Eres un payaso.

189 16 7
                                    

El gran día del show había llegado, todos los asientos estaban ocupados por gente perfectamente uniformada, el espectáculo consistía en varias presentaciones artística que tenían por fin entretener a los miembros del ejercito que se encontraban en la ciudad, habían bailarinas, cantantes, vedettes, y como en cualquier circo, payasos; uno de ellos se encontraba presenciando asombrado el impecable show de danza en telas que estaba brindando Graham, no perdió de vista un solo movimiento, su boca se encontraba ligeramente abierta, apreciaba lo que le parecía lo más hermoso que había visto en la vida, cuando el de pelo castaño se retiró del escenario para dirigirse a los improvisados camerinos, le esperó para saludarle confiado en que le reconocería, aunque fuese de vista, sin embargo, el de ojos cafés simplemente le dio un saludo , seco, tímido y solo ofreció una ligera reverencia para luego comenzar a acelerar el paso en gran medida.

La verdad es que nadie reconocería a Damon tras ese espantoso disfraz, sus rasgos más hermosos y todo lo que le caracterizaba se encontraba oculto, su rubia cabellera estaba cubierta por una peluca roja hecha de lana, su perfecta y respingada nariz, por una pelota de igual color, la piel libre de imperfecciones y pulcramente afeitada de su rostro se estaba maquillada de blanco y su cuerpo, el cual si se mirada bien, delataba perfectamente la nacionalidad del joven, estaba vestido por un traje exageradamente holgado, lo único visible y que contrastado con todo lo demás llamaba en demasía la atención, eran sus ojos intensamente azules, que a ratos eras velados por sus parpados cubiertos de un par de cruces que evocaban perfectamente la estética del personaje encarnado.

Su show estaba basado principalmente en simular peleas a golpes, hacer el ridículo, huir e intentar sacar una que otra risa en base a un guion absurdo, junto con sus compañeros lograron bastante bien la tarea de entretener y se retiraron del lugar.

Damon, apellidado Albarn provenía de una familia perteneciente a la elite intelectual del país, su padre fundó una universidad y era un pensador bastante respetado, la expectativa siempre fue que siguiera sus pasos y optara por una carrera del área de las humanidades, mas el de ojos azules prefirió buscar su camino por el teatro, sin éxito todavía.

Tampoco se podía afirmar que hubiese salido a su madre ya que a pesar de lo religiosa que ella era y la crianza en la iglesia que  intentó darle, su hijo solo asistía a esperar que se desocupara el órgano o alguno de los variados instrumentos que el templo poseía y ocuparlos para intentar tocar algo de música secular.

A pesar de contar, hasta cierto punto, con el apoyo de sus padres y que nadie hiciera el comentario, era considerada la oveja necia de la familia, uno de los tantos motivos era su hiperactividad y sus bajas calificaciones en casi todo, solo compensadas por sus buenas calificaciones solamente obtenidas en los talleres de fútbol, teatro y música.

Lo único que mantenía en común con toda su familia era el ser pacifistas, sus abuelos y sus padres también lo eran.

Tenía veintiún años y hacía tres que había abandonado las comodidades del hogar familiar y del renombre que le otorgaba pertenecer a su familia para vivir una vida incierta, persiguiendo lo que, creía, eran sus sueños, acompañado solamente de una guitarra que le hacía más llevaderos los días en los cuales tenía que pasar miserias y resistir el hambre a punta de voluntad. Con la paga que había recibido esa jornada, al menos tendría algunos días con techo y comida asegurados.

Nunca supo que la reacción arisca recibida por parte del castaño se debió a que este le temía a los payasos.

WarsawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora