyada contra el borde de la mesada.

En contra de todo lo que imaginé, Vegeta no hizo más que acercarse a abrazarme, y fue en ese instante donde me dí cuenta de que tal vez no era tan malo como demostraba en el colegio.

Lo abracé despacio llorando contra su hombro mientras él acariciaba delicadamente mi cabello.

-No llores, mujer- me dijo relajado. Simplemente escondí mi rostro en su cuello, mientras él seguía acariciando mi cabello tratando de tranquilizarme-. Yo estoy aquí...- me susurró al oido.

Fue la primera vez que me sentía tan protegida...

En sus brazos...

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Un nunca es algo que jamás aceptaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora