Capítulo 4: Siempre estaré contigo.

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Luego de hablar con el idiota de mi primo y de que me desesperara un poco, acepté ir a su casa un rato.

Kakarotto era mi primo por parte de mi padre. Pero su padres, Bardock y Gine, habían muerto en un accidente automovilístico cuando él apenas era un niño, y él se dió un fuerte golpe en la cabeza, por el cual ya no puede recordarlos.

Yo sí los recuerdo.

Bardock era rudo, poderoso, al igual que mi padre. Gine, sin embargo, no era como mi madre. Era una mujer dulce, fuerte y comprensiva.

Recuerdo que de niño pasaba los veranos con ellos porque mis padres viajaban por trabajo. Entonces mi hermano Tarble y mis primos Kakarotto, Turles, Radditz, y yo, armábamos fuertes en las habitaciones y explorábamos en el patio. De vez en cuando cazábamos insectos grandes, los asábamos y los cenábamos. Todos unos salvajes. El tiempo pasó y cuando nadie lo esperaba, un idiota alcoholizado chocó el coche de los Son, dejando huérfanos a mis primos. Luego de eso, Radditz y Turles (el gemelo de Kakarotto) se mudaron a casa conmigo y con Tarble. Sin embargo Kakarotto se negó a venir, prefirió quedarse con su abuelo materno, Gohan Son, ya que no confiaba en nosotros como antes, el golpe lo hizo olvidar muchas cosas.

El tiempo pasó y poco a poco Kakarotto fue recuperando la memoria, y se acordó de nosotros. Pero a pesar de todos sus esfuerzos jamás pudo recordar a Bardock o a Gine.

Ahora, con 18 años, somos más unidos que nunca. Nuestra relación es extraña, la mayoría de las veces peleamos por tonteras, nos llevamos literalmente a las patadas. Pero en el fondo nos respetamos, sabemos que podemos confiar el uno en el otro.

Llegué a su casa sintiendo un enorme dolor en el pecho.

-¡Hey, primo! Pasa, bienvenido- me recibió con su típica sonrisa tonta.

-Gracias- dije una vez adentro mientras colgaba mi chaqueta.

-Ven, vamos a la habitación, si Turles o Radditz llega no podremos hablar tranquilos.

Lo seguí hasta su cuarto, algo desordenado igual que siempre, aunque sabía que el insecto daba lo mejor de sí para mantener el orden. Me senté en la cama. Él tomó su teléfono mientras me miraba animado, yo no entendí bien.

-¿Qué te pasa?

-¿Pagas las cervezas?- con esa frase lo entendí y sonreí de medio lado. Como siempre, marcó a la pizzería de Ox Satan (la mejor de todas) y pidió una grande de pepperonni para cada uno y cuatro latas de cerveza negra-. Bien, ahora sí, cuéntame- dijo algo serio.

-Es que...- comencé. Juro que no me salían las palabras. En ese momento sentí como una puntada me atravesaba el pecho y mis mejillas se mojaban.

Primero una.

Luego otra. Y otra.

Y así, dejaba salir cada lágrima que guardaba desde hacía años. Sentía cómo por primera vez en mucho tiempo dejaba salir aquello que me quemaba por dentro. Me dejé sentir más que nunca aquel dolor.

-Vegeta...- oí susurrar a Kakarotto que puso su mano en mi hombro. En ese momento lo miré. Tenía los ojos vidriosos, le dolía verme de esta manera. Sin pensar, me lancé a abrazarlo. Lo abracé con fuerza, como si fuera un niño pequeño otra vez. Kakarotto me respondió del mismo modo, y yo sentía como él estaba intranquilo. A pesar de ser el menor de los dos, él casi siempre fue mi sostén-... Oye debes calmarte, ¿Qué pasó?- me dijo aún abrazados. Me separé de él.

-Me siento vacío. Solo. No tengo a mis padres- dije abrazando mis rodillas con la cara hundida entre mis brazos mientras intentaba calmarme.

