Capítulo 16: Debo ayudarla.

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Las aburridas clases terminaron al rededor de las 2:30pm. Busqué a mis primos y nos marchamos.

-Escuché por ahí que tienes una nueva compañera que te ha llamado mucho la atención- me dijo 17 burlándose.

-Tsch, esa mujer es insoportable- dije fingiendo desinterés-, ¿Quién te ha contado?

-Nappa nos lo dijo- comentó 18 desde la parte de atrás.

-A Nappa le gusta decir estupideces- dije molesto.

-¿Es cierto que rechazó a Brolly?- me preguntó 17 pensativo.

-Mmm de seguro a ella le gustan más los enanos- dijo 18 refiriéndose a mí.

-Suficiente, cierren la boca o caminarán a la casa- dije frenando de golpe, a veces eran muy molestos y no estaba de humor, luego de verla con Yamcha en el estacionamiento y como el gusano se tomaba el atrevimiento de besarla... Era ridículo.

-Vaya Vegeta se ve que no estás de humor- dijo 18 cuando volví a avanzar.

-De seguro es porque ella no quiere nada com ningún Saiyajin- dijo 17.

-Malditos...- susurré furioso.

Aumenté la velocidad para no seguir escuchándolos, parecía que su hobbie favorito era molestar a las personas, se complotaban y se burlaban a más no poder de la persona que hayan elegido como su víctima. Al llegar al apartamento simplemente esperé a que se bajaran, tomé mis cosas, encapsulé el auto y entré corriendo a la casa directamente a mi cuarto. No estaba dispuesto a soportar más.

Una vez allí 16 se acercó para hablar.

-Vegeta, ¿Se puede?- preguntó con su pacífico tono de voz de siempre.

-Pasa- dije terminando de estudiar.

-Quería comentarte que he cocinado, por si tienes hambre. 17 y 18 ya comieron así que podrás estar tranquilo. Yo he decidido salir un rato a correr y luego de eso iré a trabajar- me avisó.

-Pues muchas gracias- dije suspirando-, haz lo que quieras, eres libre siempre y cuando avises lo que harás. Te felicito por el empleo- dije serio dejando mi mochila sobre la cama.

-Gracias primo- dijo. Se dió la vuelta y sin más salió.

Me cambié con mi ropa de siempre, jeans negros, camisa negra, zapatillas negras y mi chaqueta. Decidí bajar a comer. Al legar ví la mesa puesta, mi plato con la comida caliente y el refresco de pomelo sobre ella. Todo lo demás estaba totalmente pulcro y ordenado como yo lo había dejado. "Eso sí no lo ví venir", pensé sentándome a la mesa orgulloso de mis primos. Comí rápidamente y limpie todo manteniendo el orden.

Otra vez me encontraba solo. Decidí salir a buscar dinero al banco para dejarles a mis primos Gero. Retiré 1500 zenis, volví a mi casa, y les dejé 500 a cada uno dentro de un sobre, acompañados de una nota. "Decoren sus habitaciones a gusto", decía. Luego de eso bajé para salir a caminar. Estuve unos diez minutos hasta que decidí volver a casa, pero en eso...

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-Te ves ridícula mujer- le dije. Estaba llorando en su balcón, la había visto cuando estaba llegando a mi apartamento.

-¿Qué quieres?- dijo ella entre sollozos.

-Pues vivo enfrente, pasé por aquí y te escuché llorar... ¿Estás bien?- pregunté alzando la cabeza. Se limpió las lágrimas y no me respondió. Unos segundos después la tenía enfrente mío.

-¿Crees que estoy bien?- me dijo llorando. Se veía mal.

-Creo que te ha pasado algo y de seguro no me lo dirás- dije intentando ser frío, pensando qué podría haberle afectado tanto mientras la veía fijamente.

-Pasa- dijo dándose la vuelta invitándome a pasar. La seguí después de cerrar la puerta.

-¿Entonces no me lo dirás?- pregunté llegando a la cocina. Ella se apoyó contra el borde de la mesada.

-Vegeta... Yo...- me dijo dudando. Apenas la conocía y esa misma mañana esa insolente me había tratado de imbécil, por qué yo había decidido ayudarla interesándome en ella es un misterio. Ella ya no podía hablar a causa del nudo en la garganta... Volvió a llorar tapando su rostro. Ese llanto tocó algo de mi ser que ni siquiera sabía que existía en mí: compasión.

En contra de todo lo normal, no hice más que acercarme a abrazarla, y fue en ese instante donde me dí cuenta de que tal vez no era tan insoportable como demostraba en el colegio.

Me abrazó despacio llorando contra mi hombro mientras yo acariciaba con cuidado su cabello, sentía como si fuera a romperla si no tenía cuidado con ella.

-No llores, mujer- le dije relajado. Ella escondió su rostro en mi cuello, mientras yo intentaba tranquilizarla acariciando su cabello. Me gustaba esa cercanía con ella, pero no entendía por qué lloraba así, y no me gustaba. "Debo ayudarla", me dije a mí mismo antes de agregar susurrándole al oído-. Yo estoy aquí...

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Un nunca es algo que jamás aceptaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora