El icónico saludo militar es un saludo de caballeros, guerreros medievales que vestían yelmo; cada vez que se divisaban, debían de levantar sus máscaras con el dorso de la mano hasta la altura de la frente para que supieras si estabas frente a un amigo o un enemigo, un saludo de desconfianza.
El yelmo y las máscaras quedaron obsoletos, pero sobrevivió el gesto.
En eso reflexionaba Alex mientras ayudaba a Dave, a su esposa y a la señora de la cocina a alistar la cena protocolar que debía hacer para agasajar a algunos superiores y otros de su mismo rango, a medida que llegaban, se saludaban a la usanza marcial.
Puede que ninguno de los presentes portara un casco, que pudieses ver sus rostros con claridad, pero a decir verdad, ninguno sabía a quién tenía al frente, el de cabello oscuro era consciente que él mismo portaba una careta y que Dave y Caroline ocultaban la misma escandalosa verdad, pero cuando miró al resto de los hombres entrar con sus esposas, fingiendo en frente de ellas, se sintió asqueado.
"¿Es esa en verdad su esposa?", se preguntaba, mientras recordaba la infinidad de veces que los vio pasearse por el cuartel con mujeres más jóvenes, a veces asquerosamente jóvenes, inmoralmente jóvenes, ilegalmente jóvenes.
En su mayoría las féminas estaban en sus años más hermosos, cuando recién has acabado de florecer y aún no te marchitas, ellos disfrutaban del delicioso aroma de los pechos turgentes y empinados, se embriagaban bebiendo aquel dulce elixir, mientras las secaban y las volvían amargas.
Incluso pudo ver en algunas ocasiones, en más, en esta misma cena, las miradas lujuriosas que dirigían al cuerpo de Caroline cuando sentían que nadie los estaba observando.
"Pobres mujeres, casadas con estos bastardos" pensó asqueado.
"pobre sirvienta, tener que atender a estos pedazos de mierda", rumia cada que veía los malos tratos y la altanería con la que le daban órdenes.
No solo era por ellos que se sentía incómodo, sino también porque cada rincón de aquella casa le recordaba los pecados cometidos bajo esas cuatro paredes, para colmo, y por protocolo, debía ser el último en irse.
Podría haber abandonado el hogar a penas pudo, pero algo hizo que se quedara, posiblemente la curiosidad.
Cuando la doméstica se fue, Caroline se acercó a él para pedirle un último deseo.
Cuando eres mujer, sobre todo una mujer bonita y sensual como lo era ella , convencer es fácil, solo basta usar el argumento de la promesa, algo que ni siquiera tienes que decir, a veces con solo gesto, un solo movimiento o una sola mirada te bastan para hacer creer al otro que si accede se habrá ganado tu cuerpo y una noche de sexo ardiente contigo, disfrutando las mil formas que tienes de consentir tiernamente a sus penes hambrientos de acción.
Ella lo sabía y de esa forma le manipuló, el postre de hoy sería:
"Fantasía voyerista, quiero ver como mi esposo folla con otro hombre."
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Warsaw
FanfictionDavlex, Gramon, Gramonlex. Una porno bien larga. Capítulos cortos. ¿Qué es el hombre si no un animal?, ¿qué es el animal si no una pila de huesos y carne controlados por hormonas, electricidad y sangre, buscando nacer, tener sexo, satisfacer sus ins...