-Vegeta no seas estúpido, sí tienes a tus padres...

-¡Tú no lo entiendes Kakarotto!- dije con los ojos clavados en los suyos-... Tú no entiendes...

-Sí lo entiendo Vegeta- dijo serio. Tan serio que me preocupaba-. No olvides que estás hablando conmigo- su tono fue severo, pero tenía razón.

-Sé que has perdido a tus padres... Pero creo que sería mejor que los míos se mueran... En vez de tenerlos muertos en vida...- esa última frase la dije casi sin voz.

-Ay Vegeta- dijo cruzando los brazos. Me observó unos segundos para continuar-. Sé que es difícil. Sé lo que es buscar la aprobación de tus padres y que no estén a tu lado, que jamás puedas abrazarlos o despedirte por las noches. Sé lo que es sentirse solo, sentir ese vacío que solo lo puede llenar una cosa.

En ese momento lo miré. Él puso su mano sobre mi hombro y volvió a sonreír. Sentí un alivio para mi alma.

-Eso que puede llenarlo es la familia- dijo con la sonrisa plantada pero con los ojos vidriosos-. Una familia, Vegeta. Y no me refiero a un primo, porque vamos, eso sería extraño- dijo provocándonos una pequeña risa tonta a ambos-. Me refiero... A que debes esperar el día, cuando seas adulto, te enamores, tengas hijos... Tu propia familia.

Mis ojos se iluminaron.

-¿Yo lo lograré?- pronuncié sintiendo como si mi pecho estallara.

-Por supuesto Vegeta- me sonrió para luego quitar su mano de mi hombro.

-¿Cómo?

-Siendo fuerte. Y valiente. Sé que suena cursi pero es así. Tal vez no has tenido a tus padres contigo pero un día alguien te amará tanto que ya no pensarás en eso, y también mejorarás tus generaciones, no cometerás los errores que tienen tus padres. Debes ser paciente y no bajar los brazos.

En ese momento sentía como si de nuevo fuera a llorar pero intenté contenerme. Kakarotto lo notó y me golpeó fuertemente el rostro. Quedé en shock.

-¿¡Qué te pasa Vegeta!? ¡Deja de llorar eres un hombre! ¡Un guerrero! ¡UN SAIYAJIN!- me gritó a la cara. En ese momento sentía como si un fuego me quemara por dentro- ¡Debes pelear!

En ese momento reaccioné. Kakarotto hizo una mueca como de miedo, me abalancé a él y él se cubrió esperando un golpe y quejándose de antemano. Pero no lo hice. No lo golpeé. Para su sorpresa, lo abracé nuevamente. Lo abracé fuertemente. Él suspiró aliviado. Escuchamos el timbre y me separé. Me dirigí a su baño para lavarme la cara mientras él tomaba el dinero e iba por la comida.

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Luego de comer, terminar las cervezas y de tres horas de videojuegos, decidí marcharme a mi apartamento para acomodar las cosas.

-Gracias por todo Kakarotto- le dije mientras me ponía mi chaqueta listo para irme. Antes de que pueda cruzar por la puerta mi primo puso su mano en mi hombro. Me detuve.

-Vegeta, sabes que siempre estaré contigo, ¿Verdad?- me dijo sonriendo pero su tono de voz demostraba que lo decía muy enserio. Sonreí de medio lado.

-¡Claro que no! No soportaría estar siempre contigo insecto- le dije burlón.

-¡Oye!- se quejó.

-¡Jajajajajaja!- me burlé.

-Jajajajajaja- se le contagió mi risa y una vez que terminamos de carcajearnos me despidió-. Bien, adiós Vegeta, avísame si necesitas algo.

-Hump, nos vemos- respondí fríamente y me marché con mi típicia sonrisa de medio lado. Kakarotto seguía parado en la puerta hasta que me subí a mi carro.

Aunque a veces no se lo demuestre, adoro a ese insecto.

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Un nunca es algo que jamás aceptaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora