Capítulo 44: ¡Malditos hijos de perra!

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Luego de despedir a la peliazul y devolverle ese estúpido regalo que ya me imagino quién se lo dio me vestí para ir al gimnasio nuevamente, pues tenía entrenamiento con los Saiyajin. Me fui de la casa con mi ropa deportiva, solo, trotando hasta el colegio. Al llegar Nappa y Radditz ya estaban allí. Los demás se fueron sumando puntuales, excepto por Kakarotto quien siempre llegaba tarde.

-¡Lo siento estaba comiendo y no me dí cuenta la hora!- se excusó. Todos nos golpeamos la cara, nos burlamos y seguimos trabajando durante casi hora y media. En eso noté cómo unos idiotas se quedaban mirando.

-¡Alto, guerreros!- exclamé a mi equipo, pues obvio yo era el capitán.

-¡Sí Señor!- exclamaron quedándose firmes.

-Tú, ¿Qué demonios te pasa infeliz?- pregunté molesto. Sabía quien era ese sujeto y no me agradaba.

-Vaya, Príncipe, veo que se advirtió de mi presencia- dijo fingiendo modales, escupiendo una vez que terminó dentro de campo.

-¿Qué quieres sabandija asquerosa?- pregunté acercándome un poco con algo de asco.

-Solo estoy de visita, ya que es el lugar donde... Venceremos a los campeones- dijo con su voz de marica.

-Saiyajins, pueden irse, es todo por hoy.

-Pero Vegeta...- quiso intervenir Kakarotto.

-Que se larguen- repetí intentando ser paciente. Sin chistar se marcharon, pasando junto al sujeto que los miró con desprecio. Cuando se fueron se acercó.

-Vaya junterío de monos...

-Cuida tus modales insecto, estás hablando de mí equipo en mí territorio. Ubícate.

-Oh, lo lamento, olvidé que de todos los monos tú eres el más molesto.

-¡Déjate de juegos Gyniu y dime que quieres!- exclamé perdiendo la compostura. El idiota se puso serio intentando intimidar.

-Pues... Quiero saldar cuentas contigo...- susurró, y luego de eso el resto de su estúpido equipo salió de debajo de las gradas. Cinco estúpidos en posición de pelea. Me sonreí de lado fingiendo que no me importaba, pero en realidad sabía de dónde provenían estos insectos, sabía que eran matones y ladrones por lo cual seguramente tenían armas. Debía ser precavido.

-¿Y necesitas de todos estos tontos para vencerme?- dije provocándolos. En ese instante frunció el ceño. Uno de sus secuaces se me quiso abalanzar pero él le frenó con un brazo.

-Dejaremos que pelees uno a uno, con cada uno. Así veremos si aguantas.

Conseguí lo que quería. Hizo un ademán con la cabeza y uno de sus hombres se lanzó a atacarme. No fue difícil darle una buena paliza. Una vez que acabé con él se me abalanzó el siguiente, un tipo enorme al cual derribé con dos golpes. Lo humillé, le quebré una costilla y lo noqueé después. El tercero fue el más veloz pero aún así pude con él, aunque había logrado darme un par de golpes que me dejaron sangrando el labio inferior. El cuarto fue un maricón pero con gran agilidad. Fue el que más logró golpearme, llegó a darme una patada en el costado que me dejó sin aire, pero aún así no me dí por vencido. Logré derribarlo y lo arrojé contra las gradas rompiéndolas un poco y ya no se pudo levantar. En eso, el líder del grupo se arrojó a mí. Fue la pelea más dura que tuve en mucho tiempo. Nos golpeábamos como si quisiéramos asesinarnos, sus golpes me hicieron sangrar y yo igual le dejé un par de heridas de gravedad. Seguimos otro rato hasta que logré tumbarlo, me tiré sobre él y lo seguí golpeando en el suelo. En un momento lo noté reír, y fue entonces cuando sentí el frío de la navaja atravesar mi costado izquierdo. El primero con el que peleé había logrado levantarse para apuñalarme. Caí de lado, el líder no podía levantarse por lo que el enano tuvo que ayudarlo a pararse. Me quité la navaja del costado y la arrojé lejos, me levanté a duras penas para seguirlos pero se habían marchado más rápido de lo que esperaba. Corrí. Corrí dejando todo por alcanzar a esos malditos. Corrí dejando caer mi sangre en cada sacudida que daba. Se me hacía difícil respirar, por lo que me llevé la mano al costado de donde manaba mi sangre. Hice presión en la herida sin poder ahogar el grito de dolor que me dejaba la herida abierta. Seguí bajando, corría como loco. Estaba por llegar a la puerta cuando del pasillo salió ella.

Un nunca es algo que jamás aceptaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora